Mirar la colección de Eckhaus Latta hace pensar en la tristeza insoportable de lo que llevamos puesto.
Hay una cosa excepcional: unos vestidos veraniegos o blusas de algo que parece tul. Unas transparencias sutiles de formas muy irregulares que dejan a la mujer como envuelta en una gasa finísima después de salir de un Mad Max. Delicados celestes, membranas de refrescantes limas. Hay algo de insecto, de flor. Esto es precioso; las formas son mínimas, solo apuntes. ¿Puedo usar la palabra “exquisito”?
Son muy divertidos. Hay un traje que parece lo más tradicional de la colección, con un tono ochentero, que guarda un efecto muaré escondido en su tejido de espiga. La mujer parece vibrar de energía, una alucinación.
Los colores son hermosos, sin cursilería, sin empacho. Un azul que de lejos da impresión de denim, pero que es suave y brillante; unos azules de algas de Poseidón mezclados con impresiones de flores pequeñas sobre un fondo entre dorado y cerámico de inspiración africana. Depurados grises metálicos junto a un verde lima.
La mujer de Eckhaus Latta es anchurosa a veces, con amplios hombros que le dan imagen de forzuda. Sus cortes suelen tener la forma del paracaídas. La sensación es de que viene de otro sitio y para algo urgente. Largos brazos terminan en puntos discordantes. Aprovechan las articulaciones: los codos, las muñecas, las rodillas, allí es donde su ropa acaba sin acabar, manteniendo siempre una tensión nueva.
Un talle largo en la chaqueta como de torero de Siam que sin embargo sorprende, y pantalones que parecen una necesaria corrección al horrible final tobillero, lamentablemente extendido.
Sus finales son desconcertantes. Acaban sus ropas en puntos donde nunca acaban. Esto da un sentido de mínima protesta, un aire de incomprensión. Rompen sin ruido las convenciones.
Los escotes son sorprendentes. Ignoran el escote ordinario. El canalillo ahora me parece atroz. Tienen una auténtica obsesión con la zona del diafragma. Arañan en sus prendas jirones en zonas nuevas: la exacta parte huesuda bajo el cuello o las enormes posibilidades entre el esternón y el ombligo.
En otras prendas el escote es decidible. Una cremallera permite mostrar la barriga de la mujer embarazada.
Abren la ventana a un interés infinito en zonas sin nombre.
Y juegan sobre un fondo minimalista, sobrio, adusto a veces. Asimetrías que son algo más, pues de sus vestidos nacen otros, como proyectos o posibilidades. Una interesante mujer esquizoide, casi contradictoria.
La mujer de Eckhaus Latta es de un romanticismo nada evidente.
Pespuntes, flecos, patronajes descubiertos, líneas de esquematismo, broma postindustrial y geometrías en las que luego sorprende el detalle finísimo. Un tirante mínimo, una solapa de amplitud elegante, un virtuosismo clásico que asoma.
El hombre de Eckhaus Latta es tierno, longilíneo, un hombre-interrogación. Sus camisas son maniáticamente puras e incorporan una cita del fajín; llevan el jersey de lana –lejano candor infantil- a cotas muy altas y su minifalda parece ponible y hasta pertinente. Pero el hombre parece solo un ensayo para las piernas de ella, para los hombros de ella.
Torero de Siam
La camisa se encasqueta en las caderas y los tobillos se liberan de la dictadura del pitillo.

Moiré
El tejido se abre sobre la piel, ondula las rayas y da forma al moiré.

Una mujer-paracaídas
El azul suave y brillante se redondea en Eckhaus Latta disfrazado de denim.

Entre el esternón y el ombligo

La pertinencia de la minifalda
La bandera de la línea hace de la minifalda masculina su mástil.

Corsé de fieltro
Eckhaus Latta abrocha las espaldillas sobre el pijama, de colores “hermosos, sin cursilería, sin empacho”.

Ahora lo ves
Los paños mojados de Fidias y Antonio Corradini se vuelven ásperos y añiles en manos de Eckhaus Latta.

Balcón al mundo
En malva tostado, el punto se abre en la barriga embarazada y apaga ilusiones remakes de Alien.

Candor infantil
El jersey le roba las hechuras a la camiseta interior, costillas liberadas.

Refrescante lima
El cítrico se serena con el algodón gris de Eckhaus Latta.

El escote invisible
El verano airea las clavículas y enmarca las costillas con un tramo de tela casi invisible.

Maniáticamente puro
El blanco bordea el ombligo y baila sobre rodillas y hombros en dos piezas casi deportivas de Eckhaus Latta.

Refrescante lima
La gasa aclara la anatomía y emborrona la piel en color lima y beige.

Cara dura
En el hombre (niño) de Eckhaus Latta, el cemento cuaja en torso y vaqueros.
