Contaba Delmore Schwartz que en los sueños empiezan las responsabilidades y si no, que se lo digan a René Lavand, un famoso ilusionista argentino cuyo más profundo anhelo era hacer magia de cerca. Hasta aquí todo bien si no fuera porque René era manco. Si a la dificultad de hacer magia de cerca se le suma el hecho de valerse únicamente de una mano, volvemos a Delmore Schwartz: al reto de hacer frente a los propios sueños. Pero lo cierto es que René Lavand lo consiguió y al final de sus espectáculos, susurraba: «No se puede hacer más lento» y lograba pequeños milagros armado de una baraja de cartas. Con su única mano, mostraba al público los naipes para probar, con esa candidez natural propia de los mejores ilusionistas, la imposibilidad de cualquier trampa. Y por si esto fuera poco, solía quebrantar una de las reglas básicas de la magia, no repetir nunca un truco, para repetirlo, pero aún más lento. Mucho más lento.

"Cuando ya ha hecho más de 4000 fotos, decide mostrárselas a un amigo, y éste empieza a pasar las páginas del álbum a toda prisa. Perplejo, sin entender, se queja de que todas son iguales, a lo que Auggie, contrariado, le responde: «Nunca lo entenderás si no vas despacio»".
Es en la lentitud donde se revela el truco, y no solo cuando hablamos de magia. No en vano, la última frase que pronuncia Jep Gambardella en La gran belleza es que la vida es solo un truco y estos días, atrincherada en esta pequeña esquina del mundo en la que tengo la sensación de que siempre ocurre lo mismo –mi casa–, viajo a menudo a esa otra esquina, mi favorita. Se encuentra en Brooklyn, para ser más exactos en la intersección de Prospect Park West con la calle 16. Hoy en día, en ella no hay más que un destartalado chiringuito de la Western Union donde probablemente pocos hayan escuchado hablar de la película Smoke, basada a su vez en el relato homónimo de Paul Auster, en la que el actor Harvey Keitel, que interpreta al personaje Auggie Wren, tiene un estanco. Durante 11 años, todas las mañanas a la misma hora, Auggie sale de su estanco y toma una fotografía. Luego revela la instantánea y la guarda cuidadosamente en un álbum. Cada día, la imagen de su esquina es distinta. En un momento dado, cuando ya ha hecho más de 4000 fotos, decide mostrárselas a un amigo, y éste empieza a pasar las páginas del álbum a toda prisa. Perplejo, sin entender, se queja de que todas son iguales, a lo que Auggie, contrariado, le responde: «Nunca lo entenderás si no vas despacio».Jep tenía razón: la vida es un truco. Pero de eso solo te das cuenta al final de las películas o en las esquinas en las que por fin se empieza a detener el tiempo.Esta columna apareció originalmente publicada en el número 392 de Marie Claire.
Es en la lentitud donde se revela el truco, y no solo cuando hablamos de magia. No en vano, la última frase que pronuncia Jep Gambardella en La gran belleza es que la vida es solo un truco y estos días, atrincherada en esta pequeña esquina del mundo en la que tengo la sensación de que siempre ocurre lo mismo –mi casa–, viajo a menudo a esa otra esquina, mi favorita. Se encuentra en Brooklyn, para ser más exactos en la intersección de Prospect Park West con la calle 16. Hoy en día, en ella no hay más que un destartalado chiringuito de la Western Union donde probablemente pocos hayan escuchado hablar de la película Smoke, basada a su vez en el relato homónimo de Paul Auster, en la que el actor Harvey Keitel, que interpreta al personaje Auggie Wren, tiene un estanco. Durante 11 años, todas las mañanas a la misma hora, Auggie sale de su estanco y toma una fotografía. Luego revela la instantánea y la guarda cuidadosamente en un álbum. Cada día, la imagen de su esquina es distinta. En un momento dado, cuando ya ha hecho más de 4000 fotos, decide mostrárselas a un amigo, y éste empieza a pasar las páginas del álbum a toda prisa. Perplejo, sin entender, se queja de que todas son iguales, a lo que Auggie, contrariado, le responde: «Nunca lo entenderás si no vas despacio».
Jep tenía razón: la vida es un truco. Pero de eso solo te das cuenta al final de las películas o en las esquinas en las que por fin se empieza a detener el tiempo.