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La dramática historia de la tiara de zafiros con la que posa Isabel II: subastada por Luisa María de Bélgica y transformada en una joya única

Las autoridades canadienses han dado a conocer el nuevo retrato oficial de la monarca con una alhaja muy especial y de calado.

Hay quien colecciona obras de arte, vehículos de alta gama, antigüedades y hay quien decide invertir en Alta Costura. De entrada, puede parecer un antojo comparado con un cuadro de Picasso o un deportivo, pero el negocio de la Alta Costura se alimenta de una élite muy reducida que converge en un mismo punto: son apasionados de la moda como arte. Y seamos sinceros, nadie luce una pieza de Alta Costura mejor que un miembro de la familia real.

Nada es, en esencia, más francés que la Alta Costura. Sin embargo, su creador, Charles Frederick Worth, fue el inglés que encumbró París como la cuna y la capital mundial de la moda. Mucho antes de diseñadores como Cristobal Balenciaga o Christian Dior, a quienes erróneamente se atribuye el éxito de este arte, un británico adoptado en París, enamoró con su savoir faire a la emperatriz Eugenia de Montijo y se convirtió en el modisto oficial de mujer de Napoleón III. La Alta Costura se le atribuye el cambio en la dinámica de la relación modisto-clienta. En eso se basa este noble arte: encumbrar el estatus de sastre a couturier, una especie de dictador que imponía su norma y determinaba que era lo mejor para la potencial clienta.

Un diseñador y diseño de Alta Costura necesita abrazar el cuerpo del cliente, construyendo una pieza exclusiva a mano desde el principio hasta el final, confeccionada con los materiales de mejor calidad y prestando especial atención a los detalles utilizando técnicas tradicionales. Esto significa que los diseñadores de Alta Costura forjan una estrecha relación con sus clientes. Una relación muy personal que se extiende por décadas, como la princesa Margarita y Christian Dior, quién describió el vestido de su 21 cumpleaños como: "su vestido favorito en el mundo".

Gobierno de Canadá

Isabel II tiara de zafirosGobierno de Canadá

Además de las propuestas de moda de lujo, si algo caracteriza a la familia real británica, además de su (casi) infinito vestidor es: el joyero real. No todos, pero cualquiera que tenga la suerte de heredar una joya familiar conoce el valor sentimental que puede tener una reliquia de este tipo, independientemente de su peso en oro (como dice el dicho). Pero, ¿y si el joyero de herencia tiene varias de las joyas más importantes y valiosas del mundo? Sin duda, la colección que atesora la reina Isabel II es un tesoro internacional y es, incluso, motivo de disputa entre países . Expolios a un lado, de entre las joyas más destacadas de la reina de Inglaterra están: la elegante Tiara Fringe con incrustaciones de diamantes lució el día de su boda en 1947 y la de su coronación, que solo una de las gemas de La Corona del Estado Imperial es el diamante Cullinan II, de 317 quilates.

Pero, ya hablaremos en otro momento de este par de tesoros nacionales porque, la reina Isabel II ha posado para su nuevo retrato oficial, obra del fotógrafo Chris Jackson, con una deslumbrante tiara de zafiros y la enseña de Canadá. Una imponente joya a juego con una pulsera y un par de pendientes, todos de diamantes y zafiros (no esperábamos menos). El retrato había permanecido oculto en alguna de las cámaras del Castillo de Windsor hasta este momento, en el que ha visto a la luz.

Gtres

Tiara de zafiros Isabel IIGtres

Llamada "Tiara de zafiro victoriana", la reina Isabel adquirió esta pieza para completar un conjunto de joyas de zafiros que ya poseía. Recibió el conjunto del que hablamos, una pulsera, unos pendientes en forma de lágrima y un collar de 18 zafiros, de su padre, el rey Jorge VI como regalo de bodas, en 1947. Con casi un siglo de antigüedad, Noel Coward, el actor, dramaturgo y compositor inglés se refirió a ellas como: "Los zafiros más grandes que había visto en su vida".

Y bien, como hemos dicho, para el día de su coronación, la reina Isabel II decidió comprar una nueva pieza de joyería con un pasado vinculado a la realeza: un collar de zafiros del siglo XIX que había formado parte del joyero de la princesa Luisa de Sajonia-Coburgo y Gotha, nacida como Princesa Luisa de Bélgica. Envuelta en un escándalo de falsificación, fugada con su amante y hasta arriba de deudas, subastó todas las joyas que había heredado de su difunta madre, Enriqueta de Austria, entre ellas la gargantilla de zafiros que la reina de Inglaterra compró y luego transformó en una tiara. Ahora, las joyas que su padre le había regalado con motivo de su enlace con Felipe no estarían solas.

Getty Images

Tiara Isabel IIGetty Images

Después de varios años sin lucirla, la monarca ha recuperado esta increíble joya que contrasta con el vestido blanco de satén para su retrato oficial para Canadá, donde también luce la insignia de la Orden de Canadá y de la Orden del Mérito Militar.

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