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Eugenia Martínez de Irujo y sus dos bodas extremas

Con veinticuatro años de diferencia, Eugenia Martínez de Irujo ha dicho ‘sí quiero’ en dos contextos tan dispares que, de haberlo previsto, resultaría impensable.

El veintitrés de octubre de 1998, se casó con Francisco Rivera en la catedral de Sevilla protagonizando el que, sin duda, fue el acontecimiento social del año. Mil cuatrocientos invitados acompañaron a los novios en un día que quisieron compartir con millones de españoles. La boda fue retransmitida en directo por Televisión Española, como si de un enlace real se tratara. Y casi lo era. Se casaba la benjamina de la casa de Alba con el heredero de una dinastía de toreros sin igual. La duquesa de Alba, la aristócrata más importante de nuestra historia reciente era la gran anfitriona de un enlace que para ella lo hubiera soñado cuando, siendo una niña, se enamoró perdidamente del torero Pepe Luis Vázquez. Aquella historia no pudo ser, pero sí la de su hija. Con veintinueve años, se casaba con Francisco Rivera Ordóñez, de veinticuatro, descendiente de los Dominguín, los Ordóñez y el trágicamente fallecido Paquirri. Torero por los cuatro costados y vinculado a Andalucía, la tierra amada por Cayetana de Alba. A priori, las piezas del puzzle encajaban a la perfección.

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Eugenia Martínez de IrujoGtres

Emanuel Ungaro, el prestigioso diseñador francés fallecido en 2019, había sido el artífice del traje de la radiante novia. Un diseño de corte medieval que convertía a Eugenia en la princesa del cuento. La espectacular tiara de platino, brillantes y perlas de la emperatriz Eugenia de Montijo -a la que la novia debe su nombre- coronaba a la contrayente, que no podía parar de sonreír en una mezcla de nervios y emoción. En las puertas del palacio de las Dueñas, la residencia sevillana de la casa de Alba donde se vistió la novia, posó junto a su hermano Cayetano, que ese día ejerció de padrino vestido de Maestrante. Por parte del novio, una impresionante Carmen Ordóñez vestida de azul pavo cumplió con su papel de madrina emocionada.Tradición, pompa y boato se mezclaron en este día en el que la aristocracia se mezcló con el mundo del espectáculo, del toro, de la política y de la farándula. Parejas que eran y ya no son como el actual duque de Alba y Matilde Solís, una espectacular Mar Flores recién ennoviada con Cayetano Martínez de Irujo, unos felices Jesulín de Ubrique y Belén Esteban o, en la misma línea, Enrique Ponce y Paloma Cuevas. Nadie quiso perderse aquella boda de las de antes, de las de toda la vida, a la altura de la gran casa que es la Casa de Alba. Pero, a fin de cuentas, una boda sin final feliz. Veinticuatro años después, Eugenia Martínez de Irujo ha vuelto a dar el ‘sí quiero’ en un contexto que ni imaginado podría ser más distinto. Con cincuenta y cuatro años, vestida de Olivia Newton John y con la felicidad dibujada en el rostro, la duquesa de Montoro ha dejado de ser la princesa del cuento para convertirse en la viva imagen del amor con mayúsculas y sin artificios, el que siente por Narcís Rebollo, al que ha definido en varias ocasiones como el gran amor de su vida.

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Este fin de semana, Las Vegas ha sido el escenario de la renovación de sus votos. Se dieron el ‘si quiero’ en esta ciudad el 17 de noviembre del 2017 y, cinco años después, han confirmado su unión siguiendo la tradición local. Si la primera vez lo hicieron vestidos de Marilyn Monroe y Elvis Presley, en esta ocasión se han convertido en Olivia y John Travolta para gritar su amor a los cuatro vientos, con pelucas, piruetas y saltos de baile incluidos. Rosario Flores ha sido la inesperada madrina del acontecimiento y Mariola Orellana una de las escasas diez invitadas al enlace.

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Esta vez, la novia se ha despojado de la tradición en todos los sentidos y se ha dejado llevar por los sentimientos, sin más. No hay traje de novia, invitados, menú de ceremonia, ni fotos formales para el álbum familiar. Eugenia ha preferido convertir su boda en una fiesta, y Las Vegas es el escenario perfecto para la diversión. Eso sí, en su recuerdo, coincidiendo con el octavo aniversario de la muerte de su madre, un sentido mensaje de la novia en sus redes sociales el 20 de noviembre: “antes de que se acabe el día de hoy, mamá quiero dedicarte lo feliz que soy y lo que te hubiera gustado verme así de enamorada”. Que vivan los novios.

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