Qué es el smellmaxxing: la tendencia que define la íntima (y hasta obsesiva) relación entre los jóvenes y los perfumes

Hablamos del movimiento juvenil que alza los perfumes en símbolo de estatus y que abre un intenso debate sobre el consumismo.
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El universo de las fragancias atraviesa uno de sus momentos más vibrantes. El sector del perfume crece de manera imparable: los informes de consultoras globales confirman que las ventas no dejan de subir en todos los continentes, y cada temporada aparecen nuevas casas que logran conquistar tanto a expertos como a iniciados en la materia. Lo sorprendente es que, lejos de ser un terreno reservado a coleccionistas de edad media o avanzada, los más jóvenes (en especial, los hombres) se han convertido en protagonistas de esta fiebre olfativa. PerfumeTok, los contenidos virales en redes sociales, la aspiración al lujo y el magnetismo de los creadores digitales han generado un boom con nombre propio: smellmaxxing. Tanto The Guardian como The New York Times se han detenido a analizar este fenómeno que revela mucho más que una moda pasajera.

A primera vista, parecería que hablamos del simple gusto por oler bien, pero la realidad es más compleja. Lo que era un gesto clásico (rociar un par de pulverizaciones antes de salir de casa) se ha transformado en una obsesión por coleccionar, mezclar y analizar cada acorde como si de vino o café se tratara. Fragancias convertidas en conversación diaria en las puertas de los institutos, adolescentes que saben diferenciar entre cuero ahumado y absoluto de iris, todo ello configura una cultura en la que la pasión se mezcla con la presión social, la estética digital y la promesa de pertenencia a una comunidad global.

Qué hay detrás del smellmaxxing y por qué es una tendencia con luces y sombras

Origen y reinado en redes sociales

El smellmaxxing nace en TikTok, ese laboratorio inagotable de tendencias juveniles (y no tan juveniles). En dicha red social, chicos y chicas de entre 12 y 20 años empezaron a hablar de cómo "maximizar" su olor personal combinando fragancias comerciales, ediciones limitadas, perfumes de autor y hasta dupes low cost. El término alude a "potenciar el propio olor", a llevar la experiencia al siguiente nivel. Lo curioso es que esta práctica creció en un contexto marcado por la pandemia: durante los distintos confinamientos, personas alejadas del placer olfativo descubrieron que los aromas podían acompañar, proteger o incluso trasladar a lugares lejanos. De repente, no se trataba de seducir en una cita o de dejar huella en una comida, sino de sentir algo más profundo e indescriptible.

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Una generación que domina de notas y acordes

Mientras sus padres se conformaban con clásicos eternos como CK One, los centennials piden para su cumpleaños un frasco de Black Orchid de Tom Ford o discuten en foros de internet sobre la nota de tabaco en Le Male Elixir. Para ellos, los aromas son sinónimo de lujo y poder, una forma de diferenciarse en clase, en una primera cita o incluso en un entrenamiento. El lenguaje que emplean sorprende: hablan de sillage, de proyección, de acordes especiados o atalcados como si fueran auténticos entendidos.

Los influencers de perfumes, personajes claves en esta historia

El fenómeno no puede comprenderse sin la figura del creador de contenido Jeremy Fragrance, con millones de seguidores, es quizá el más conocido, pero cada día aparecen nuevas voces en PerfumeTok que recomiendan fragancias para un primer beso, para ir a la universidad o para una salida nocturna. Sus reseñas son tan teatrales y adictivas que los seguidores compran sin haber olido antes el frasco. Aunque cueste creerlo, el storytelling es tan potente que muchos jóvenes se sienten parte de una especia de club exclusivo con solo escuchar dichas descripciones.

La línea que divide el lujo y los dupes accesibles

Ahora bien, no todo es alta perfumería. Si bien algunos adolescentes destinan sus ahorros a piezas de Loewe o Byredo, otros prefieren recurrir a alternativas más asequibles. Zara ofrece propuestas que encapsulan el aura de un best seller por menos de 20 euros, y esto democratiza el acceso a un juego que, queramos o no, también habla de clases. Eso sí, el debate entre autenticidad y copia está sobre la mesa, porque para ciertos frag heads (una de las palabras estrella de la jerga de los jóvenes amantes de la perfumería) la experiencia no solo radica en el olor, sino también en la historia y la exclusividad detrás de cada creación.

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La cultura DIY y el auge de los perfumes indies

El smellmaxxing también ha impulsado la curiosidad por dar vida a esencias propias. En Reddit y YouTube proliferan tutoriales de jóvenes que se adentran en la alquimia casera, mezclando fijadores, absolutos y compuestos aromáticos en busca de una firma realmente personal. Tal como ocurrió con los microbrewers (cuyo mundo giraba en torno a la cerveza) los panaderos artesanos (que subieron como la espuma en pandemia), han surgido perfumistas autodidactas que luego fundan su propia marca indie.

Un juego de luces y sombras

Entre los aspectos positivos destaca la forma en que los aromas se convierten en expresión singular de la personalidad. Ya no se trata de género ni de edad: cualquiera puede llevar un perfume de autor sin rendir cuentas. También es un ejercicio creativo que estimula los sentidos y fomenta la experimentación mental y manual entre jóvenes que raramente dejan atrás una pantalla.

Sin embargo, no todo es purpurina. La presión social por llevar un perfume de coste prohibitivo a los 14 años plantea preguntas sobre consumismo y expectativas irreales. Algunos padres se preocupan por ver a sus hijos ahorrar durante meses o pedir para su cumpleaños una fragancia de más de 200 euros solo para no quedarse fuera de la tendencia. Al mismo tiempo, la obsesión por acumular decenas de frascos puede derivar en un vínculo poco saludable con el consumo, especialmente en edades tan tempranas como las que tratamos. El smellmaxxing, en su cara menos amable, refleja también la ansiedad de pertenencia en un mundo hiperconectado que solo selecciona a aquellas personas con un bolsillo lo suficientemente abultado como para no quedarse fuera de juego.

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