Exclusiva: Cristina Pedroche como nunca la habías visto
Alejamos a Cristina Pedroche de los 'outfit' súper femeninos con transparencias (a los que nos tiene acostumbradas) para acercarla al minimalismo sexy de la cultura 'nerd'.

Cristina Pedroche es friolera. Durante la sesión de fotos pide que le pongan un calefactor que, francamente, tarda en calentar el ambiente. Ha llegado al estudio vestida toda de negro, cómoda, con el pelorecogido y las orejas cubiertas de pendientes que la estilista no le pide que se quite porque considera que tienen rollo.
Sin maquillaje, ni extensiones, sin el bling bling al que nos tiene acostumbrados en la pequeña pantalla, parece una chica completamente normal. La acompañan su mánager, su peluquero y su maquilladora, a los que impone para la sesión siguiendo la ancestral tradición de las tonadilleras ibéricas. Mujer valiente, acepta la invitación de Marie Claire a sabiendas de que no queremos ahondar en su imagen habitual, esa que ella controla a la perfección, esa que le ha reportado fama, dinero y polémicas cibernéticas por doquier. Queremos que defienda alguno de los looks más importantes de las firmas de moda más influyentes del momento que, dicho sea de paso, envían para ella, sin rechistar, todo aquello que les pedimos.

Insiste en que las fotos se retoquen lo mínimo indispensable para ser publicadas porque quiere parecerse a ella misma y que, empezando por su propia madre, la reconozcan en todo momento. Y descubrimos que ese debe de ser uno de los secretos de su éxito: ser siempre ella misma, pase lo que pase y pese a quien pese. Además quiere que luzcan sus cuádriceps porque, asegura con cierto humor, que le ha costado mucho esfuerzo y mucho gimnasio conseguirlos.

Tiene aplomo y da la sensación que sabe lo que quiere y que ya ha descubierto cómo lograrlo. Es competitiva y ambiciosa, conste que lo decimos en el mejor de los sentidos. Nada ni nadie se va a interponer entre Cristina Pedroche y su plan, un plan que contempla el triunfo laboral bajo los focos, a los que parece no temer, pero también la defensa y el disfrute de una vida familiar lo más íntima y confortable posible. Casi todo el mundo en este país (excepto la maquetista de estas páginas, que debe ser marciana, porque no tenía ni las más remota idea de quién era) tiene una opinión sobre ella, opinión que oscila, frívolamente, de la admiración entusiasta a la furia o el recelo, la mayoría de las veces, por cierto, de raíz machista, tal como ocurre con Penélope Cruz, la reina o Isabel Pantoja, curiosamente, todas mujeres.

Aseguran que es una chica fuerte, a la que le da exactamente igual lo que digan de ella y que sabe cómo gestionar la presión a la que ha estado sometida. Sabe cómo utilizar a los medios y domina las redes sociales como pocas, y más le vale, porque la siguen casi 2,3 millones de almas en Twitter y 1,3 millones en Instagram. Hay quienes opinan que es muy emocional, quizás visceral, que ríe con ganas, pero que también se pone a llorar con facilidad. Los que la conocieron al principio de su carrera, cuando sustituyó como reportera a Pilar Rubio en el programa Sé lo que hicisteis... dicen que no tenía filtros y que ese era uno de sus encantos, ahora parece que ha aprendido a protegerse y que mide, aunque sea un poco más, sus palabras y sus actos. Dicen que contaba chistes malos que, al final, de tan malos, tenían hasta gracia.

Hoy, aquí, no cuenta ninguno. Los hay que creen que se le ha subido la fama a la cabeza, otros que en las distancias cortas sigue siendo la de siempre. Que es muy curranta y aprovecha su buena racha y que retos, ni al futuro. Al contrario que alguno de sus compañeros, jamás se ha negado a posar para una foto con ningún fan, aunque haya estado, por el motivo que sea, hecha trizas o cansada, siempre ha sabido esbozar para ellos una sonrisa. Gusta o irrita a hombres y mujeres por igual, a mayores y pequeños. Es multitarget. Un auténtico fenómeno de masas en la era de la posverdad, sea eso lo que sea.

Es dos mujeres en una: Pedroche delante de cámaras y micrófonos, Cris en la intimidad. Está casada con un tres estrellas Michelin, Dabiz Muñoz, con zeta como Letizia, que aparece, de vez en cuando, en el plató de Zapeando, el programa de La Sexta en el que Pedroche colabora casi a diario, para saludarla. Se nota la complicidad que hay entre los dos, su relación es apasionada, sí, pero también amistosa, se hacen gracia y son amigos. Alguien susurra "se lo deben pasar estupendamente". También son socios porque Cristina se ha implicado profundamente en la apertura y el desarrollo de un nuevo restaurante, el Diverxo de Londres. Está perfeccionando su inglés y no para de estudiar para entender también el negocio de su pareja. Tienen juntos lo que muchos desean, un proyecto común. No deja de tener cierta guasa que el amor de su vida sea uno de los mejores cocineros del país porque ha sido, de siempre, un poco desganada. Apenas toca el catering de los programas en los que participa y cuando esta mañana le ofrecen algo para comer, entre foto y foto, rehúsa, asegurando que ya picará algo en Diverxo, el primer restaurante de su estrellado marido en Madrid, por el que tiene previsto pasarse después de la sesión y antes de ir a trabajar a la tele. Los allí presentes, con un trozo de tortilla frío y duro en la boca, piensan al unísono "qué suerte tienes, Pedroche".