Mitos sobre la menstruación alrededor del mundo: cuando la regla se convierte en una pesadilla
Estropear la comida, no ducharse ni lavarse el pelo, no tener contacto con otras personas… A pesar de estar en el siglo XXI siguen existiendo mitos y creencias sobre la menstruación ancladas en el pasado.
La menstruación es una parte del ciclo vital de la mujer. O sea, tarde o temprano aparecerá. Pero la forma en la que se afronta es muy distinta en función del lugar de procedencia. Los mitos sobre la menstruación contribuyen a considerarla como algo perjudicial, malo per se, en muchas zonas del planeta, donde se cree que los periodos son motivo de vergüenza y razón para restringir actividades cotidianas de las mujeres y las niñas durante el periodo.
Pero ya sabíamos que la menstruación ha sido durante siglos un gran tabú, hablar de ello estaba mal visto y del que muchas niñas se sentían avergonzadas. Y no es para menos cuando en el país en el que vives existen muchas creencias disparatadas sobre la regla. Si a esto se le añade que en diferentes países subdesarrollados el acceso a los productos sanitarios es complicado, la llegada de la menstruación se convierte en el momento más temido del mes.
Hay muchos mitos a los que parece increíble que se les siga dando credibilidad, como en Nepal, donde las mujeres que estén con el periodo son aisladas en chozas para evitar que entren en contacto con otros seres humanos. En Japón, por ejemplo, las mujeres que están con la regla no pueden realizar trabajo como preparar sushi porque "causan desequilibrio en el sabor". Otras creencias que pueden afectar gravemente a la salud, como la que existe en Afganistán, donde ducharse en esos días es sinónimo de padecimiento de enfermedades, o la de algunas áreas de Colombia, donde las mujeres no se laven ni corten el pelo mientras tienen la regla. En otros países, como en algunas zonas de la India, se aleja a las mujeres de cualquier tipo de vegetal porque se cree que lo arruinarán, o como en áreas rurales de Italia, donde sobrevive la superstición que establece que si una mujer tiene la regla y hornea pan o pastel no subirá la masa. En Malawi, al sudeste de África, no se habla del tema. Tampoco las niñas con la regla pueden hacerlo. Hablar mientras menstrúan, especialmente con hombres, queda prohibido.

Desaparecen de casa durante cinco días al mes. Lo hacen desde los 11 años. No se van muy lejos. Se mudan a la choza frente al edificio principal. Las que tienen choza. Algunas solo cuentan con piedras y ramas de árboles. Durante algo menos de una semana, todas deben permanecer fuera del hogar, donde no puedan rozar a otro ser humano. La regla es clara: si una mujer en período de menstruación entra en contacto físico con otra persona, los dioses harán estallar su cólera sobre su familia. La castigarán con enfermedades, el ganado morirá, el cultivo se arruinará, ella habrá pecado. Por eso algunas mujeres de Nepal cumplen con el chhaupadi, la tradición originaria del hinduismo que las obliga a aislar durante la regla. Tampoco pueden consumir alimentos procedentes de animales ni comer frutas o verduras frescas. Si lo hicieran, el animal moriría y la planta se marchitaría. Su alimentación se reduce a cereales y arroz hervido. En caso de quebrar las reglas, deberán expiar la culpa lavándose en orina de vaca.
Paso corto y seguro
La corte suprema nepalí prohibió el chhaupadi en 2005, pero en el oeste del país, en el fuerte geolocal que forman las montañas, la práctica sigue enquistada. Según Al-Jazeera, en julio una chica de 18 años que dormía en su choza murió por una doble picadura de serpiente. No es habitual que este tipo de sucesos acabe en la prensa. Ser atacada por un animal descarta a cualquier mujer como futura esposa. Un mes más tarde, en agosto, el parlamento criminalizó el chhaupadi. Quien, a partir de 2018, obligue a una mujer con el periodo a vivir en una ghot (así se llaman las cabañas a las que deben retirarse) deberá pagar una multa o pasar tres meses en la cárcel. Pero, pese a la ley, extirpar la superstición de entre las costumbres de la generación anterior llevará su tiempo. Las chicas de Restless Development, una oenegé respaldada por Naciones Unidas, se encargan de acelerarlo. En grupo recorren el oeste de Nepal desmotando los mitos de la menstruación frente a los mayores del poblado. Para que el cambio sembrado en la legislación arraigue en el hábito.

En Japón las mujeres no pueden desarrollar trabajos que son tradicionalmente masculinos, como cocinar suhi, cuando tienen la menstruación porque se cree que “causa desequilibrio en el gusto”.

Aunque la higiene siempre es necesaria, en esos días lo es mucho más, pero en algunos países como Afganistán ducharse al tener la menstruación es sinónimo de enfermedades u otras cosas negativas como creer que “serán infértiles y perderán su dignidad”.

En la India se cree que las mujeres deben estar alejadas de cualquier tipo de vegetal porque supuestamente lo estropean con tan solo tocarlo y de la comida porque creen que pueden contaminarla.

Se tiene la creencia de que si eres mujer y tienes la regla no puedes lavarte ni cortarte el pelo

No se habla de la menstruación y a muchas niñas les llega por sorpresa, sin saber qué les está sucediendo. Entre otras cosas, se les dice a las niñas que no hablen con nadie, y particularmente con varones, mientras estén menstruando.

Se decía que con la menstruación la masa de los pasteles o el pan no subiría o que todo lo que cocinaras iba a ser un desastre.

Uno de los mayores mitos, ya casi extinto y no solo propio de la cultura popular francesa, es que si hicieras mayonesa, se cortaría.

Es muy difícil acceder a los tampones ya que se consideran una amenaza a la virginidad de las chicas, un asunto de crucial importancia en la moral y religión del país.

Uno de los mitos más absurdos: las mujeres deben enterrar las compresas después de usarlas para evitar que atraigan a los malos espíritus.

Las creencias populares defienden que desechar las compresas junto a la basura común puede provocar enfermedades e incluso cáncer.

En Rumanía, entre las personas mayores, se tiene la creencia de que la menstruación marchita las flores.