
Maria Grazia Chiuri devuelve a Dior la magia del bordado en su propuesta Haute Couture Otoño/Invierno 2021-2022
Porque en cuestión de moda no hay expresión más poética que esta técnica artesanal, la directora creativa no duda rendirle tributo en su desfile de Alta Costura
Tras una monumental puesta en escena en el Estadio Panathinaikó de Atenas para exponer su colección Crucero 2022, la expectación en torno a la propuesta Alta Costura Otoño/Invierno 2021-2022 de la maison francesa estaba servida. En esta ocasión, Maria Grazia Chiuri no dudó traer a París los vestigios de su Roma natal y reformular una auténtica joya del barroco romano. La directora creativa de la firma nos invitaba a descubrir el Palazzo Colonna, uno de los palacios privados más grandes y antiguos de la capital italiana, en cuyo interior alberga la Galería Colonna. Si nos situásemos en su epicentro, atravesando toda una sucesión de estancias y columnas majestuosas arribaríamos a la Sala dei Ricami o Sala de los Bordados, cuna de prestigiosas tapicerías que adornan las paredes con la técnica de filo de oro y seda. Toda una fuente de inspiración a la hora de ambientar y vestir su colección.
Para modular el espacio alrededor de la figura del bordado, Dior ofrecía a la artista visual Eva Jospin un auténtico lienzo en blanco: las paredes del Museo Rodin en el que se celebraría el desfile. Conocida por su trabajo creativo en la reproducción de elementos realistas a través de materiales como el cartón, Jospin recrearía una Chambre de Soie a gran escala, o lo que es lo mismo, una Sala de Seda con exquisitos bordados artesanales creando un paisaje imponente, casi mágico. El paso cadencioso de las modelos frente a ellos conseguía elevar cada pieza, cada complemento, cada figura y cada rostro a la categoría de arte.
El bordado establece un diálogo a lo largo de toda la colección, es la máxima expresión de la riqueza artística, de la artesanía hilada por las petites mains de su atelier, expertas en estas técnicas ornamentales que aportan a las prendas luminosidad, peso y esplendor. Así encontraremos detalles de plumas, pedrería y bordados en hilo entremezclados en tejidos como el tweed, las lanas jaspeadas y el tul. Resulta sorprendente la entrada de la rejilla combinada con los anteriores e incluso en forma de bailarinas planas traslúcidas.
En una revisión de la silueta propia del New Look de Christian Dior —1947—, Maria Grazia Chiuri construye un nuevo universo compuesto por faldas de vuelo con forma de corola, cintura marcada y cuerpo ceñido. Del mismo modo, anuncia el regreso de la chaqueta Bar, mito y emblema estilístico de la maison.
En un afán por marcar el talle, destacan las figuras péplum y la omnipresencia del cinturón como complemento imprescindible en vestidos, cuerpos bordados y prendas de abrigo. En la propuesta juegan un papel importante los conjuntos de dos piezas en los que la chaqueta predomina en todas sus formas, acompañando a pantalones de pinzas, faldas plisadas tail hem e incluso bermudas.
No podemos obviar el paso de las capas ni de los tejidos con efecto patchwork, mientras que, en cuestión de accesorios, comodidad y femineidad se dan la mano en botas y gorras de inspiración ecuestre, bailarinas y zapatos planos. Entre los colores de la colección, crudos, grises, azules, negros y tonos tierra siguen tomando la palabra.
En un viaje onírico, los tules ornamentados, la red más preciosista y la gasa hacen su entrada dibujando vestidos etéreos. Todos ellos dejarían estela sobre la pasarela entre plisados, capas translúcidas, espaldas descubiertas atravesadas por sutiles cordones, detalles cut-out y drapeados. El colofón lo podría toda una alegoría a la naturaleza materializada en un vestido de estilo nupcial en el que los pétalos parecen flotar de forma fantástica. En definitiva, Maria Grazia Chiuri y sus petites mains han tejido para nosotros un sueño artístico fascinante que podréis ver a continuación.



















