Marilyn Monroe sabía lo que hacía. Y de lo que hacía. Su papel en las películas en las que trabajaba acababa siempre siendo el de rubia plana y corta, despistada, vulnerable, seductora y superficial. Era consciente. En algún punto, alrededor de 1954, se aburrió. Rechazó el personaje que le proponían encarnar en The Girl in Pink Tights. Le daba igual que el protagonista masculino hubiera sido adjudicado a Frank Sinatra. No lo quiso aceptar. El estudio que le encomendaba largometrajes, 20th Century Fox, suspendió temporalmente su contrato.
Monroe decidió que sus decisiones eran suyas. Encapotó la noticia de su reprimenda laboral con la de una boda en San Francisco. Tras casarse con el jugador de béisbol Joe DiMaggio, la actriz voló a Asia. En Corea del Sur, cantó a las tropas estadounidenses. A su vuelta, el estudio le abrió las costuras. Renovó su contrato. Solo por aceptar la película que le ofrecieron, recibiría un adelanto de 100.000 dólares. Aceptó. Esta le apetecía. Aunque recayera en el cliché que había intentado evitar. En la adaptación cinematográfica de La tentación vive arriba, Monroe volvía a ser una joven exuberante y atolondrada.
Pero con la película dirigida por Billy Wilder, Marilyn Monroe dejó de ser solo una actriz. Sobre el conducto de ventilación del metro de Manhattan, vestida de blanco, se convirtió en un icono.
'Eva al desnudo'

Tenía 24 años y acababa de divorciarse de su primer marido, un marino destinado a Oceanía con el que había contraído matrimonio mientras aún acudía al colegio. El divorcio había sido casi obligatorio: estar soltera era uno de los requisitos enunciados por el estudio que la había contratado. Escogió el trabajo. De todas formas, aseguraban que solo se había casado con James Dougherty para escaquearse del entramado de casas de adopción en el que parecía atrapada. Ya había sufrido, contaba ella, dos violaciones.
En sus inicios, 20th Century Fox le asignaba papeles pequeños, de relleno. Ejercía de figurante o de personaje anecdótico. En Eva al desnudo, Monroe dio voz y cuerpo a Miss Casswell, una actriz recién graduada sin demasiado cerebro ni reparos para servirse de su físico. Era el contrapunto para Eve Harrington, el personaje de Anne Baxter, una joven aspirante a actriz que trepa desde las butacas hasta el escenario para intentar arrebatarle vida y trabajo a Margot Channing (o sea, Bette Davis), la actriz a la que va a ver al teatro casi a diario.
'Los caballeros las prefieren rubias'

En 1953, Monroe se rio de sí misma. Con Jane Russell, se convirtió en una cantante de provincias dispuesta a salir de la mediocridad. De la económica. El par de amigas se embarca en un crucero transoceánico para que Monroe contraiga matrimonio con un millonario. Pero en alta mar conoce a otro, uno viejo y casado, del que le llueven joyas y agasajos. Su prometido lo descubre a través de un detective y el compromiso se rompe. Lorelei y Dorothy acaban en un salón de baile de París y una acusación de robo sobre sus nombres. Los números musicales, y los conjuntos que visten las actrices, se tatúan en la retina.
'Cómo casarse con un millonario'

Y lo volvió a hacer. Y en el mismo año. Esta vez, con Betty Grable y Lauren Bacall a sus flancos. En Cómo casarse con un millonario, las actrices interpretaron a un trío de amigas que, desde su apartamento alquilado al este de Manhattan, tejen y pespuntan relaciones sentimentales para que el título de la película cobre literalidad. Los sentimientos ya se encargan de que sus propósitos se queden solo en ideas.
'La tentación vive arriba'

Tras cantar en Corea del Sur, Monroe fue La Chica. En La tentación vive arriba, la actriz encarnó a una modelo publicitaria de quien su vecino de piso de abajo se prenda. Richard Sherman ha leído que tras los siete primeros años las probabilidades de adulterio se disparan y, por qué es así la vida, su mujer se acaba de ir con su hijo a la playa cuando su nueva vecina aparece. A ella le dan igual sus fantasías. Solo quiere su aire acondicionado. La escena del vestido blanco, y la interpretación que valió a Monroe su primera nominación a los BAFTA, la encuentras aquí.
'Con faldas y a lo loco'

En 2019 se cumplen 60 años desde que Sugar Kane tocara el ukelele en el vagón de un tren. En la película de Billy Wilder, siempre en la cima de las mejores comedias de la historia del cine, Jack Lemmon y Tony Curtis interpretan a un par de músicos de jazz que ven, por accidente, una reyerta entre gangsters. Para protegerse, solo por si acaso, deciden huir de la ciudad. Pero primero necesitan trabajo y no hay quien dé con uno. Aunque hay por ahí una compañía de jazz femenina que a lo mejor les puede hacer un hueco. Pero no, no puede. Si es que son hombres. Y en un alarde de brillantez, deciden disfrazarse de mujeres. Se les complica el plan cuando conocen a Sugar Kane. Marilyn Monroe encarna a una rubia despistada que canta y ha decidido que jamás volverá a enamorarse. Consigue a un millonario o renuncia al amor. Por esto no merece la pena sufrir. Los disfraces se encadenaron en el vestuario del rodaje como hicieron, meses más tarde, las nominaciones a los Globos de Oro y los Óscar.