Las parejas literarias que marcaron historia por su amor prohibido

Amores imposibles, sentimientos apasionados, triángulos amorosos… Estas son algunas de las historias románticas más apasionadas que marcaron la literatura de siglos atrás.
Virginia Woolf y Vita Sack Ville

Entre los primeros tanteos de un juego inicial y la nostalgia inteligente de los viejos amantes, podemos preguntar dónde quedó el gran amor de los escritores y escritoras que se convirtieron en leyenda. Como advirtió Kafka, las cartas son proclives a crear universos artificiales y paralelos. Para sostener dentro de sí el amor, para no dejarlo caer. 

Estas son algunas de las parejas literarias que marcaron historias por sus aventuras románticas.

Scott Fitzgerald

Zelda y Scott Fitzgerald: bellos y malditos

La pareja de moda de los años 20 se bebió la década siendo jóvenes y exitosos. Las cartas que Zelda y Scott se intercambiaron a lo largo de su vida —publicadas en castellano por Ramón Vilà Vernis, Querido Scott, Querida Zelda (Lumen)— revelan uno de esos amores con infinita capacidad de tragedia y perdón, exceso y locura. En tu novela, reescribiste a uno de los personajes para que se pareciera a mí, incluso usaste trozos de mi diario personal. Soy más que una musa, soy parte y autora de tu carrera. No existe Scott Fitzgerald sin Zelda Fitzgerald.

El resto de la vida de Zelda se convirtió en una sucesión de entradas al psiquiátrico. Scott no dejó de responder a sus cartas hasta la semana anterior a su muerte en 1940. Zelda, que falleció ocho años después, hizo lo propio: La luz del sol se apaga junto conmigo. Pienso en ti y en mí, viviendo en el sur, en una casa a lado de algún valle que rejuvenezca con la primavera. Sé que no sucederá. Será en otra vida, Scott. En 1975 fueron enterrados en la misma tumba. ¿El epitafio? El final de El gran Gatsby. Y así seguimos adelante, botes contra la corriente, empujados incesantemente hacia el pasado.

Virginia Wolf

Virginia Woolf y Vita Sack Ville: en cuerpo y alma

Cuando las dos escritoras se conocieron, Woolf había publicado solo tres novelas y Sackville-West era más conocida. Aunque la relación íntima entre ambas fue más breve, su amistad duró desde 1923 hasta la muerte de Virginia Woolf en 1941. Al igual que sus cartas. Al mismo tiempo, toda la seducción, amor, deseo, alegría y frustración dio como resultado que la de Bloomsbury escribiera sus mejores novelas.

Vita Sack Ville

Por su parte, el deseo que Sackville-West engendró en Woolf también impregnó su escritura. Acabo de poner flores en tu habitación. Y tú estás allí sentada. Qué puedo decir. Únicamente que te quiero y que tengo que vivir en medio de esta tarde rara y tranquila pensando en ti sentada allí sola. Cariño, mándame unas líneas... Me has hecho muy feliz. Escribía Woolf. 

Y Vita contestaba: Me duele tu ausencia más aún de lo que podía imaginar —y estaba preparada para sentirla no poco—. Así que esta carta no es más que un chillido de dolor. Es increíble lo esencial que has llegado a ser para mí.

Benito Pérez Galdós

Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán: los más íntimos

Emilia Pardo Bazán se separó de su marido José Quiroga en 1883 al este haberle exigido que eligiese entre la literatura y su matrimonio. La escritora no dudó, y eligió las letras. A partir de entonces, comenzó a verse con Benito Pérez Galdós gracias a una admiración a que se transformaría en amor entre las calles de Madrid. Hay en mí una vida tal afectiva y física, que puedo sin mentir decir que soy tuya toda: toda, me has reconquistado de muchas maneras y más que nada porque nunca me habías perdido; porque te quise ayer y te querré mañana, escribía Pardo Bazán.

Por su parte, Galdós era muy discreto, y no sorprende que no se conserven las cartas que circularon en dirección contraria. El idilio amoroso duró tres años, pero su amistad, décadas. Tienes la gracia del mundo y me gustas más que ningún libro. Yo sí que debía renunciar a la lectura y deletrearte a ti solo. Hay mil corrientes en mi pensamiento que sólo contigo desahogo.

Carmen Laforet

Carmen Laforet y Elena Fortún: lazos de admiración

Carmen Laforet es una joven que acaba de ganar el Premio Nadal y conoce a su admirada Elena Fortún. El contenido de todas esas cartas unió a las dos escritoras, que apenas se vieron personalmente, pero que lograron un enamoramiento y conexión espiritual. En el inicio del intercambio epistolar, Fortún tenía 59 años y Laforet, 26. 

Elena Fortún

Un epistolario donde las dos mujeres dialogan en la distancia para alejar la soledad, para despejar las dudas. Carmen Laforet, sobre la actitud ante la vida, comentaba: ¿Qué es el valor? Sé que al fin el dejarse ir, el coger la vida, lleva a la destrucción. Sé también que la renuncia, muchas veces, lleva a otro estado de alma más sereno, más puro. 

A lo que Fortún responde: Tú, Carmen mía, tienes un espíritu maduro que me asombra. Tienes razón, el dejarse ir, lo que llaman vivir la vida, las lleva a la destrucción. Ese saber renunciar, ese podar los pequeños y grandes deseos es ir hacia un estado de pureza que es el camino del reino de Dios.

Idea Vilariño

Idea Vilariño y Onetti: en carne viva

Largo e intenso. Así fue el vínculo amoroso entre la poetisa y el escritor desde los años cincuenta hasta el final de la vida de Juan Carlos Onetti en 1994. El epistolario romántico comenzó en el 31 cumpleaños de la uruguaya mediante una carta audaz de ella. Hoy me mandaron tantas flores como si me casara o si me hubiera muerto. No miento si digo que el más franco placer me lo causó su carta, el simple sobre.

Juan Carlos Onetti

La correspondencia entre ambos siempre gozó de melancolía y deseo. Montevideo era los recuerdos, el aire de playa, la ancap, los amigos. Ahora tiene la cara de Idea. Pensando en ti, mirándote sin dejarte caer, escribía Onetti en 1952. Hasta el final del intercambio, ambos fueron dos seres salvajes que no pudieron salvarse mutuamente. Aun así, en el transcurso de los años, Idea Vilariño siguió escribiendo. Como tú y Edith Piaf, Je ne regrette rien

Federico García Lorca y Salvador Dalí

Lorca, Dalí y... Buñuel

Fue un amor erótico y trágico, por el hecho de no poderlo compartir, afirmó Salvador Dalí en 1986. La relación entre él y Federico García Lorca dio pie a un intenso epistolario. Lorca dio lo mejor de sí mismo, tratando de encandilar con su verso a un Dalí que quiso estar a la altura intelectual del poeta: Yo iré a buscarte para hacerte una cura de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Tú te acordarás que eres inventor de cosas maravillosas. 

Sin embargo, la dura crítica que hizo el pintor sobre Romancero gitano resultó en el distanciamiento que sería aprovechado por un celoso Luis Buñuel, que acabó realizando con Dalí el guion de Un perro andaluz. Título del que Lorca siempre se sintió aludido. Buñuel, también amigo de Lorca, terminó rompiendo la relación con él, en discordancia con su enamoramiento de Salvador Dalí. Y el poeta seguía: No es el Arte la luz que nos ciega los ojos. Es primero el amor, la amistad o la esgrima.

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