Durante años, el estatus estuvo vinculado al ocio y la opulencia. Vaya, a una vida con pocas responsabilidades y mucho goce. Sin embargo, algo ha cambiado en las últimas décadas y no tenemos muy claro cómo ha sucedido esto. Ahora, el agotamiento y la hiperproductividad se han convertido en nuevas formas de prestigio. En su libro La revolución del estatus: La increíble historia de cómo lo vulgar se convirtió en sofisticado, Chuck Thompson expone cómo, según un estudio de la Columbia Business School de Nueva York, "un estilo de vida ocupado y con exceso de trabajo, en lugar de un estilo de vida ocioso, se ha convertido en un símbolo de estatus aspiracional". Lo vemos, en especial, en redes sociales, donde compartir jornadas laborales interminables se ha convertido en una señal de éxito.
La transformación del estatus: de los lujos a la sobrecarga
En el pasado, el estatus se demostraba con objetos lujosos y exclusivos: coches de lujo, casas ostentosas y vacaciones en playasparadisíacas. Hoy, en cambio, se mide por la cantidad de horas trabajadas y la falta de descanso. Como explica Thompson, el exceso de trabajo como cómo símbolo de estatus es una realidad. "Buenas noticias para los mineros del carbón, las camareras de hotel y el personal de trabajo agotado de todos los centros de trabajo “simplificados” de Estados Unidos que emplean a menos personas para hacer más trabajo: ¡los que trabajáis sesenta horas a la semana, contestáis mensajes de texto de vuestros colegas en el váter y consultáis los correos electrónicos del trabajo en la cama estáis ascendiendo!", afirma con ironía el historiador.
Redes sociales y la romantización del agotamiento
Las redes sociales han convertido el agotamiento en un trofeo digital. Desde hashtags como #HustleCulture hasta publicaciones de influencers que presumen de madrugar a las 5 a.m. para maximizar su productividad, el mensaje es claro: trabajar sin descanso es deseable. Como apunta Thompson, "en un mundo en el que los perros callejeros y las horas extraordinarias no pagadas se han convertido en símbolos de virtud, no debería sorprender que la noción de estatus se ajuste a menudo a la famosa definición de pornografía del Tribunal Supremo: lo reconoces cuando lo ves, y sueles tener sentimientos encontrados cuando lo ves".

La revolución del estatus, la increíble historia de cómo lo vulgar se convirtió en sofisticado
Chuck Thompson
La estetización de la productividad extrema en el trabajo
En plataformas como Instagram y TikTok, el cansancio ha adquirido un valor estético. Tazas de café gigantes, escritorios con luz tenue y ojeras convertidas en tendencia son parte de la narrativa visual del "trabajo duro". Según el autor, las marcas de lujo han comprendido que la escasez y el exceso pueden coexistir en un mismo producto, como lo demuestra la moda del "normcore" y la ropa de diseño que imita el desgaste. El agotamiento, lejos de verse como un problema (o, mejor dicho, una epidemia), se ha convertido en una medalla de honor.

El coste real de esta "revolución del estatus"
El problema de esta glorificación del agotamiento es que tiene consecuencias físicas y mentales devastadoras. La Organización Mundial de la Salud ya ha reconocido el burnout como un fenómeno ocupacional, pero la cultura digital sigue empujando la narrativa de que descansar es para los débiles. El sector del lujo y el estatus ha encontrado la manera de vender incluso la extenuación como un bien aspiracional, destaca Thompson con su discurso.

Es momento de replantear nuestras nociones de estatus y éxito. En lugar de medir el valor personal en función de la carga de trabajo, podríamos recuperar el significado del bienestar y la tranquilidad como símbolos de triunfo. Las redes sociales seguirán dictando tendencias, pero somos nosotras quienes decidimos cuáles perpetuar. Quizá sea hora de que el lujo más codiciado no sea la extenuación, sino el tiempo libre.