Puso sobre el papel, Ana Isabel García, más conocida como Gata Cattana, en su poemario La escala de Mohs, apelando a los de su oficio, que escriben y dejan huella en el imaginario del mundo con su compás y sus letras, que tienes que “merecerte la vida hasta el punto de que tu muerte parezca una injusticia”. A ratos parecía que intuía el futuro, premonitoria como ninguna, porque su marcha a los 26 años a causa de un fallo cardiaco, hace ya cinco, fue de todo menos un acto de justicia.
Gata Cattana llegó en 2012 con su música y su revolución, que no es más que la nuestra propia, implorando: “tengo boca, no hablen por mí”, pidiendo cuentas ante una sociedad inmersa hasta los topes de un lodo machista, plagada de convicciones que solo convencen a aquellos que se benefician de ellas, mientras la otra mitad del planeta miramos la realidad con recelo, porque esa realidad nos expulsa, porque esa realidad no quiere entre sus normas nuestras ideas, porque esa realidad solo quiere de nosotras la carcasa.
Vino Ana y se cambió el nombre y cantó con la rabia en la garganta propia de quienes saben que lo que expulsa por la boca es ácido e inflamable y de todo menos apetecible a los oídos de quienes gozan del privilegio. Vino ella con su verdad enfrascada en poemas y canciones, firme y demandante: “deja de poner impedimentos, déjame ser otra cosa que no sea un cuerpo” y le rapeo fuerte y con gracia al sistema y dejó bien claro que iba a ser cualquier cosa menos dócil, porque, aunque la carta de la libertad nos la vendieron bien temprano, en cuanto pisamos las calles en la adolescencia, sin la mirada permanente del adulto, a las mujeres nos la arrebataron de nuevo: “yo hago lo que quiero, bajo el: niña, no andes sola”. Todas sabemos muy bien a qué sabe esa falsa autonomía.
Gata Cattana se salía de la norma hasta en el rap, encajando en sus versos: filosofía, historia, literatura y cultura clásica, con cientos de rimas referenciales, apelando a Antígona, Rubén Darío, Sivia Federicci o Rosa Luxemburgo, haciéndoles hueco en su protesta porque, aunque los siglos avancen a velocidad vertiginosa, ella seguía palpando la desigualdad y exigiendo cambios en las manifestaciones, firme y combativa, completamente segura de que por desgracia “las cosas no han cambiado demasiado a días de hoy”.
Hace 5 años que Gata Cattana escribió su última estrofa, una de esas frases disidentes que a menudo irrumpe de nuevo sobre nosotras en forma de pintada o graffiti sobre un muro, resistiéndose a ser olvidada, versos que ya son perennes sobre sus libros, letras inmortales envueltas en canciones donde cabe la certeza de que su voz no se apagará nunca. Hoy subid los decibelios de la música y escuchadla fuerte, a ver si ella también nos escucha a nosotras. Seguimos sumidas en tu revolución Gata, porque también es la nuestra. Unidas somos un ejército de titánides, ya lo dijiste tú en una de tus canciones: “nunca me sentí sola porque estábamos juntas”.