El 6 de marzo, en un escenario prácticamente vacío, el del Teatro del Soho de Málaga, Ángela Molina recogerá el Goya de Honor, un galardón que la ha ilusionado y que le hizo reaccionar al enterarse de una manera curiosa: “con una gran carcajada antes de dar las gracias, debería haber sido al revés, pero sentí un torrente de alegría incontrolable”, dice esta actriz que engrandece el mundo de la escena con sus interpretaciones, ha trabajado con los mejores y no ha permitido que su belleza natural sea alterada por nada, dejando paso a unas canas y unas arrugas que lo único que han conseguido es elevar aún más un atractivo innato y perenne lleno de serenidad. ¿Queréis ver como ha ido cambiando?... lo tenéis a continuación.

Los genes de Ángela Molina son heredados y compartidos por una dinastía de artistas, su padre, Antonio Molina, cuya voz le convirtió en un mito del mundo de la música, fue su maestro desde la infancia. Con las notas de “Soy minero” o “Cocinero, cocinero”, comenzó a entrarle gusanillo de las tablas e inició un camino que la convertiría en estrella del cine internacional. Porque Ángela ha sido dirigida por Buñuel, Ridley Scott, Marco Bellocchio, Alain Tanner o Pedro Almodóvar, en una carrera que está labrada en base unos roles que en sus manos se convertían en magníficos. Su debut en la gran pantalla vendría con el filme ‘No matarás’, en 1974, justo al borde de iniciarse la Transición en España, más tarde vendrían otros títulos como ‘La Sabina’, dirigida por Luis Borau, ‘Ese oscuro objeto del deseo’, a las órdenes de Luis Buñuel, o ‘¿Qué he hecho yo para merecer esto?’ y ‘Carne trémula’ de Almodóvar.

Así, película tras película pasa a formar parte de las actrices más reconocidas y mejor pagadas. Su paso por televisión comenzó con la serie ‘Hermanas’ y más tarde con ‘Gran Reserva’, pero de nuevo le llegó un gran éxito al protagonizar junto a Penélope Cruz ‘Los abrazos rotos’, también del director manchego. No es hasta 2002 cuando hace su primera incursión teatral con ‘Troya’, en el festival de Teatro Clásico de Mérida’, y tiene, tal y como ha declarado recientemente, el deseo de interpretar un ‘Lorca’, “por todas las afinidades que siento en lo que él me transmite de su arte, siento que le debo eso, siento que necesito de él”.

Tiene 65 años y nada le frenó para dirigir sus pasos a otras facetas artísticas, como la canción, recibiendo las mejores críticas por su intervención en ‘Las cosas del querer’, de Jaime Chávarri. Pero Ángela Molina, además de ser un ‘monstruo’ de la escena, es esposa, madre y abuela, para ella lo importante son sus cinco hijos, Olivia, Mateo y Samuel, nacidos de su relación con el fotógrafo y realizador francés Hervé Tirmarche, y Antonio y María Isabel fruto de su matrimonio con Leo Blasktad, un empresario ibicenco de origen canadiense con el que se lleva diez años, y también sus cuatro nietos de los que confiesa estar enamorada y le dan vida, porque adora la alegría y la energía que dan los bebés, la infancia y la juventud, pero está contenta con no haber retocado ninguno de sus rasgos con operaciones estéticas, por no cambiar no ha trasformado ni siquiera su imagen con esa melena larga y perfectamente cuidada que ha ido aclarándose con las canas de la edad. No os perdáis la evolución de su belleza natural.
Dinastía de artistas
Nacida en el seno de una prestigiosa familia de artistas, su padre, Antonio Molina, fue su mentor y quien la ayudó a realizar su sueño de convertirse en actriz, una profesión que la llevado al estrellato internacional.

Increíble personalidad
Desde su juventud, Ángela Molina ha ido formado un carácter tranquilo y siempre buscando la alegría, la serenidad, pensar muy bien lo que dice y, sobre todo, la sinceridad son rasgos fundamentales de su personalidad.

Su seña de identidad
Esa melena de la que no quiere deshacerse es su seña de identidad, en alguna ocasión la tiñó de rubio, pero por exigencias del papel, casi siempre ha sido el moreno el tono de su cabello para después dejar que las canas afloren sin ocultarlas y presumiendo de su edad.

No se le borra la sonrisa
Es muy difícil ver a la actriz sin esbozar una sonrisa, solo algún duro momento que ha vivido la ha borrado de su cara, para ella, como siempre ha dicho, la vida es un regalo y hay que ser feliz, por eso busca la alegría y no la pena.

Enamorada de su familia
Su profesión es muy importante en su vida, pero su familia es fundamental para sentirse plena, su marido, Leo Blasktad, sus cinco hijos y sus cuatro nietos, uno nacido recientemente, el 3 de febrero, "el mismo día que yo pero de otro mes", según ha comentado, son su motor real.

Maravilloso karma
Quienes la conocen de cerca dicen que tiene un áurea que desborda magnetismo, su hablar pausado, mirando a los ojos, comprendiendo al interlocutor y dando sus sensatos pareceres, relajan a quienes la rodean haciéndoles estar a gusto.

Premios por doquier
Ángela Molina ha recibido numerosos premios, el David de Donatello, la Concha de Plata del Festival de Cine de San Sebastián, varios Fotogramas de Plata, un Sant Jordi, dos Biznagas del festival de Cine de Málaga y ahora el Goya de Honor.

Entrañable poderío
Con la Medalla de Oro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en su haber, la actriz, que también cuenta con reconocimientos internacionales, no es altiva ni tiene aires de diva, su poderío lo demuestra en cada una de sus interpretaciones y siendo como es.

Una imagen de por vida
Y aquí está hoy, con ese pelo largo y suelto como a ella le gusta llevar, conservando una silueta envidiable a sus 65 años y demostrando, una vez más, que es una actriz que engrandece el cine y cualquier medio de interpretación.
