Esta casa de campo de una foodstylist es un paraíso hecho a medida: las claves de la decoración

Entramos en la casa de campo de la foodstylist Marta Muñoz-Calero en el pantano de San Juan. Un refugio para los sentidos donde paisaje y estilo se funden con el espíritu gourmand.
Casa de campo de la foodstylist Marta Muñoz-Calero en el pantano de San Juan

Fue el deseo de hacerse con una casa funcional y de estilo racionalista lo que hizo a Marta Muñoz-Calero, fotógrafa y estilista de gastronomía, emprender la aventura de esta fantástica vivienda en el pantano de San Juan.

"La familia de mi marido tiene una residencia aquí desde que él nació y nada más casarnos nos hizo mucha ilusión tener nosotros la nuestra. Encontramos esta parcela con una panorámica sensacional y cuatro años después emprendimos el proyecto de construcción", cuenta.

La zona de comedor de la casa, con muebles de aire industrial y un enorme ventanal abierto al paisaje. - Gema López

La arquitecta Paula Rosales, del estudio More &Co Arquitectura Biosaludable, se encargó de su diseño. "El terreno era muy escarpado y nos propuso hacer una casa que colgara, realizada en hormigón y cristal. Es en realidad un doble cubo con dos frontales transparentes que potencian sus fabulosas vistas", explica Marta.

La casa cuenta con objetos de aquí y de allá

"El pequeño jardín de la entrada, con lavandas, romeros rastreros, brezos y tomillos, lo he diseñado personalmente. El resto está salvaje, con pinos, piedras, jaras y enebros. También tengo una huerta de plantas aromáticas y un arce japonés", dice mientras paseamos por el exterior.

Casa de campo de la foodstylist Marta Muñoz-Calero en el pantano de San Juan - Gema López

"Contar con este paraíso a una hora de Madrid es maravilloso. Venimos todo el año. En invierno damos paseos por las playas del pantano, hacemos excursiones por los pueblos de alrededor y mi marido y mi hijo Pablo montan en moto por el campo. También nos gusta invitar a amigos y organizar comidas y juegos de cartas".

Con piezas de diseño de tiendas madrileñas como La Europea, Federica & Co, Pere Capdevila o El Teatro de los Sueños, Marta ha ido articulando los diferentes espacios abiertos de la planta superior.

Marta Muñoz-Calero en la terraza, con espectaculares vistas al pantano. - Gema López

Comedor, sala, zona de trabajo y cocina comparten el mismo espacio diáfano, en el que solo unos escalones dividen recibidor, comedor y cocina de su salón e improvisado despacho. Todo bañado por una increíble luz e impresionantes vistas del pantano gracias a la enorme cristalera, que comunica esta primera planta con su terraza-porche posterior.

La cocina destaca por su verticalidad, y aunque está aislada del resto por un muro y cuenta con una puerta, un generoso cristal frontal permite ver la actividad de quien la habita. "La mesa del comedor es de madera rústica antigua sin tratar.

Salón de la casa de campo de la foodstylist Marta Muñoz-Calero - Gema López

Me enamoré de ella nada más verla en un desembalaje de antigüedades. La decoración de esta casa es muy sencilla, con piezas industriales que he ido seleccionando. Ante todo, he buscado la comodidad. Voy comprando poco a poco muebles y objetos que me gustan", dice Marta.

Destaca en el ambiente el equilibrio entre practicidad y diseño, con elementos originales que le dan un toque personal. Como un carrito originario de una fábrica de coches, hoy convertido en un divertido mueble bar –atestado de botellas coloristas y copas de cristal vintage–.

Además, una chimenea coronada por unos espejos antiguos procedentes del Rastro madrileño y unos huesos de kudú, unas estanterías metálicas que exhiben trofeos de caza mezclados con libros de fotografía o golf y cámaras antiguas, auténticas reliquias.

Chimenea del salón de la casa de campo de la foodstylist Marta Muñoz-Calero - Gema López

En la zona de trabajo de esta apasionada de la gastronomía, los libros de cocina tienen un lugar privilegiado, junto a evocadoras polaroids familiares y sus veneradas velas de Acqua di Parma.

"Lo que más me gusta es cocinar. Pablo, mi hijo de nueve años, me ayuda mucho y a veces pienso que va a ser chef, como mi hermano Javier. Ensayo recetas, me llevo revistas y mi cámara para hacer fotos para mi portfolio. Salgo a la terraza con el ordenador y una copa de vino y aprovecho para adelantar trabajo. Esta visión del pantano me ayuda a relajarme", asegura esta foodie.

Y mientras su marido se entrega a su pasión por la carpintería en el garaje, donde ha montado su taller, Pablo, el pequeño de la familia, se une a las labores de bricolaje de su padre o sale al bosque con su madre a recoger níscalos cuando es temporada.

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