
El impacto de dos Acuario
Charlène vs. Carolina: las ‘primeras damas’ de Mónaco frente a frente
Una representa el glamour y es icono de belleza, la otra rompe las reglas royal y se atreve con todo
Las fotografías de la corte monegasca se plasman en las crónicas sociales de todo el mundo, siendo la belleza de las féminas de la familia Grimaldi lo que atrae todas miradas, sobre todo la de la princesa Carolina, que destaca por su gran atractivo y una elegancia natural heredada de su madre, la incomparable Grace Kelly. Pero llegó a los aposentos de El Palacio Principesco otra mujer que vendría a establecerse en el puesto de primera dama, un lugar que la primogénita de Raniero III ocupaba desde que falleció en un accidente de coche la exactriz de Hollywood.
Una campeona de natación nacida en Bulawayo, Zimbabue, alta y rubia, Charlène Wittstock, enamoraba a Alberto II y, tras su boda, se sentó a su lado en el trono del principado. Desde que la sudafricana comenzara a caminar por las alfombras rojas de la mano de su amado, muchos han sido los comentarios respecto a la rivalidad entre la hermana y la esposa del mandatario europeo. Ellas, aunque no de manera oficial, lo han desmentido siempre, pero a los ojos de la gente siempre habrá una comparación que no ha lugar porque no pueden ser más diferentes.
Carolina nació noble y fue educada como tal, sabe moverse en los círculos palaciegos como nadie, siendo una inigualable representante de los intereses del pequeño país de Europa. A esto se unen sus maravillosos rasgos y ese saber estar que la han hecho protagonistas de miles y miles de portadas. Charlène, por el contrario, pasó de tener una vida normal a desembarcar en un papel de princesa que en un principio le costó bastante asumir. Mientras Carolina continuaba acaparando halagos por sus looks y actitudes, la consorte de Alberto II luchaba con salir de una especie de agobio al que llegó, según se dice, al verse abrumada por el brillo y las obligaciones que le exigía su nuevo estatus. Hasta que se acostumbro y comenzó a ser ella misma.
El nacimiento de los hijos del matrimonio, los gemelos Gabriella y Jacques, tranquilizaron su espíritu y la de todos aquellos que querían un heredero para Mónaco. Ese sosiego interior destapó su verdadera personalidad, un carácter que tiene que ver mucho con su signo astral: Acuario, justo el detalle que la une a su elogiada cuñada, que también es Acuario. Las dos nacieron en enero, Charlène el 25 y Carolina el 23, aunque la primera tiene 43 años y la segunda 64, y a las dos se las puede definir como de carácter libre, bastante inteligentes, les gusta ayudar a los demás y con gran capacidad de innovación y atrevimiento. Y si no que se lo digan a Charlène, que dejó a todos boquiabiertos con un cambio radical de look rapándose la mitad de la cabeza.

Tanto carolina como Charlene han sabido ser la acompañante perfecta para el soberano monegasco, Alberto II está orgulloso de ambas y de poder compartir con las dos su asistencia a los elegantes actos monegascos.

Carolina sabe posar como nadie en cualquier evento oficial del Principado, lo lleva en la sangre, y Charlène ha aprendido a mostrarse natural y a la vez regia gracias a los años que lleva al lado de Alberto II.

Si la primogénita de Raniero III y Grace Kelly es una apuesta segura a la hora de alabar sus look, Charlène no se queda atrás y luce como nadie maravillosos vestidos de etiqueta.

Tanto Carolina como Charlène son aficionadas a utilizar los sombreros como complemento de sus 'outfit', a ambas les sientan genial por los definidos rasgos de sus rostros.

Mientras Charlène tiene un aspecto fuerte y vigoroso gracias al deporte y a su carrera como nadadora profesional, Carolina representa la delicadeza y la femineidad tradicional.

En una de sus últimas apariciones públicas Carolina de Mónaco no ha tenido problema en mostrar sus canas al mundo, cubierta con la obligatoria mascarilla apuesta por la naturalidad.

Charlène, sin embargo, asombró a todo el mundo la pasada Navidad apareciendo con un atrevido corte de pelo en el que la mitad de su cabeza estaba rapada, algo que no tiene precedente en el mundo royal.