Da igual que sea caro o barato, que el gupillón tenga forma de árbol o que sea de silicona, cuando te das cuenta, el rímel está seco y no solo es que el producto apenas se adhiera a las pestañas, también quedan los típicos grupos que tan poco estéticos son. Pues que sepas que se debe a que casi de manera inconsciente, coges la máscara de pestañas, la abres, sacas el cepillo y vuelves a meterla en el tubo, en un movimiento casi reflejo, con la intención de regular la dosis que quieres sacar. Metes y sacas muchas veces. Ese pequeño detalle es la razón fundamental por la que las máscaras de pestañas se secan antes y generan grumos, además de convertirse en causa de un posible maltrato de las pestañas.
Al final, se introduce más aire del necesario en la máscara, favorece un proceso de secado acelerado y la aparición de grumos y acaba por redurir la vida útil del producto. Si ya de por sí una máscara de pestañas puede hacer que se introduzcan gérmenes en el bote con facilidad, éstas aumentan si hacemos el ejercicio de introducir y sacar varias veces el cepillo. “El aire que entra puede incluir bacterias que corrompan el producto, pudiendo afectar a la salud de nuestras pestañas”, comenta Diana Suárez, directora técnica de RevitaLash Cosmetics.
Un buen consejo puede ser lavarlo tras cada uso, asegurando que queda perfectamente seco. No obstante, en circunstancias normales esto no es necesario, pero sí es recomendable tratar bien el cepillo y el producto sin someterlo a estrés, evitando que penetre más aire del necesario en el recipiente. “Además, dependiendo de los activos que posea una máscara, si entra aire, se facilita que se oxiden”, comenta Diana Suárez..
Además, en esa fase de creación grumos, la aplicación será más complicada y será difícil eliminar los bloques secos que se depositan en las pestañas, dejando un efecto apelmazado. Con lo cual, a la hora de desmaquillar, sufrirán más.