El restaurante más famoso de la televisión abrió sus puertas para recibir a Irene, una catalana dispuesta a encontrar el amor. La joven estaba impresionada, y algo superada por la capital.
"He venido a Madrid para el programa y llevo dos noches sin dormir por el miedo de estar sola en una ciudad tan grande", a lo que añadió: "Aquí me siento como una cateta en Beverly Hills, aunque vaya de 'piji', el barrio y la genética los llevo dentro y tengo pánico a lo desconocido".
Su cita de la noche fue Xavi, un joven, también catalán, al que el amor no le había tratado bien: "No he tenido ninguna relación, he tenido proyectos o prototipos, pero nada de verdad", confesó, situación que achacaba a su carácter bonachón: "Creo que las mujeres prefieren a tíos con un punto cabroncete y yo no sé ser así".

Los dos solteros, bastante nerviosos y acompañados por Carlos Sobera, pasaron al comedor dispuestos a conocerse mejor y descubrir si, a pesar de su inexperiencia en el terreno amoroso, saltaba la chispa entre ellos.
La cita fluyó sin problemas hasta que, en un momento dado, Irene mostró su escepticismo hacia el hecho de que su compañero de mesa no hubiera tenido nunca pareja: "Debe ser muy rarito en algún aspecto" y admitió, que ella, si había tenido un rollete hace pocos meses: "La cosa acabó, eso sí, en una depresión, porque yo, si follo con alguien, me enamoro, no lo puedo evitar".
Tras la cena, el momento de la decisión final no tardó en llegar. Xavi expresó su interés en conocer mejor a su paisana, pero, para su desgracia, una vez más, le dieron calabazas: "Le he visto un poco paradito", zanjó Irene.
