Con el pistoletazo de salida el sábado pasado a las rebajas de enero las tiendas están a rebosar. Da igual a qué hora del día vayas porque por lo menos durante estas primeras dos semanas van a estar siempre hasta la bandera. Esta locura colectiva de compras en rebajas que se repite año tras año es algo que todas vemos desde fuera como clientas: "las cajeras tardan mucho en cobrar", "las dependientas no quieren ir a buscar tallas dentro", "la cola de los probadores es interminable", "están mal etiquetadas las prendas"... ¿Te suenan estas frases? Estoy segura de que todas las hemos dicho, por lo menos, en alguna ocasión. Y es que todas tenemos esa visión como clientas de las rebajas pero, ¿cómo lo viven desde dentro las dependientas? Ponerse en el lugar del otro no es fácil, especialmente en la tiranía de que "el cliente siempre tiene la razón" en la que vivimos y que muchas veces nos hace perder la empatía hacia la otra persona, pero es necesario. Sobre todo en un momento tan exigente como son las rebajas. Aunque a día de hoy tengo la suerte de poder decir que soy periodista y vivo de ello, pero durante más de cinco años trabajé como dependienta en tiendas de ropa: Inditex, Tendam, Parfois, Etam... Prácticamente da igual en qué tienda de ropa pienses porque lo más seguro es que haya trabajado en ella. Y sino, en alguna muy similar. Además en todos los puestos posibles: en caja, atención al cliente en tienda, probadores, almacén... Así que sí, puedo decir que de trabajar de cara al público sé bastante. Por eso a raíz del debate que se creó la semana pasada con la noticia de que Zara iba a empezar a pedir a los clientes que perchasen la ropa en el probador, me pareció una buena idea hacer una guía práctica de cómo nos gustaría a las dependientas que fuesen nuestras clientas, especialmente ahora en temporada de rebajas. No es una crítica ni una queja como tal, sino una oda al civismo y a la empatía.
Mantener las cosas ordenadas no cuesta nada

No, no queremos que las clientas ordenen la tienda porque para eso estamos nosotras, pero hay unos mínimos que si todas las clientes tuviesen conseguirían un ambiente mucho más ordenado en todos los sentidos. No se trata de doblar las camisetas ni los pantalones al milímetro, pero sí de si cogemos una cosa pero al final no la queremos, dejarla lo más cerca de donde la cogimos en un primer lugar. O de recoger las cosas si se nos caen al suelo.
Los productos mal etiquetados no están hechos a propósito

Una de las quejas que más se repiten en cajas es que el precio que marca en la etiqueta no se corresponde con el que refleja la terminal cuando escaneamos el código de barras. Algo que además suele ir acompañado de una mala cara. Vengo en son de paz y a arrojar un poco de luz sobre este tema: las etiquetas las ponemos las dependientas a mano una a una, por lo que después de poner trescientas etiquetas es completamente posible que nos hayamos confundido en una. Y no pasa nada, no significa que queramos cobraros más a posta: lo vemos juntas en caja y conseguimos una solución para ambas partes. Sin drama.
No es que no queramos entrar a por tallas, es que está todo fuera

La frase de "es que la dependienta no ha querido ni entrar a mirar si había tallas" es una de las más repetidas en rebajas. Las tiendas funcionan a su máxima capacidad en esas semanas y todo el stock de rebajas que entra se suele sacar prácticamente de inmediato a tienda para venderse. Así que no, no es que no queramos entrar a por tallas al almacén es que en un 99% de los casos todas las prendas están fuera (y sí, pido perdón por adelantado por ese 1% de las veces en las que igual sí había talla dentro pero no nos daba la vida para entrar).
Establecer un número máximo de prendas por probador no es un capricho

Si ya de por sí las colas en los probadores suelen ser colas interminables, en rebajas estas se multiplican escandalosamente. Y esta es precisamente la razón por la que es necesario llevar un control de prendas que se pueden pasar a los probadores. Si con cinco prendas por persona ya hay cola, ¿imaginas la que se formaría si dejásemos que cada una entrase con las prendas que quisiese? Tardaríamos horas en entrar. Y sí, no cuesta nada darle la vuelta a la ropa que no queramos y entregársela a la dependienta medio colocada.
Una sonrisa no cuesta nada

Vale no era mi intención acabar con un mensaje positivista como la que más, pero no lo he podido evitar. Al final las dependientas pasamos muchas horas en las tiendas, perdiéndonos celebraciones con amigos o familiares (vale que esto suele ocurrir en muchos trabajos, pero ahora estamos centradas en este exclusivamente), y en ocasiones puede ser agotador tanto física como mentalmente. Por no hablar de los objetivos de ventas que hay detrás, que como clientas no vemos pero que están constantemente en la cabeza de las dependientas. Así que no, no cuesta nada ser amables y no olvidarnos que al final una dependienta no deja de ser una persona como nosotras, con sus problemas y sus preocupaciones.