Paula Klein nos habla sobre la maternidad y el feminismo en su nuevo libro

EL Neorruralismo, la maternidad y el feminismo son algunos de los temas que atraviesan la segunda novela de Paula Klein, que refleja cómo los anhelos de ayer son también los de nuestro tiempo.
Paula Klein y su novela Las brujas de Monte Veritá

Durante el confinamiento por la COVID-19, fue mucha la gente que se planteó dejar las grandes ciudades e instalarse en el campo para reconectar con la naturaleza. Ante este fenómeno, la escritora argentina Paula Klein (Buenos Aires, 1986) decidió indagar "qué tanto de los preceptos ecologistas de inicios del siglo XX estaban presentes en las utopías neorrurales de nuestra época".

De esta investigación ha aflorado una fascinante novela ensayística que desempolva la historia real de las mujeres que hicieron posible la comunidad protohippie Monte Verità (Suiza).

¿Qué es lo que más te interesaba de visibilizar a las mujeres de este micromundo?

Al escribir la parte histórica, quise darles la voz a las mujeres de la comunidad, sobre todo a Ida Hofmann y a Mary Wigman, pero también a otras como la baronesa y mecenas Antoinette de Saint-Léger (que vivió en las Islas Brissago y apoyó a los monteveritanos y a muchos artistas de la época).

Y a Lou Andréas Salomé o a Franziska von Reventlow, que fueron grandes intelectuales del momento que se planteaban cuestiones como la emancipación de las mujeres o la relación entre erotismo y maternidad.

Otras figuras femeninas como Lotte Hattemer o la pintora Sophie Benz son también importantes porque sus suicidios, en los que interviene el psicoanalista Otto Gross, testimonian las condiciones de vida terribles de las mujeres que no tenían familia ni patrimonio en una comunidad tan anárquica.

Por otro lado, a pesar de que la comunidad quería ser un lugar de libertad total, muchas de las teorías que se pusieron en práctica crearon conflictos, sobre todo, en lo ligado al rol de las mujeres.

Paula Klein y su novela Las brujas de Monte Veritá - Instagram @paulaklein.t

Por ejemplo, el ideal de imponer un matriarcado chocaba con la misoginia de los discursos anarquistas y libertarios que se oponían a la emancipación de la mujer. La liberación sexual y la búsqueda de un mayor erotismo dejaba también sin respuesta el problema de qué hacer con los niños nacidos de las uniones libres.

¿Cómo ha sido el proceso de documentación?

Me pareció llamativo que en la mayoría de los estudios se hablaba de los hombres "profetas" (Otto Gross, Rudolf von Laban, Gusto Gräser o Erich Mühsam). Cuanto más leía, más me molestaba lo poco que se hablaba de las mujeres de la comunidad. Incluso de Ida Hofmann, cuyos escritos y panfletos feministas son accesibles.

De Mary Wigman tampoco se hablaba demasiado. Aunque es un personaje mayor de la danza moderna, pareciera que su figura queda eclipsada por la de Rudolf von Laban. Además, cuando se habla de las mujeres, se señala su rol como algo más bien secundario.

Suelen ser las que inspiran a los hombres o las víctimas de los experimentos del lugar. Me parecía necesario revisar eso. Hubo muchas víctimas, pero también hubo visionarias y creadoras que tuvieron vidas largas y llenas de logros.

Las mujeres no fueron libres en esta utopía. ¿Qué pasó con ellas?

Aunque fue una comunidad muy avanzada en sus ideales protofeministas, las mujeres fueron las que pagaron el precio más alto por defender su libertad. De alguna manera, todos los integrantes de Monte Verità fueron, en menor o mayor medida, cobayas de las teorías que se experimentaron allí. Pero las mujeres fueron las que más sufrieron.

Algunas terminaron con trastornos psicológicos graves que las llevaron, en los peores casos, al suicidio. Otros personajes como Elisabeth Dörr, la mujer de Gusto Gräser, o Hetty Rogantini-de Beauclair muestran también la situación durísima que vivieron los niños y sus madres frente a la gran precariedad material e institucional.

¿Qué hace que las utopías tengan algo de perverso?

Rousseau explica que toda utopía y toda idea de progreso parten de una búsqueda de perfectibilidad. Es lo que nos diferencia de otras especies, pero esos sueños suelen contener el germen de su perversión.

Monte Verità fue uno de los lugares en los que más claramente se concretizó el deseo de escapar a los males de la época a través de una utopía. La novela se pregunta si esos proyectos están destinados a fracasar. Pero si pensamos que estamos en pleno siglo XXI con planteamientos similares, la cuestión se transforma más bien en la de la continuidad de ciertos proyectos.

¿Cómo ha sido poner en diálogo esta historia con la de la protagonista contemporánea de la novela?

Me interesaba pensar cómo esa utopía del pasado conectaba con los infinitos proyectos de vuelta a la naturaleza que surgen hoy en día y que se intensificaron tras la pandemia. Lo del "eco-pueblo" en Ariège, por ejemplo, está inspirado en el planteo que le hizo su pareja a una amiga (de la protagonista).

El proyecto de Lucía, la amiga que se vuelve a Argentina y que sueña con fundar lo que ella llama con ironía un "gineceo pampeano", también está inspirado en esos sueños que a veces tenemos con amigas de dejar a los hombres e irnos a vivir juntas, ese sueño de que todo sería más fácil entre mujeres. El desafío de la novela era pensar si esa historia de inicios del siglo XX tenía algo para decirnos sobre el presente.

¿No es el movimiento neorrural una forma más de escapismo?

La novela retoma algunas ideas o sueños neorrurales actuales para analizarlos desde diferentes puntos de vista. Me gustaba conectar esos ideales bastante edulcorados con la rudeza de una vuelta a la naturaleza radical como la que experimentaron los monteveritanos.

Entonces aparecen los clichés de nuestra generación: el campo de Lucía parece un paraíso pastoril, es un campo bucólico, idílico que sólo puede existir en Garcilaso de la Vega. El campo de Adrien (pareja de la protagonista) con el proyecto de huerta permacultural "sin petróleo" es más rudo, pero aun así es un lugar creado por hípsters urbanos.

Recomendamos en