
Los libros que (seguro) pasarán por la mesita de noche de la reina Letizia
Estas lecturas ponen un pie en lo clásico y lo divulgativo y otro en el periodismo y el feminismo. Y, estamos convencidas, son las que pasarán por la mesita de la reina Letizia.
La reina Letizia pasea por el Parque del Retiro. Siempre lo suele hacer a finales del mes de mayo. Camina entre las casetas. Un grupo de hombres la escolta. La Feria del Libro es un evento público, expuesto. Pero ella se acerca a los puestos. Curiosea y selecciona.
En 2019, confesó frente a la caseta de la librería Los Editores el nombre de una de sus últimas lecturas. Acababa de terminar Viaje de invierno de Schubert, del tenor Ian Bostridge. Y, además, recomendaba la lectura de La última modelo, de Franck Maubert. Los dos libros, editados por Acantilado, el grupo literario de portadas negras y rojas o negras y amarillas o negras y naranjas. Sus lomos se distinguen con facilidad en las estanterías. Sus lectores, también. A los lectores de Acantilado les gusta leer. Leer de verdad. Saben que cualquier libro vestido con sus cubiertas va a resultar satisfactorio. No importa si las páginas repasan la historia de los cítricos o reúne cuentos breves, rápidos, de humor absurdo, firmados por un periodista de origen polaco. Quien deja en su mesita de noche un libro de Acantilado deja en su frente una pegatina. La que une la palabra lector con empedernido.
El pasado año, los libros les llenaron las manos. Las de su pequeño séquito. A casa doña Letizia se llevó una amplia variedad de libros. Las casetas le obsequiaban con ellos. Aun cuando preguntaban cuánto debían, los editores insistían: se trataba de un regalo.
La caseta de Media Vaca la pertrechó con lecturas para sus hijas. De su parte, la colección Libros para mañana, que explica la política a los niños, llegaron a la princesa Leonor y la infanta Sofía. Tusquets le puso en las manos a Murakami y Anagrama, a Jorge Herralde, con Un día en la vida de un editor. La pila de libros se completó con las firmas de Raúl Zurita o Elvira Lindo. En dos cubiertas se leía un mismo nombre. La escritora Marta Sanz, autora de Clavícula o Black, black, black, hacía doblete. En aquella ocasión, la reina escogió los títulos Retablo, un conjunto de relatos ilustrados por Fernando Vicente Sánchez y editado por Páginas de Espuma, y Tsunami (Ed. Sexto Piso), un compendio de textos firmados por escritoras aliadas con el feminismo.
En 2020, el paseo se ha pospuesto. El coronavirus ha modificado la agenda. Hasta el próximo otoño, la Reina no husmeará, en público, las novedades literarias. Pero estamos convencidas de que estas nueve, que ponen un pie en lo clásico y lo divulgativo y otro en el periodismo y el feminismo, son las que están ya amontonadas en la mesita de noche real.

Como José Luis Alvite o Lorenzo Caprile, Joseph Roth vivió en un hotel. En varios. Durante dos décadas el escritor pasó por las camas de los hoteles de media Europa. En la antología de Acantilado, los apuntes del novelista austríaco toman la fotografía de una sociedad que se despega las tradiciones.

El tiempo, dice el dicho, pone a cada uno en su sitio. Y en 'Confesiones de una editora poco mentirosa' (Ed. Lumen), Esther Tusquets, también. La editora de las plumas más brillantes de la literatura del siglo XX ajusta, con todos, cuentas en sus memorias.

Félix Rodríguez de la Fuente fue el Peppa Pig de los baby boomers y la generación X. Él, a través de la televisión y la radio, los educó. En Félix, un hombre en la tierra, su hija Odile recopila las anécdotas del responsable de que España conociera, sin cursilerías, la naturaleza.

Irene Vallejo es filóloga y una escritora excelente. En El infinito en un junco, la zaragozana pone orden a la historia de los libros. Desde el material que lo componen a las materias que lo rellenan. En su ensayo, que en seis meses ha alcanzado las diez ediciones, la Historia se revuelve con anécdotas personales y deatalles, leves y medidos, de la cultura pop.

Elena MacMahon trabaja como periodista en el Washington Post. Cuando su padre, enfermo, se queda solo, ella abandona la redacción. Tiene cosas mejores que hacer. Por ejemplo, aprender a regentar el negocio de contrabando que acaba de heredar.

Arturo Zarco ya había pasado por el teclado de Marta Sanz. Lo hizo en Black, Black, Black y en Un buen detective no se casa jamás. En pequeñas mujeres rojas, Paula Quiñones y su exmarido buscan, entre niños perdidos, fosas de la guerra civil.

Theodor Kallifatides es griego. En los libros, pasados los 26 años, dejó de serlo. Llegó a Suecia y colgó su lengua materna en la puerta. En 160 páginas, tuvo que regresar a casa. Volvió a escribir en griego. El desarraigo y la libertad han convertido a Otra vida por vivir en uno de los ensayos más comentados del último año.

Sí, sí, que tiene incontinencia urinaria. Ya. Pero también tiene dos habitaciones de invitados. ¡Dos! No hace falta decir quién gana. Con el teclado de David Sedaris, el humor se enturbia en capítulos tan redondos que podrían ser relatos.

La mejor película de tribunales quizá sea Testigo de cargo. La mejor novela, Tragedia en el tribunal. En el libro de Cyril Hare (Ed. Siruela), el juez Barber trabaja a lo largo y ancho de Inglaterra mientras unos bombones envenenados intentan ponerle fin a su vida.