
15 frases que tendrás que oír en tu cena de Navidad sí o sí
Porque sobrevivir a una multitudinaria reunión familiar no es tarea fácil, tenemos la lista de comentarios que escucharás seguro.
Y pasa el tiempo. Desde que tienes uso de razón todo acontece según lo previsto. A veces te preguntas si los astros, el espíritu navideño o el alma del Grinch hace que todos los años, en todas las casas de todos los países, se pregunten las mismas cosas. Es un misterio que no tenemos la capacidad de resolver, ni aunque pasen cien años. Al igual que las frases que todas las madres dicen, como si mientras están embarazadas, alguien se las chivara al oído para que pasen de generación en generación.
Con la Navidad pasa lo mismo. Desde que entras por la puerta para cenar cochinillo, langostinos y jamón serrano (pero del bueno) hasta que sales rodando como una bola de billar... van sucediendo una serie de acontecimientos que hacen que ese día sea tan especial como lo es. Siempre son los mismos y, aunque ahora los recuerdes de manera graciosa, pasar la cena con un éxito rotundo es todo un logro para muchos. Y es que, hay momentos incómodos por los que tienes que pasar sí o sí, y además tienes que intentar mantener la compostura y hacer como que no te importa.
Para empezar, nada más entrar llega el drama de la comida, si dará tiempo a hacerla, si será suficiente o si no deberían haber sacado el turrón nunca tan pronto (nunca es pronto para el turrón). Se discute con cariño para poner la mesa, y para ayudar en la cocina. Existe un instante en el que os juntáis todos, y tu abuela te saca a la fuerza porque tanta gente estorba. Hasta ahí todo bien. Pero luego llega la frase, esa frase de tu madre que sin duda, da el pistoletazo de salida a la Navidad: "es que no me ayudáis y no puedo con todo sola".
Y cuando conseguís sentaros todos no sin antes discutir sobre quién ha decidiDo la distribución de las sillas, porque efectivamente, faltan tres, llega la ronda de preguntas. Si eres soltera, no tienes trabajo o tienes cualquier mínimo problema, prepárate porque tú eres el blanco fácil. Busca respuestas, porque sabes perfectamente lo que te van a preguntar, o si lo prefieres, siéntate lo más cerca posible del vino. Por si hiciese falta rellenar tu vaso más de una vez. O en bucle.
Siéntete como en casa con estas frases que tanto has escuchado y que tendrás que seguir escuchando mucho tiempo más.
Incluso si la cena de Navidad es en casa de tus suegros.
¿El anillo pa' cuando, podría ser la siguiente?

Y llegó la gran pregunta. La MEJOR de las preguntas. La MÁS grande de todas las preguntas. Y ¿tú, sigues soltera? No hay cena sin esa cuestión. La guía sobre cómo contestarla, la tenemos aquí.

A ver si asientas la cabeza que vas de flor en flor... Y ahí es cuando le contestas a tu tía Ramona, que cómo vas a sentar la cabeza si es imposible conocer a un ser humano que quiera comprometerse más de dos semanas. ¿Cómo es posible que encuentres a alguién que comparta el alquiler/la hipoteca contigo?

Has pensado detalladamente en tu outfit. Sabes que igual, (un poco solamente) te has pasado con el turrón, pero oye para eso está la Navidad. Y las medias con refuerzo. Te has puesto tu vestido de lentejuelas porque la vida es corta, donde antes te sobraba ahora te está justo. Pero vas #modoKardashianON. Y ese es el momento en el que alguien dice en alto, muy alto: ¿Has cogido unos kilitos, no?

Y de repente, aparece: A ver si aprendes de tu primo que ya ha encontrado trabajo... tengo dos carreras, tres másteres y un curso en la carta astral. No es mi culpa que la situación laboral no esté en su mejor momento.

Es el primer año que llevas a tu novio a cenar en tu casa por Nochebuena. Nisiquiera os habéis ido a vivir juntos. No sabes si lo vuestro sobrevivirá a Mercurio retrógrado... y tu abuela Felipa te pregunta en pleno postre ¿Y para cuándo los niños? La cara de tu novio es un poema. Tú solo contesta: solo Dios dirá, abuela.

Habéis asado siete cochinillos, dos pollos, hay gambas, gambones, crustáceos de los que ni siquiera sabes el nombre y entrantes para media ciudad. En ese momento llega tu madre a la cocina y dice: no hay suficiente comida.

Nunca nada había generado tanto estrés en tu casa. Ni siquiera la boda de Meghan Markle. Entre ollas, cazuelas, sartenes y una pila llena de platos sucios tu madre grita muy alto, tan alto que la escuchan hasta en Siberia: El año que viene comemos fuera, que es mucho lío. Llevas diciendo eso 20 años, mamá.

Tienes 30. No hay novio conocido, no porque no quieras, sino porque el universo está en tu contra. Quieres ser madre y tu reloj biológico está en tu contra. Se te va a pasar el arroz dice alguien desde lo lejos. ¿No me digas?

Coges un segundo el teléfono. Un segundo. Y tu madre grita: Deja un poco el móvil y haznos caso.

Estás soltera, tu trabajo no te gusta, la Navidad no es que sea una de tus fiestas preferidas... y tus tías no hacen otra cosa que preguntarte por tus inexistentes novios. Una y otra vez. Hay una que incluso te pregunta, ¿pero qué les haces hija, qué les haces? Tu ante tanta presión te has sentado al lado de la botella de vino. Y no haces otra cosa que rellenarla. Tu madre, que no se pierde una te dice, ¿No te estás pasando con el vino?

Seamos sinceras. Las probabilidades de que te encante el regalo de tu tía Enriqueta son muy pocas, pero a ella la ves con esa cara de ilusión suprema mientras abres el regalo que dices sin pensar... ¡Ay me encanta el regalo! Mientras, tú repites mentalmente... ¿Vendrá con un ticket para devolverlo, no?

Tú seguro que votas a (...) se puede rellenar con cualquiera de los partidos políticos que existan.

Estás sentada entre tus primos, en amor y compañía hasta que tu abuela dice... A ver quién es el primero que nos lleva de boda. Que empiecen los juegos del hambre.

Trabajas tres turnos, estudias, das clases a niños desfavorecidos y además haces voluntariado con las personas sin hogar. Pero tu tía Manuela te pregunta... Mira a ver si te buscas un trabajo de verdad.

El trivial no es solo un juego. Es un modo de vida. Un modo de vida que hay que defender. Por eso, cuando crees que tienes razón, no hay grito (pero tampoco muy alto) que no esté justificado. Ahí es cuando interviene tu madre... Es solo un juego, no discutáis.