La convivencia entre mascotas y niños
La compañía de un peludo en los niños, estos beneficios se multiplican, y la mascota adquiere un rol todavía más importante. Un perro o gato, que se convierta en compañero de crecimiento de un niño contribuirá en su desarrollo educativo y social, aumentará su autoestima, le “obligará” a asumir responsabilidades, y, en la mayoría de casos, mejorará la integración del pequeño de la familia.
Es recomendable que un animal que vaya a convivir con niños tenga un carácter tranquilo y paciente, además de juguetón. En general, las hembras son más "niñeras" que los machos. Algunas de las razas de perro que os recomendamos para la convivencia con niños son Bulldog, Beagle, Terranova, Labrador retriever, Golden retriever y Setter irlandés. En cuanto a gatos, algunas de las razas más adecuadas son Maine Coon, Siamés, Bosque de Noruega, Ragamuffin, Bobtail americano de pelo largo y Persa.
Los primeros acercamientos
Cuando la llegada del bebé es posterior a la de la mascota es importante tener en cuenta que el animal puede desarrollar celos. En su primera presentación deberás dejar que el perro olfatee con cuidado al nuevo integrante de la familia y comprenda que es un miembro más. Intenta mantener las actividades que hacías antes junto a él (paseos, juego, salidas, etc.) e incorpóralo en las nuevas actividades familiares para que no se sienta rechazado.
Si por el contrario es la mascota la que se incorpora a una familia en la que ya hay niños, deberemos de explicar muy bien a los pequeños que una mascota no es un juguete, que es un ser vivo y que, por tanto, tiene sus necesidades: debe de comer, beber, descansar y tener su propio espacio.
Aprendiendo a respetar su espacio
Es muy importante enseñar a los niños qué deben saber sobre su mascota, sobre todo cuándo pueden jugar con el peludo y cuando deben dejarlo tranquilo. Es importante transmitirles que cada actividad tiene su tiempo: los momentos para comer y de descanso son claves para los animales y los niños tienen que saber que el peludo necesita estar tranquilo y que por tanto no podrán molestarle. Deberán dejarle su espacio y no agobiarle. Esta situación también debe cumplirse a la inversa. La mascota deberá saber en qué momentos puede divertirse con el pequeño y en cuáles debe dejarlo tranquilo.
Repartir las tareas fomenta su sentido de la responsabilidad

convivencia entre mascotas
Es recomendable implicar al pequeño en las tareas diarias del cuidado de la mascota. De esta manera, desarrollará su sentido de la responsabilidad y el peludo le reconocerá como a un amigo que cuida de él y al que tiene que respetar.
Dependiendo de la edad del niño podemos adaptar las responsabilidades. Los más pequeños pueden desarrollar tareas más fáciles, mientras que los más mayores pueden ayudar también a pasearlos y a asumir otras actividades que impliquen más autonomía y responsabilidad.
Hasta los 3 años, el pequeño no diferencia el animal de compañía de un juguete. Aunque no participe en los cuidados de la mascota, podemos empezar a enseñarle el respeto hacia el animal y sus necesidades básicas.
Entre los 3 y los 6 años ya puede comenzar a ayudar en la realización de tareas sencillas y siempre bajo la ayuda y supervisión de un adulto. Por ejemplo, puede ayudar a limpiar y llenar el cuenco del agua y el bol de la comida.
Con 6 años los niños ya empiezan a plantearse que los animales pueden sentir dolor y pueden entender las indicaciones de cómo tratar un animal con respeto y sin hacerle daño. Desde esta edad y hasta los 10 años, el niño se puede hacerse cargo de más tareas. Además de seguir ayudando a llenar el bol del agua y el comedero, pueden dar a la mascota un premio cuando lo merezca, preparar juguetes caseros para la mascota de casa, recoger sus juguetes, etc. A pesar de que ya comienzan a ser más autónomos, deberemos seguir supervisando las interacciones entre los peques y las mascotas.
Es a partir de los 10 años cuando, según los expertos, los niños pueden participar en tareas de más responsabilidad como por ejemplo alimentarlo, sacar a pasear un perro pequeño o mediano en compañía de un adulto, ayudar a bañarlo, limpiar la caja de arena del gato, etc. No hay que olvidar que siguen siendo niños y que es fundamental que un adulto controle si las necesidades de la mascota están satisfechas.
Las tareas relacionadas con la edad son indicativas, y hay que saber que ni todos los niños ni todas las mascotas son iguales. Los adultos deberán valorar las tareas idóneas para el niño y aumentar el grado de responsabilidad a medida que lo consideren adecuado.
Los beneficios de convivir con una mascota
Los beneficios que aporta la compañía de una mascota para un niño son muchos, y la relación que puede surgir entre ambos puede ser de lo más especial. De su relación aprenderán a cuidarse, quererse y a jugar sin parar, pero ésto solo pasará si se respetan mutuamente y si enseñamos a ambos a cuidarse y a convivir teniendo en cuenta las necesidades básicas del otro.
La convivencia con una mascota ayuda al desarrollo del sistema inmunológico. Los niños tienen menos probabilidad de sufrir alergias o padecer asmas, y desarrollan un sistema inmunológico más fuerte. Esto es debido a que el cuerpo se acostumbra a luchar y convivir con las bacterias que pueda tener el perro y refuerza sus defensas.
Además, se generan vínculos afectivos. Los niños que compartan su vida con una mascota desarrollarán la intuición y el sistema de comunicación no verbal mediante caricias, abrazos, gestos, mimos y multitud de juegos. Se dice que los niños que establecen estrechos vínculos con sus mascotas suelen ser más cariñosos también con los demás.
Algo muy importante y más que demostrado, son los valores que adquieren los pequeños a través de sus mascotas. Hay multitud de cosas que se aprenden de la relación con las mascotas. La empatía y el respeto hacia los demás es una de las más importantes. Pero también aprenden a cuidarla y comprenderla; averiguar cómo es y cómo se siente en cada situación. Estos aspectos ayudarán al pequeño a entender a otras personas y a ser más generoso y tolerante.