Albert Einstein fue mucho más que el creador de la teoría de la relatividad y efecto fotoeléctrico. El físico alemán de origen judío es considerado el científico más importante, conocido y popular del siglo XX y su legado tiene también relación con la filosofía.
Tal y como leemos en Muy Interesante, el camino del alemán se cruzó en numerosas ocasiones con la cultura nipona, que fue fruto de inspiración para alcanzar la codiciada felicidad. En uno de sus viajes a Japón, el científico se hospedaba en un hotel de Tokio cuando un mensajero se presentó ante su puerta con varias cartas. Al querer agradecer el trabajo al cartero, Einsten buscó monedas, pero no tenía ninguna a mano. Así, le obsequió con el mejor regalo del mundo, su "teoría de la felicidad" resumida en dos frases.

"Si quieres una vida feliz, vincúlala a un objetivo, no a personas o a objetos"
Las dos frases que forman parte de la teoría son las siguientes: "Una vida humilde y tranquila trae más felicidad que la persecución del éxito y la constante inquietud que implica" y "Donde hay voluntad, hay un camino". Además de estas afirmaciones, Einsten basó su vida en una lección que dicta lo siguiente: "Si quieres una vida feliz, vincúlala a un objetivo, no a personas o a objetos".
De este modo, el científico defiende que la felicidad se encuentra en uno mismo y en los objetivos vitales que uno mismo se marca. Lejos queda la idea de volcar nuestro bienestar en nuestros seres queridos o en aquellos objetos de gran valor sentimental. Para el alemán, lo importante es mantener la mente siempre abierta y conversar una actitud curiosa. El aprendizaje y la creatividad nos sirven para descubrir nuevos caminos cada día.