Para algunas personas, la idea de ser los primeros en explorar territorios es algo que está programado en sus genes. Y aunque algunos de ellos, como Jules Verne, jamás pusieron un pie en la luna o viajaron al fondo del mar, se aseguraron de guiar a otros para seguir por el camino que para muchos resultaba imposible. Son ellos, seres de espíritu pionero, quienes buscan crear métodos innovadores en industrias como la belleza y la moda. En muchos casos, es justamente ese impulso el que ha motivado a la creación de proyectos, que se han convertido en grandes imperios con el paso del tiempo y que, hasta el día de hoy, preservan su esencia.
Uno de estos casos es el de Louis Vuitton, casa de moda que lleva el mismo nombre de su fundador. Louis produjo su primer baúl con tapa lisa a mediados del siglo XIX sin imaginarse que estaba dando el primer paso en la creación de un camino que tendría a la elegancia y la innovación tecnológica como dos elementos inseparables. Es precisamente esa disposición para emprender nuevas rutas la que ha mantenido su prestigio en la creación de accesorios y ha logrado una presencia importante en áreas que comprenden desde el prêt-à-porter a industrias como el arte.

La historia personal de Vuitton es una de determinación: a los 16 años abandonó Anchay, pueblo cercano a la frontera con Suiza, para recorrer a pie el camino hacia París, trabajando a cambio de comida y alojamiento. Al llegar a la capital francesa, inició como aprendiz de Romain Maréchal, quien creaba el equipaje para los huéspedes del Hotel Le Meurice. Para 1854, año en el que se independizó de Maréchal, ya se había creado el Segundo imperio, con el que, al mando de Napoleón III, Francia reafirmaba su poder político, económico y militar. La sociedad no era ajena a estos cambios.
En París se abrieron nuevas y amplias avenidas gracias al trabajo de Georges-Eugène Haussmann. Parques y mansiones dieron una cara distinta a los barrios tradicionales y aparecieron boutiques y tiendas departamentales, las cuales apenas se daban abasto para surtir las necesidades de las clases altas quienes sentían el deseo de viajar gracias a la expansión de las rutas marítimas y ferroviarias. A pesar de los avances de la época, el equipaje seguía siendo similar al del siglo anterior: baúles de madera con tapas circulares y con interiores en cuero.
Esta forma resultaba poco práctica para el transporte masivo, así que para 1858, Vuitton decidió ir contra la corriente y fabricar un modelo que, además de proteger el contenido, podía apilarse fácilmente. El modelo fue perfeccionándose con detalles como una cerradura inviolable. En 1885, se expandió el negocio con un desarrollo en el extranjero, especialmente en Estados Unidos. Fue en 1892 cuando Georges Vuitton, tras el fallecimiento de su padre, optó por estampar sus creaciones con las iniciales de su padre, retomando la tradición de los gremios en la Europa medieval, los cuales marcaban algunas piezas con sus iniciales para identificarlas. Así nacío el Monogram LV. A pesar de que hoy los monogramas son motivos comunes en las casas de moda, hasta ese momento solo la realeza los utilizaba. Pero fue casi un siglo más tardes cuando Gaston-Louis, el hijo de Georges, crearía el nuevo Monogram a base de algodón y lino.
En 1987, Louis Vuitton SA fusionó con Moët Hennessy para crear el gigante que hoy conocemos, LVMH, que en la actualidad cuenta con más de 70 marcas y sigue dirigido por Bernard Arnault. Adelantándose varias décadas a la logomanía, Vuitton dio el primer paso en la creación de una identidad visual, aspecto básico de la moda contemporánea. La firma ha heredado estos valores, y prueba de ello fue la llegada a China en 1992, país que durante varias décadas estuvo cerrado al lujo y a Occidente. "Nuestros competidores nos creyeron locos. Dijeron que sería necesaria una generación entera para que el consumidor de lujo evolucionara", declaró a The Daily Telegraph Yves Carcelle, en ese entonces CEO de la firma.
La década de los 2000 marca un nueva era con la llegada a la dirección artística de Marc Jacobs, quien a lo largo de sus 12 años preservó la identidad de la firma aportando su toque más excéntrico. Le sucedió Nicolas Ghesquière y en 2018 Virgil Abloh, como nuevo director artístico de la colección Hombre.
Los modelos de la firma siguen a día de hoy entre los más deseados: del Capucines al Alma pasando por el emblemático Speedy, Louis Vuitton sigue fascinando...