Marisa Moya, psicóloga infantil, advierte de un modelo de crianza muy extendido: “Muchos padres temen frustrar a sus hijos y les desprotegen sin saberlo”

¿Estamos confundiendo respeto con ausencia de límites? El nuevo pódcast de la Fundación Botín reabre el debate sobre cómo criar con firmeza, afecto y presencia real
Marisa Moya, psicóloga infantil, advierte de un modelo de crianza muy extendido: “Muchos padres temen frustrar a sus hijos y les desprotegen sin saberlo”
Foto: @fundacionbotin - Marisa Moya, psicóloga infantil, advierte de un modelo de crianza muy extendido: “Muchos padres temen frustrar a sus hijos y les desprotegen sin saberlo”

Educar nunca ha sido tan cuestionado como hoy. Entre discursos contradictorios, modelos idealizados en redes sociales y una sobreinformación paralizante, muchas familias se mueven entre la nostalgia de la autoridad de antes y el miedo a traumatizar del presente. La Fundación Botín ha querido poner palabras a esa inquietud silenciosa que recorre tantos hogares con una pregunta incómoda y necesaria: ¿Niños felices o pequeños dictadores?

Ese es el título del último episodio de su pódcast Las preguntas de la Fundación Botín, en el que participan la psicóloga Marisa Moya y el terapeuta Tomás Navarro. Con enfoque crítico y sin recetas mágicas, ambos reflexionan sobre los límites, el rol adulto, la sobreprotección y la necesidad de educar con criterio. Una de las advertencias más contundentes la lanza Moya:

“Muchos padres temen frustrar a sus hijos y acaban desprotegiéndolos sin saberlo”.

Y añade:

“Educar no es evitarles el conflicto, sino enseñarles a transitarlo. La frustración no daña; lo que desestructura es crecer sin referentes claros”.

El riesgo de confundir respeto con ausencia de límites

Desde la Fundación Botín explican que la permisividad extrema —cada vez más común— no favorece la libertad, sino que genera inseguridad emocional.

“Cuando no hay límites claros, el niño se queda sin referentes. Y un niño sin estructura no se siente libre, se siente desorientado”.

En su experiencia con familias y centros escolares, han observado cómo la renuncia al papel orientador del adulto —muchas veces por miedo a ser autoritarios— está generando niños que no saben tolerar el no, ni enfrentarse a decisiones con seguridad emocional.

“La autoridad positiva guía sin humillar, corrige sin castigar, y establece normas desde la escucha y el ejemplo”, explican. “No se trata de volver al modelo vertical del pasado, sino de evolucionar hacia una autoridad que eduque desde la coherencia emocional”.

Estas ideas no son aisladas. Daniel J. Siegel, autor de El cerebro del niño, también destaca que una crianza sin límites coherentes puede afectar el desarrollo de la autorregulación y la resiliencia.

Marisa Moya, psicóloga infantil, advierte de un modelo de crianza muy extendido: “Muchos padres temen frustrar a sus hijos y les desprotegen sin saberlo”
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Premiar y castigar: una pedagogía que ya no sirve

“El sistema de palo o zanahoria ya no funciona”, sostiene Tomás Navarro. “No estamos criando mascotas que respondan a órdenes, sino ciudadanos que deben aprender a pensar, decidir y asumir consecuencias”.

Desde la Fundación insisten en que este tipo de educación —basada en el control externo— modifica la conducta a corto plazo, pero no construye una motivación sólida ni una brújula moral interna.

“Un niño que actúa solo por obtener recompensa o evitar castigo no está aprendiendo el valor de lo que hace. Está respondiendo a una estrategia de supervivencia emocional”.

Por eso promueven el uso de consecuencias lógicas: respuestas proporcionales, conectadas con el acto y explicadas con respeto.

“Si no estudia, no podrá explicar un tema; si no recoge sus cosas, no podrá usarlas después. No hay castigo, hay aprendizaje real”

Autonomía sin abandono: el reto silencioso

Uno de los mensajes más potentes del episodio es que el verdadero problema no es la sobreprotección, sino la falta de criterio a la hora de ejercer la influencia educativa. “Muchos adultos se han quedado sin referencias. No saben cómo ser padres sin repetir lo que vivieron, pero tampoco encuentran modelos nuevos sólidos”, explica Moya.

Desde la Fundación Botín proponen fomentar la autonomía con decisiones cotidianas: dejar que los niños organicen su mochila, participen en elecciones familiares o elijan entre opciones viables.

Marisa Moya, psicóloga infantil, advierte de un modelo de crianza muy extendido: “Muchos padres temen frustrar a sus hijos y les desprotegen sin saberlo”
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“Estas pequeñas prácticas fortalecen la autoconfianza, la responsabilidad y el sentido de compromiso. Ser autónomo no es estar solo, es sentirse capaz con el respaldo del adulto”.

La psicóloga canadiense Deborah MacNamara, autora de Rest, Play, Grow, también insiste en esta idea: “Los niños necesitan libertad para explorar, pero no a costa de la conexión afectiva”.

La presión de las redes y la fantasía del padre perfecto

Tanto Moya como Navarro coinciden en que la presión digital está distorsionando la forma en que educamos. En redes sociales, la crianza se muestra como algo dulce, estilizado y perfectamente medible.

“Eso genera frustración, autoexigencia y una sensación de fracaso constante en las familias”, advierten.

La Fundación recuerda que una crianza realista implica aceptar el conflicto y el error.

“Educar implica decidir. Y no siempre sabremos si lo hemos hecho bien. Lo importante es estar disponibles, revisar nuestras decisiones, y no educar desde el miedo ni desde la moda”

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Lo que necesita un niño: estructura emocional, no perfección

“El mensaje clave —concluyen desde la Fundación— es que educar no es evitar el malestar, es acompañarlo. No es eliminar la frustración, sino ayudar a gestionarla. No es complacer, es enseñar a vivir con sentido”.

Y esa educación no empieza en el niño, sino en quien educa. Moya lo deja claro en el cierre del pódcast:

“Si no decides tú cómo educar, lo hará la inercia. O lo harán las redes. Educar bien es un acto de coraje: el de asumir tu papel adulto con conciencia, firmeza y respeto”

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