Con la llegada del buen tiempo, el armario pide a gritos un respiro. Atrás quedan los tejidos pesados, los tonos oscuros y las capas interminables. Es el momento perfecto para hacer balance, liberar espacio y dar paso a las prendas que realmente acompañarán los días de sol, las escapadas de fin de semana y los eventos al aire libre. El cambio de armario no es solo una cuestión de orden: es una oportunidad para reconectar con nuestro estilo y renovar energías a través de la moda. Y si hay una prenda que representa como ninguna otra la ligereza, feminidad y versatilidad de esta temporada, es el vestido. Esta primavera-verano, hay cinco modelos que marcan la pauta y que no deberían faltar en ningún guardarropa bien pensado.
El vestido camisero: la prenda comodín que nunca falla
Funcional, elegante y atemporal, el vestido camisero es ese básico de fondo de armario que vuelve temporada tras temporada con nuevos matices. En tejidos vaporosos como el lino o el algodón, es ideal para jornadas largas en la ciudad o escapadas improvisadas. Este año se reinventa en tonos pastel, rayas finas y estampados florales, sin perder su esencia relajada y estructurada. Con cinturón para marcar la cintura o en versión oversize para un look más desenfadado, combina igual de bien con sandalias planas, alpargatas o incluso zapatillas blancas. Un imprescindible para quienes buscan estilo sin complicaciones.

El vestido lencero: sofisticación sin esfuerzo
Inspirado en la estética de los años 90, el vestido lencero vuelve a conquistar con su caída fluida y sus acabados delicados. Satén, tirantes finos, escote en pico y colores suaves —como el champán, el rosa empolvado o el azul cielo— lo convierten en la opción perfecta para eventos de noche, cenas especiales o incluso bodas informales. Esta temporada, se lleva con blazer de lino por el día y sandalias de tacón por la noche. Su capacidad para estilizar la silueta y añadir un aire sexy sin ser evidente lo hacen irresistible a cualquier edad.

El vestido bohemio: espíritu libre y romántico
Nada evoca mejor la esencia del verano que un vestido bohemio. Largo, con volantes, bordados o detalles artesanales, es el compañero ideal para paseos al atardecer, mercadillos de fin de semana o festivales. Los tonos tierra, los estampados paisley y los tejidos como el algodón orgánico o la gasa ganan protagonismo esta temporada. Lo mejor de este modelo es su capacidad para aportar movimiento y frescura al look, mientras deja espacio para accesorios llamativos como pendientes grandes, bolsos de rafia o sandalias con tiras.

El vestido midi de punto: equilibrio entre elegancia y comodidad
El punto sigue siendo una de las texturas más deseadas del armario de primavera-verano, y en versión vestido se convierte en un acierto seguro. Midi, ajustado pero sin marcar en exceso, y en tonos neutros o vibrantes, este modelo permite pasar del día a la noche con solo cambiar los complementos. Su versatilidad lo convierte en un aliado infalible tanto para la oficina como para una cita. Acompañado de mules, bailarinas o cuñas, tiene ese toque effortless chic que eleva cualquier estilismo con un mínimo de esfuerzo.

El vestido de flores: el clásico que se renueva cada año
La primavera no sería lo mismo sin el estampado floral, y este año no es la excepción. Desde las flores liberty hasta los prints más grandes y coloridos, el vestido floral se adapta a todo tipo de gustos y figuras. Mini, midi o maxi, con escote en V, mangas abullonadas o espalda descubierta, este modelo se transforma para acompañarte tanto a un picnic como a un evento de día. Ideal con sandalias de tiras, cangrejeras o incluso botines, es el vestido que mejor encarna la alegría de la temporada.
