Los hábitos de higiene a menudo se consideran universales, pero pueden cambiar con el tiempo. A medida que envejecemos, la piel cambia y se vuelve más frágil y sensible. ¿Es necesario seguir duchándose a diario o conviene ajustar los rituales? Esta cuestión, que afecta tanto a la salud como al confort, merece una atención especial, sobre todo porque los dermatólogos advierten del impacto de los hábitos repetitivos en el envejecimiento de la piel.
Efectos del envejecimiento en la piel y relación con la cantidad de duchas que deberíamos darnos
Cuando envejecemos, la piel experimenta cambios importantes. Uno de los cambios más notables es la reducción de la producción de sebo. Esta sustancia, producida por las glándulas sebáceas, forma una barrera natural que protege e hidrata la piel. Con el paso de los años esta capacidad disminuye, volviéndose la piel más seca y vulnerable. Este fenómeno se ve potenciado por la pérdida de elasticidad y una mayor sensibilidad a las irritaciones y a las influencias externas. Aunque estos cambios pueden parecer inofensivos, tienen un impacto importante en las necesidades de la piel. Unos hábitos de higiene demasiado frecuentes o demasiado agresivos pueden agravar esta sequedad y debilitar aún más la delicada superficie de la piel.
Recomendaciones de una dermatóloga
¿Debemos ajustar la frecuencia de las duchas? Los dermatólogos son unánimes: es esencial mantener la película hidrolipídica, la capa protectora natural de la piel cuando envejecemos. Por ello, recomiendan limitar el número de duchas, especialmente en épocas frías o secas. En lugar de lavarse por completo todos los días, un enfoque específico puede ser más beneficioso para la salud de su piel. La Dra. Sylvie Meaume, experta en dermatología, aconseja preferir la limpieza local de las zonas esenciales y evitar la exposición prolongada al agua y a los productos de limpieza que pueden dañar esta fina capa protectora.

Consejos para una buena higiene y cuidado de la piel
Puedes mantener una excelente higiene sin dañar tu piel realizando algunos ajustes sencillos. En primer lugar, la elección de los productos de aseo es fundamental. Se recomiendan jabones suaves y sin fragancia o aceites de ducha humectantes para evitar mayores daños a la piel seca y sensible. También presta atención a cómo secas tu piel: seca tu piel con palmaditas con una toalla en lugar de frotarla vigorosamente, ya que esto puede irritarla. Además, puede ser útil aplicar una crema hidratante después de cada ducha o limpieza para restaurar el nivel de hidratación de la piel y fortalecer su capa protectora natural.
Áreas clave para limpiar diariamente
Una higiene a medida no significa descuidar lo básico. Los dermatólogos enfatizan la importancia de limpiar diariamente ciertas partes del cuerpo. Esto incluye las axilas, las zonas íntimas y los pies, donde a menudo se acumulan el sudor y las bacterias. Estas zonas requieren una atención especial para evitar olores desagradables e infecciones. Sin embargo, una limpieza completa de todo el cuerpo, especialmente con productos agresivos, puede limitarse a 2 o 3 veces por semana, dependiendo de las necesidades personales.

Otras recomendaciones para proteger tu piel a medida que envejeces
La temperatura del agua y la duración de las duchas a menudo se olvidan, pero son elementos cruciales para el bienestar de la piel. El agua demasiado caliente puede dañar la piel eliminándole sus aceites naturales. Por ello, los dermatólogos recomiendan ducharse con agua tibia para un confort óptimo y sin efectos no deseados.
En cuanto a la duración, no es necesario prolongar el placer: de 5 a 10 minutos son suficientes para una ducha eficaz y respetuosa con la piel. Estos pequeños cambios pueden hacer una gran diferencia en el mantenimiento de la salud de la piel a largo plazo. Con estos consejos prácticos, cuidar tu piel a medida que envejeces se convierte en una cuestión de equilibrio y de escuchar las necesidades de tu piel. Cada piel es única y adaptar tus rutinas de higiene puede ayudarte a mantener el bienestar, tanto diario como a largo plazo.
Este artículo se publicó originalmente en Marie Claire Bélgica por Claire De Wilde. Traducción y adaptación: Anna Pardo.