Antonio Ardón: el diseñador de las folclóricas españolas y amigo íntimo de Rocío Jurado
14 años después de la muerte de Rocío Jurado, el que fue su diseñador de cabecera y amigo, ha fallecido a los 71 años. Repasamos la historia de una relación modisto-cantante, que traspasó las costuras de un vestido.
Puede que muchas de vosotras no le conozcáis, pero lo cierto es que, Antonio Ardón es una de las figuras de la moda más consagradas de nuestro país. Conocido por vestir a numerosas artistas como María Jiménez, Carmen Sevilla o -todo el vestuario de la ‘más grande de España’- Rocío Jurado, falleció el pasado domingo a los 71 años a causa de una grave enfermedad. Ardón nos ha dejado, pero su legado estará vivo para siempre.
"Niño, que me hagas los 10 vestidos". Con esta frase tajante y directa su musa, Rocío Jurado, le hizo su primer encargo de moda. Él, fanático de la cantante desde hacía años, no se lo creía y programó una cita en Chipiona, una comida para presentarle los diseños que había imaginado para su próxima gira. Ella aceptó, y como otros grandes diseñadores: Hubert de Givenchy y Audrey Hepburn e Yves Saint Laurent y Catherine Deneuve, Ardón y Rocío Jurado comenzaron una amistad que recientemente se ha sellado con la eternidad.

Rocío Jurado
"Antonio Ardón es un gaditano al que le encanta la moda y que tuvo la gran suerte que, empezando en la alta costura, le presentaron a Rocío Jurado”. Así se definía a sí mismo en 'Aguja Flamenca' el pasado mes de junio, un talent show de costura que emite la televisión autonómica andaluza Canal Sur, que quiso rendir homenaje a la artista y lo hizo, entre otras cosas, entrevistando al que fue uno de los responsables de muchos de sus vestidos, el modisto gaditano. "Fue mi musa, mi amiga, mi confidente. El día que nos conocimos, ya solamente con mirarnos, hubo un feeling y a partir de ahí, hasta que nos dejó", eran sus palabras de agradecimiento. Discreto y sencillo, esa entrevista resultó ser la última que concedió a un medio de comunicación y en la que se pudo apreciar lo que significó la folclórica para el diseñador: "Hubo un cambio brutal, porque al conocerla a ella, se me abrieron muchas puertas y conocí mucha gente. Conocí, por ella, a Rocío Durcal, Sara Montiel, María Jiménez y las Mamachicho".
Un genio de los trajes de faralaes, indumentaria característica de su Andalucía natal, que quiso viajar a Madrid para estudiar Arte Dramático, pero terminó estudiando Bellas Artes en la Universidad de Cádiz. Con tan solo 14 años y una prometedora carrera en el mundo de la moda por delante, comenzó a trabajar en una cadena de tiendas locales de moda y textiles, donde pronto se convirtió en jefe de escaparatismo, el visual merchandaiser de la década de los 60. En 1979, diez años después, decidió emprender por su cuenta y fundó una tienda de Alta Costura. A partir de ese momento, su carrera despegó. Comenzó a vestir a la artista más importante de España hasta su muerte, en 2006.

Rocío Jurado lunares
Las folclóricas españolas eran las modernas de su época, aunque la historia las haya catalogado como reaccionarias y antisistema. Eran mujeres independientes, se divertían sola, abrieron su propia cuenta corriente y no tenían por qué depender de ningún hombre. Eran aves libres, como la canción de Jean Carlos Centeno. La silueta que Andón imaginaba para ellas era la cara cóncava de una moneda y la convexa, otros diseñadores de la talla de Cristóbal Balenciaga y Elio Berhanyer. Rocío Jurado, de casualidad, tiró la moneda al aire y cayó rendida a los encantos del diseñador gaditano. Sus vestidos potenciaban las curvas y el escote sabía conjugar tradición y, sobre todo, modernidad. La defensa y reivindicación de aquellas que rompían con lo normativo, feministas.
"Le enseñé unos diseños y me preguntó: tú eres mu caro". Ese encuentro le cambió la vida. Desde ese momento comenzó una alianza para vestir a la folclórica en espectáculos, recepciones, salidas profesionales, cócteles y su día a día, en una época en que Rocío Jurado no era nadie sin su personaje, su cardado y su diseñador de cabecera. Ardón construyó la imagen de la Rocío Jurado que todos recordamos. Vestidos en clave maxi con volantes infinitos, 4 kg. de tela en la falda, mucho volumen, capas, capas y más capas, drapeados y, solo a veces, todo junto. Rocío le daba vida a sus vestidos, bailaba y cantaba como nadie, y brillaba con luz propia. Blanco, negro, estampado o liso. Todo menos el amarillo, no le gustaba llevar ese color en escena, le tenía manía. El protagonista no era el tejido, era ella. Todos los elementos presentes, incluso traje de luces, goyesco y capote. Su fallecimiento ha dejado un vacío en el mundo de la moda española, pero que se ha reencontrado con su musa. Una amistad que traspasó las costuras de un vestido.