Hay gestos que parecen pequeños pero que dejan huella. Sin lugar a dudas, el perfume es uno de ellos. Esa estela casi invisible que nos precede puede transformar por completo la impresión que damos. Un aroma bien elegido suma puntos a nuestra imagen y no hablamos solo de oler bien: hablamos de sofisticación, carisma y presencia. El perfume es, a menudo, ese detalle que diferencia lo "ordinario" (en el mejor sentido de la palabra) de lo memorable. ¿Cómo dar con ese aroma que lo tiene todo? Parece un reto imposible, pero lo cierto es que elegir un perfume elegante, refinado y duradero es más sencillo de lo que imaginamos. Basta con seguir unas cuantas pautas, abrir la mente y experimentar.
La esencia de la elegancia en un frasco
Aunque a veces lo olvidamos, cada fragancia pertenece a una familia olfativa que determina en gran parte su carácter. Lo interesante es que todas, absolutamente todas -floral, oriental, cítrica, amaderada, chipre, fougère, acuática y gourmand- pueden tener su versión mega elegante. Todo depende de encontrar el equilibrio justo entre personalidad y sofisticación (aunque la primera siempre gana). Una fragancia floral puede ser arrolladora o delicada. Una oriental, cálida o asfixiante. Por eso, más que buscar "el perfume elegante" por excelencia, se trata de dar con ese aroma que conecte contigo, que no grite pero tampoco pase desapercibido. Si eres amante de las fragancias discretas y elegantes para no avasallar con tu presencia estás de enhorabuena, ya que las siguientes recomendaciones se ciñen, a la perfección, a tus deseos.
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Notas clásicas que nunca fallan
Si lo que se busca es elegancia en estado puro, hay ciertos ingredientes que nunca decepcionan. Los grandes iconos de la perfumería tienen en común notas que se repiten como sinónimo de distinción. Hablamos de la rosa de Bulgaria (pura, rica, con matices empolvados), del jazmín sambac, narcótico y luminoso, o del iris, con su acabado ligeramente empolvado que huele a lujo discreto. También la lavanda, si está bien trabajada, puede ser un símbolo de clase. Estas notas han vestido a generaciones enteras y siguen funcionando porque evocan una elegancia clásica que nunca pasa de moda.
Aromas modernos con el mismo nivel de elegancia
Eso sí, la elegancia también se reinventa. En los últimos años han surgido combinaciones inesperadas que consiguen ese mismo efecto sofisticado desde un enfoque más actual. La pimienta rosa, por ejemplo, aporta chispa sin renunciar al buen gusto. Las notas verdes, como la hoja de violeta o el gálbano, actualizan la frescura y la convierten en algo adictivo. Y qué decir del té negro, el ruibarbo o el almizcle limpio: ingredientes contemporáneos que aportan una elegancia etérea. Para las que quieren defender perfumes frescos con alma de lino blanco recién planchado, estas composiciones más ligadas a las tendencias son un acierto seguro.
Las notas que alargan la magia
Elegir bien la base del perfume es clave si buscamos duración. Las notas de fondo son las responsables de que un aroma permanezca horas después de aplicarlo. Aquí es donde entran en juego los grandes pesos pesados de la perfumería: el vetiver, el ámbar gris, la madera de oud (si está bien dosificada), la vainilla natural y ciertos tipos de almizcles. ¿Cómo identificarlas sin volvernos locas en el camino? Fíjate en cómo huele el perfume pasadas unas horas: si sigue presente y reconocible, lo más probable es que tenga una buena base de fondo. Un truco: los perfumes con notas orientales o amaderadas bien construidas tienden a durar más y a dejar una estela envolvente, sin necesidad de ser intensos o de generar fatiga olfativa.
Elegancia de día y de noche, ¿en qué se diferencian?
No todos los perfumes elegantes sirven para todas las horas. Para el día, mejor optar por composiciones más ligeras, pero con altas dosis de personalidad. Aquí brillan los perfumes cítricos nada típicos para las que adoran las fragancias frescas, limpias y elegantes. Limón italiano, neroli, petitgrain o bergamota pueden ser el colmo de la distinción matutina. En cambio, para la noche, las fragancias orientales, ambaradas o chipre sacan su mejor cara. Más intensas, cálidas y profundas, elevan un estilismo sin apenas parpadear. En realidad, la clave del acierto está en la intención que buscas: qué quieres transmitir y cómo quieres que te recuerden.
Dónde aplicar el perfume (y cuántas veces hacerlo)
Por último, el cómo también importa. La manera de aplicar un perfume puede alargar (o acortar) su efecto. La regla de oro es dirigir el perfume a los puntos de pulso: detrás de las orejas, en el interior de las muñecas, en la clavícula o detrás de las rodillas si llevas falda. Estas zonas emiten más calor, por lo que el aroma se proyecta de forma más natural. Evita frotar el perfume tras aplicarlo, ya que puedes romper la estructura olfativa. ¿Y cuántas atomizaciones? Entre tres y cinco, dependiendo de la concentración y la intensidad del aroma. Lo ideal es no saturar, pero sí dejar un pequeño rastro. Porque la elegancia se ve y se huele a partes iguales.
