La sangre guipuzcoana de Máxima de Holanda: estas son las raíces españolas de la royal

La futura monarca de Holanda es descendiente de los Zorroguieta, una familia vasca que se trasladó a Argentina.
Máxima de Holanda

En el ADN de Máxima de Holanda podemos encontrar raíces españolas e italianas. El pequeño municipio de Elduain, ubicado a 35 kilómetros de San Sebastián, cuenta con 200 habitantes y una gran historia royal que contar. En este recóndito lugar se encuentra el caserío Sorreguieta, edificado hace casi tres siglos y cuna de los antepasados vascos de Máxima de Holanda. Los dueños del lugar están más que acostumbrados a que los curiosos que conocen la historia del caserío, se detengan delante de su propiedad para echar un ojo. El actual propietario es Migue Egüés, hermano de Ana María Egüés, la mujer que tuvo la oportunidad de conocer a Jorge Zurreguieta, padre de la royal. Se trataba de una prima lejana que falleció hace una década.

Máxima y Guillermo de Holanda - GTRES

El padre de Máxima pisó Euskadi tras aceptar la invitación del Gobierno de José Antonio Ardanza, en calidad de presidente de la Fundación vasco-argentina Juan de Garay. El Diario Vasco se hacía eco entonces de las palabras de Ana María: “Llegó aquí con guardaespaldas y todo. Era un hombre majo”, explicaba al citado medio local. Una vez aterrizó en Buenos Aires, envió una carta a la fallecida anciana para agradecerle la hospitalidad con la que le habían acogido en la pequeña localidad vasca. La misiva iba acompañada de una foto en familia con la fachada del caserío en 1994. Zorreguieta fue exsecretario de Estado de Agricultura durante la dictadura del general Videla, y en la carta le comentaba que se había casado en dos ocasiones y fruto de sus relaciones había tenido siete hijos, entre ellos se encontraba la futura Reina de Holanda, aunque por aquel entonces nadie podía imaginarlo. En la imagen vemos a la royal posando de pie a los 23 años de edad.

Máxima de Holanda de pequeña - GTRES

Corría el año 1790 cuando José Antonio Sorreguieta y Oyarzábal Gamboa y Sagastume, comerciante de profesión, emigró a Argentina. En el periódico La Nación, el presidente de la Fundación Juan de Garay explicó cómo su antepasado se afincó en País Vasco. Las tres primeras generaciones se criaron allí “hasta que mi abuelo se fue a Mendoza. Después, papá nació en Buenos Aires, como yo”, de la misma manera que ocurrió con Máxima de Holanda. El entrevistado estaba muy orgulloso de sus raíces: “Mi bisabuelo, Mariano Zorreguieta, por ejemplo, fue vicegobernador de Salta y un reconocido historiador. También descubrí que, por una línea familiar, llegaba a una princesa incaica”. Según él, la royal “ha heredado las virtudes esenciales de los vascos: la honradez, el carácter, el trabajo y el valor de la palabra empeñada”.

Jorge Zorreguieta visitó a Ana en una segunda ocasión, y Máxima también lo hizo cuando era joven. El padre de la royal se envió varias cartas con la anciana durante varios años, hasta que finalmente perdieron el contacto por completo. España tiene un lugar muy especial en el corazón de la futura Reina de Holanda, ya que fue también en nuestro país donde conoció a su actual marido. El flechazo tuvo lugar en 1999 en una fiesta organizada en la Feria de Sevilla. Una amiga de la pareja hizo de celestina y presentó a los que se convertirían en marido y mujer. Guillermo y Máxima hablaron, bebieron y bailaron hasta el amanecer.

Familia Real holandesa en la Feria de Sevilla - GTRES

Guillermo de Holanda visitaba asiduamente a su novia en Estados Unidos, donde vivía por motivos laborales. Poco a poco se fueron enamorando hasta anunciar su compromiso en enero del año 2001, pasando por el altar al año siguiente. La pareja tuvo tres hijas; Catalina Amalia, Alexia y Ariane, con las que ha visitado la Feria de Sevilla. La familia está enamorada de España, y en más de una ocasión se han dejado ver por Madrid o por la capital andaluza. Máxima ha conseguido inculcarles a sus hijas y a su marido su gran amor por España. Precisamente el pasado mes de enero, la royal y su hija Amalia fueron pilladas paseando por las calles de Madrid como cualquier ciudadano, en compañía de su perro Mambo. Ambas lucían gafas de sol y caminaban por las zonas más céntricas de la capital, dejándose llevar por la belleza de sus fachadas. Madre e hija se pararon a almorzar en una terraza e hicieron algunas compras juntas.

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