Marie Claire

Entrevistamos a Ángel Schlesser, Prix de la Moda al Mejor Diseñador Nacional

Dice estar viviendo un momento feliz. El Prix que le otorgamos sólo confirma su actual buena estrella.

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Dice estar viviendo un momento feliz. El Prix que le otorgamos sólo confirma su actual buena estrella.

Una de sus clientas le dijo que, «a partir de los cuarenta, ser tímido es de mala educación» y él dejó de serlo instantáneamente. Pero sigue siendo serio, responsable, honesto y fiel. Su vocación es tardía y es un hombre culto, habla varios idiomas y es un gran lector. Se siente como en casa «en Santander, en casa de mi madre», pero vive en Madrid en un piso blanco y diáfano, aunque el hogar de sus sueños está cerca del mar, «pero también de la ciudad, y todavía la estoy buscando».

Como jefe cree que lo hace todo mal, «grito cuando no debo y no grito cuando debería, comunico mal, organizo peor...», pero todos a su alrededor le adoran, literalmente. Sus últimas vacaciones las pasó en Los Ángeles y nunca se cansa de ir a Brasil. Su perro, que se llamaba «Felipe », murió. Tiene una buena colección de arte contemporáneo, pero no habla de ella porque, intuimos, su relación con la pintura es íntima y de puertas adentro. Es despistado y ha cambiado de peinado hace poco.

Dejó de rezar hace años y no tiene carné de conducir. Cree que los españoles, a la hora de vestir, somos discretos, y eso le gusta, pero también cree que somos poco amables con lo nuestro y poco permeables a las novedades. Para él fueron cruciales su primera relación de pareja «seria» y el día que decidió dedicarse a la moda. «Luego descubres, con el tiempo, qué cosas que habías vivido trascendentalmente no tienen la más mínima importancia.»

Sigue creyendo en el amor y si tuviera que empezar una nueva relación, lo haría «con la sensación de estar viviendo algo único y sin cargas del pasado». De ser más joven no hubiera acampado en la Puerta del Sol como un indignado más, y se considera conservador en lo económico y liberal en lo social. Tiene cuatro hermanos –dos chicos y dos chicas– y sus padres se separaron cuando tenía trece años.

Por prescripción familiar estudió derecho y comercio, «lo que equivale a empresariales», trabajó en el Banco de Santander una temporada, «pero me aburría como las ovejas», y empezó una tesis sobre derecho comunitario. Pero un buen día, de repente, «mi amiga Elisa Bracci abrió una tienda de moda y descubrí que ése era mi mundo. Y, claro, luego estaba el ambiente de la calle, en los ochenta madrileños, con la movida...». Su familia puso el grito en cielo, «creían que ser diseñador de moda era algo indecoroso », hasta que «El País» le dedicó ocho páginas. «Bueno, esto parece que va en serio», dijo su madre y las revueltas aguas familiares volvieron a su cauce. A nivel profesional tiene un proyecto de futuro «que, aunque no soy supersticioso, no revelaré todavía».

¿Y en lo personal, señor Schlesser, tiene algún plan de futuro? «La cita de esta noche pinta muy bien, francamente».

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