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The Great, la serie sobre la emperatriz que modernizó Rusia (y decoró su palacio con muebles eróticos)

Tiene un imperio que dirigir, si el petardo de su marido le deja. En The Great, serie que en España estrena Starzplay, Elle Fanning se pone corsé y humor negro para dar vida a Catalina la Grande.

En noviembre de 2018, La favorita llegó a los cines estadounidenses. A la mesa de Elle Fanning llegó un guion. Mientras ella leía, la historia de la reina Ana pasaba en la pantalla por el filtro de Yorgos Lanthimos. El director griego había enmarcado la película con planos de rizo rizado. La cinta había sido emperejilada. Con una decena de nominaciones a los Óscar, el guion de Tony McNamara se había llenado de requiebros. En The Great (Starzplay) los pierde. La sátira del australiano afloja el corsé de Catalina la Grande. Fanning lo llena. Su monarca acaba de llegar a la corte de Pedro III (Nicholas Hoult). No creía que fuera a ser amada. Pero ella, princesa alemana sin nombre, hija instruida de un general, migajilla de la aristocracia europea, se va a casar. Con el futuro zar.Catalina tiene un regalo para él. Esta hoja de árbol perenne, le explica, representa su amor. Siempre se querrán, siempre se cuidarán. Pedro le da las gracias y dos pasos hacia atrás. Sale de la habitación. Otra hija de incesto. Y encima cursi. ¡Adiós! La cara de Fanning alcanza el color de la leche desnatada. Que no, ríe Hoult. Que estaba bromeando. ¿Lo habéis visto todos? ¡Estaba bromeando! A las siete es la boda.

Elle Fanning y Nicholas Hoult en The Great (Starzplay)

Elle Fanning y Nicholas Hoult en The Great (Starzplay)Elle Fanning y Nicholas Hoult en The Great (Starzplay)

La actriz no estaba acostumbrada a la comedia. Esta, cuenta, fue un reto. A su “zona de confort” tiene acceso preferente el drama independiente. Para ser Catalina debió domar la lengua. La moldeó hasta extraerle su acento estadounidense y la entrenó hasta que aprendió a correr. Hoult tenía experiencia. El guionista lo pedía. En la sátira, les explicó, las frases se disparan. Cada diálogo es un duelo.El tono de McNamara, dice Fanning, irreverente e ingenioso, es perfecto. Catalina estuvo 34 años en el poder, fue modernísima para su época y ¿sabías que tenía una habitación con muebles decorados con penes y vaginas? “Le encantaba el sexo. Pero yo, si pudiera cenar con ella, le preguntaría si le resultó duro matar a su propio marido. ¿Le resultó complicado? ¿Se puso triste? ¿Sintió culpa? Parece que no tuviera un plan b. Le preguntaría, también, por lo valiente que fue. Las decisiones que tomó no creo que yo fuera capaz de tomarlas. Algo mayor que tú te dirige”. Eso cree también su Catalina. Dios la ha puesto en el mundo, está convencida, para alcanzar la grandeza. Siempre, confiesa a su ayuda de cámara, lo ha sabido. Está aquí para cambiar la historia. Entonces, replica su sirvienta, ¿por qué Dios la hizo mujer?

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El trekking hacia el poder en el palacio ruso y el germen de un feminismo aristocrático se filetea en una decena de episodios. The Great coge la historia con pinzas. De depilar. La serie ejercería, si no lo advirtiera la promoción, del gatillo de una epidemia de dermatitis entre historiadores. Solo se inspira en los hechos. The Great no aspira a instruir. Esa es la función del libro. Y la de la emperatriz. Ha leído a los franceses, ha charlado con Descartes, a veces escribe poesía. Quiere fundar un colegio para mujeres. Ninguna cortesana sabe leer. Su marido le da permiso. Que haga lo que quiera. Él tiene que cazar conejos.

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