Marie Claire

Diamantes, el champán de las gemas

Por su efecto centelleante, los griegos pensaban que eran polvo de estrellas, pero provienen de las entrañas de la tierra. Su legendaria atracción se debe a su poder para atrapar la luz.

A finales del pasado noviembre, la compañía minera Lucara, con sede en Canadá, anunció el descubrimiento en Botsuana del mayor y más puro diamante encontrado desde hace más de un siglo. Se trata de una piedra de alta calidad, de 1.111 quilates, que mide 6,5 por 5,6 centímetros y tiene un espesor de 4 centímetros. La prodigiosa gema corresponde a la categoría Type IIa, que se otorga únicamente al 2 por ciento de los diamantes, y solo sería superada en tamaño por el diamante Cullinan, de 3.106 quilates cuando se encontró, conocido como Estrella de África, extraído en Sudáfrica en 1905, y que, una vez cortado en nueve piedras principales y 96 menores, forma parte de las joyas de la Corona de Reino Unido.

Valorar la piedra
Son las cuatro “C” –colour (color), clarity (pureza), carat (quilates) y cut (tallado)– las que establecen el valor de un diamante. Las tres primeras dependen de la naturaleza; el tallado corresponde al hombre. El nuevo hallazgo podría alcanzar un valor superior a los 60 millones de dólares, aunque la compañía Lucara no tiene prisa en desprenderse de ella, ya que el mercado de diamantes ha experimentado un descenso de actividad, debido sobre todo al retraimiento de los compradores chinos.

Normalmente, una compañía joyera, como Graff Diamonds, o un grupo de inversores compraría la gema y utilizaría tecnología de última generación para decidir la mejor y más provechosa manera de cortarla y montarla.

Rey de diamantes
Los primeros diamantes que Occidente conoció provenían de India, aunque hoy ya solo aparecen en el sur de África. El diamante debe su actual prestigio al destino que Luis XIV creó para él. El Rey Sol estaba obsesionado con el brillo, y organizó un sistema de iluminación en las calles de París como no se conocía antes en toda Europa, por lo que desde entonces pasó a ser conocida como 'la ciudad de la luz'. También le gustaban los espejos, y el champán, pero, sobre todo, los diamantes.

569cb7eb5bafe886f9e08131

Diamante Azul

Las perlas para el duelo

Hasta entonces, la gema favorita en las cortes era la perla; de hecho, su madre, la española Ana de Austria, poseía el más célebre collar de perlas conocido en Europa. Sin embargo, su hijo las relegó para los momentos de duelo, y se cubría de diamantes de pies a cabeza para que toda su persona irradiara luz. Su favorito, y el más famoso, era el diamante Azul, tallado en forma de corazón, que llevaba colgado al cuello con una cinta.

El destino del diamante Azul, que antes de ser tallado pesaba 111 quilates y que Jean Baptiste Tavernier –a quien se puede considerar el padre del comercio de diamantes moderno– llevó a Francia desde India, fue muy azaroso. La gema azul en forma de corazón fue robada durante la Revolución Francesa, reapareciendo en Londres en 1812, cuando un comerciante lo hizo tallar de nuevo para facilitar su venta. El corazón, de 69 quilates, se convirtió en una piedra oval de 45 quilates. Hacia 1839, lo compró Henry Philip Hope, y por eso se conoce hoy como el diamante Hope. Desde entonces, adquirió un nuevo tipo de celebridad debido a las desgracias que sufrieron sus sucesivos propietarios. En 1958, el joyero neoyorquino Harry Winston se hizo con la pieza y la donó al Instituto Smithsonian de Washington.

La sencilla montura original de este diamante fue sin duda el primer paso hacia la joyería moderna, con engastes casi imperceptibles. Y de la mano de casas de alta joyería como Cartier y Van Cleef & Arpels, la evolución de la orfebrería siguió el camino de las bellas artes que había comenzado en la corte del rey absoluto.

569cb7eb5bafe886f9e08132

Luis XIV

La place Vendôme
“Nunca hemos hecho nada extraordinario, grande o bonito, aparte de pensar antes y mejor que los demás.” Esta frase de Luis XIV parece destinada al que fue llamado 'el joyero de los reyes y el rey de los joyeros': Alfred Cartier (1841-1925). La historia de esta casa se inicia con la creación de un taller en 1847, que fue ganando prestigio de generación en generación. Cartier consiguió granjearse primero la confianza de la aristocracia europea, después la de la realeza y, finalmente, la de la alta sociedad internacional.

Brillantes leyendas
Pero su prestigio venía de lejos. En 1878, Tiffany & Co., el platero principal de los Estados Unidos y proveedor de joyas y relojes, adquirió en las minas de Kimberley, Sudáfrica, uno de los diamantes amarillos más grandes del mundo, que fue tallado desde sus 287,42 quilates en bruto a sus actuales 128,54. Se talló con 82 facetas, lo que le proporcionó su legendario fuego y brillantez, y desde entonces se conoce como el Tiffany Diamond.

En 1886 la casa introdujo el anillo de compromiso tal y como lo conocemos hoy, diseñado para resaltar los diamantes de talla brillante, elevando la piedra sobre la montura para que irradie la luz.

Por su parte, Harry Winston labró su leyenda en el mundo de los diamantes desde la adquisición de algunas de las piezas más célebres del mundo, como el Jonker, el Nassak o el Hope, y el servicio a una cartera de clientes repleta de caras famosas, desde celebridades como Isadora Duncan, la duquesa de Windsor o Jackie Onassis, a jefes de Estado, durante ocho décadas.

¿Quién adquirirá el fabuloso hallazgo encontrado en Botsuana? ¿Será una de las grandes compañías de intermediación que operan en Amberes, la capital mundial del comercio de diamantes? ¿O tal vez una de las grandes firmas de joyería internacional? ¿O acaso el multimillonario chino Joseph Lau, que en noviembre pasado, coincidiendo con el gran descubrimiento, adquirió por más de 76 millones de francos suizos dos diamantes –azul y rosa– para regalárselos a su hija de 7 años? La leyenda continúa.

Te informa, te ayuda

Marie Claire

Recibe la revista en tu casa desde 29 euros al año

Suscríbete
Suscríbete a Marie Claire
tracking