En un bolso de noche el fondo lo forra una capa de braille compuesto por migajas de pan cuyo trayecto ni Sherlock Holmes podría recomponer y las monedas de dos céntimos, emancipadas de una cartera demasiado grande para un bolso tan pollypocketiano, acaban incrustadas en la barra de labios. Solo lo necesario tiene cabida en un clutch. Por eso el método para detectar la presencia de drogas en bebidas que han ideado tres adolescentes de Miami es estrecho y transparente. Se camaleoniza en la noche. A menos que bebas cerveza. Aunque también, pero entonces sí te mirarían mal. Porque el utensilio es una pajita que cambia de color al entrar en contacto con la droga.
Comenzó como un proyecto para el colegio y acabó por ganar la categoría de Instituto en el concurso de ideas de negocio organizado por el Miami Herald. Las autoras, Susana, Carolina y Victoria, estudiantes del instituto Gulliver de Miami, tienen entre 16 y 17 años. Les preocupaban las cifras que alcanza la violencia sexual en los campus universitarios estadounidenses. Para la elaboración de la pajita, realizaron un estudio en la Universidad de Northwester: la mitad de los participantes afirmó conocer a alguien a quien le habían mezclado drogas en la bebida y el 85 % aseguró que emplearía la pajita.
No es la primera vez que surge un proyecto así. Hace unos años, la Universidad de Carolina del Norte desarrolló un pintauñas que (una vez aplicado, que ya sabemos que el frasco no cabe en el bolso) cambia de color al entrar en contacto con las drogas más comúnmente encontradas en bebidas que no debían contenerlas, éxtasis líquido (GHB) y Rohypnol. A finales de 2016, habían recibido ya más de cinco millones dólares para echarlo a rodar. Las chicas de Miami también comienzan a engrasar su motor: planean registrar una patente y ya cuentan con un inversor.