Marie Claire

La reina Isabel, privada de una de sus mayores alegrías por culpa del coronavirus

La monarca británica se ha visto obligada a renunciar a sus habituales paseos a caballo

Quien conoce a la reina Isabel, sabe que una de sus mayores pasiones es la hípica. Ni su avanzada edad ha hecho que la monarca deje de lado su afición por montar a caballo. Un hobbie al que contribuyeron su abuelo y su padre desde que Isabel tenía tan solo tres años, y que a día de hoy perdura en el tiempo.
Después de casi un centenar de años dedicados a esta pasión, lo inimaginable para la madre de Carlos de Inglaterra era tener que dejar a sus caballos a causa de la llegada de una pandemia mundial, pero así ha sido. Al pertenecer al colectivo de personas de riesgo ante un contagio por Covid-19, la reina Isabel ha estado aislada junto al duque de Edimburgo, en el castillo de Windsor, a pesar de que su marido normalmente prefiere estar en ‘Wood Farm’, su finca de Sandringham.
Según han informado varios tabloides ingleses, el confinamiento ha hecho que la soberana británica se vea obligada a dejar a sus queridos caballos en sus establos mientras el Reino Unido aborda la pandemia. A pesar de estar disfrutando de la compañía de su marido y estar al tanto de la situación del país con varias llamadas diarias, la Reina echará de menos sus habituales paseos a caballo. No obstante, la madre de Carlos de Inglaterra habría renunciado únicamente de manera temporal a estas prácticas, mientras dure la pandemia por coronavirus.
No cabe duda de que tener que privarse de este hobbie es una muy mala noticia para la soberana. A Isabel II le encanta apostar en las tradicionales carreras de caballos, con las que ha conseguido en las últimas tres décadas una grandiosa cuantía de dinero que ronda los 7 millones de libras gracias a más de 500 victorias. Estas ganancias van destinadas posteriormente a los entrenadores de sus caballos y su mantenimiento, que suele ser bastante caro. Actualmente son más de veinte caballos de la Reina los que compiten en el hipódromo, una cifra de la que su padre y su abuelo estarían muy orgullosos. Con tan solo cuatro años, la monarca recibió de manos de su abuelo su primer pony, y más tarde Jorge V dejó a la abuela del príncipe Guillermo como heredera de una cadena de pura sangre.
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