Durante los 80 aprendimos que el trabajo en equipo es fundamental para el éxito. Lo vimos en los Goonies y hemos vuelto a ser testigos de ello en la última serie de éxito de inspiración eighties. Stranger Things pone nuevamente de manifiesto que coordinarse como grupo, la empatía y la capacidad de comunicación son valores esenciales para lograr un fin común. En el caso de la trama de ficción, formar equipo era importante para luchar contra un experimento científico de métodos oscuros.
Más allá de las historias fantásticas de la pequeña pantalla, para triunfar hoy en la vida dependemos de las habilidades sociales. Estas conductas que suelen integrarse de forma natural, también pueden ser enseñadas. Y la infancia es el momento perfecto para adquirirlas si se quiere disfrutar de sus frutos una vez adultos.
Trabajo en equipo

Según un estudio desarrollado por la Universidad Brigham Young, Utah (Estados Unidos), quienes poseen una sólida red de relaciones sociales tienen un 50% de probabilidades de vivir más. La infancia es la etapa de la vida en la que se gesta hasta el 75% de esta capacidad.
"Partamos de la base de que vivimos en sociedad, compartimos nuestro día a día con otros seres humanos y es necesario relacionarse para adaptarse y vivir. Una parte de nuestro bienestar emocional depende indudablemente de tener unas relaciones sociales satisfactorias", indica Sonia Martínez, psicóloga infantil en los centros Crece Bien.
Además, esta capacidad es uno de los pilares fundamentales que las empresas buscarán en los profesionales del futuro. "Imagina que optas a un puesto de trabajo bien remunerado en el campo que te apasiona. Tu formación y experiencia encajan perfectamente y te convocan a una entrevista… ¿Crees que la comunicación, la empatía, la asertividad pueden ayudarte durante dicha entrevista? Unas buenas habilidades sociales ayudan a tener más posibilidades de éxito, tanto laborales como escolares y familiares", dice Sonia.
Pero, ¿por qué es tan importante trabajar en equipo? Volviendo al caso fantástico de la serie de televisión, los niños protagonistas se enfrentan a la búsqueda de uno de sus integrantes. Uno de ellos es experto en ciencias, otro cuenta con una especial capacidad para comunicarse, otro es un hacha con el tirachinas y la chica que les acompaña tiene superpoderes.
Las cualidades que destacan en cada uno generan un sumatorio casi sin carencias para lograr su hazaña. "Compartir valores como la confianza, comprometerse con un objetivo, coordinarse, comunicarse de forma eficaz… Las habilidades sociales permitirán materializar esto de forma adecuada", continúa la experta.
Más allá del fin común, ser capaz de desarrollar proyectos con los demás reporta otra serie de cualidades que se reflejan en características como el respeto, la humildad y la capacidad de conciliación.
No hace falta ser líder

Los niños comienzan a socializar a partir de los 3 años, pero no es hasta los 5 cuando muestran una decidida intención de pertenecer a un grupo. En todos estos conjuntos de amigos existe un líder que los dirige. Este fenómeno se manifiesta desde la más tierna infancia. Pero el que ostenta esta corona no siempre es quien desarrolla de mejor forma las habilidades sociales.
"Son diferentes competencias. Muchos padres malinterpretan lo que implica ser un líder. De hecho, existen algunos con características negativas", indica la psicóloga infantil Silvia Álava. Aquellos que utilizan herramientas como la fuerza, imposición, crítica o manipulación para hacerse con el control están infringiendo por completo el buen hacer de las habilidades sociales. Lo que ocurre es que es imposible que el liderazgo positivo (el que aprovecha su talento en beneficio de los demás y que puede a través de su forma de ser y actuar, ayudar a los otros) suceda sin saber desenvolverse en estas competencias.
"Un líder, entre otras cualidades, es capaz de comunicarse eficazmente con los demás, entender a los otros y transmitir ideas de tal forma que conecta con las emociones de los demás", señala Martínez. Pero existen casos de quienes las tienen y no llevan la voz cantante. Los motivos son múltiples. "Puede que no le interese ostentar el papel protagonista y prefieran mantenerse en segundo plano, se trata de niños a los que no les gusta llamar la atención", aclara Silvia. La psicóloga afirma que no es necesario ser líder para contar con un buen manejo de estas técnicas. Pero sí se necesita ser permeable a las situaciones cambiantes, saber introducirse en nuevos grupos y resolver posibles enfrentamientos.
Gestionar sus errores

Dicen que se aprende más de los errores que de los éxitos y la ciencia tiene respuesta a este cliché fundamental en el aprendizaje de habilidades sociales. Según un estudio desarrollado por la Universidad de Exeter (Gran Bretaña), el cerebro lanza una señal de alarma que nos ayuda a evitar repetirlos.
Pero además de constituir una forma efectiva de aprendizaje, son fundamentales para mejorar las competencias sociales. "En primer lugar, si soy consciente de que he cometido un error es que he hecho un análisis y pongo en marcha herramientas para solucionarlo", comenta Silvia. De nada sirven las lecturas negativas ante el desacierto. Hay que hacer una evaluación positiva que, como refiere la psicóloga, es especialmente valiosa cuando se trabaja en equipo.
Otro de los aspectos fundamentales es saber cómo reaccionar ante esta situación. Los padres juegan un papel esencial en estas circunstancias. "Si los padres se llevan las manos a la cabeza cuando el niño se equivoca, el pequeño va a pensar que es algo muy negativo", matiza la especialista que recomienda volcar toda la energía en solucionarlo.
Una situación práctica en la que suele inculcarse el miedo al error son los deberes y las notas. Muchos adultos por miedo al fracaso de los hijos les ayudan demasiado en sus tareas e incluso las toman como suyas. "Los estudios y las notas preocupan más a los padres. Con esta actitud, los pequeños no están asumiendo sus obligaciones", escribe Álava en su libro Queremos que crezcan felices (JdeJeditores, 2015).
Una de las pautas que aconseja la experta es que si pasado el tiempo establecido para hacer las tareas no están terminadas, los niños serán quienes asuman las consecuencias de no llevarlas. Entre las medidas para sacar el máximo beneficio de estas situaciones está la de tomar conciencia de lo que ha sucedido y plantear una actitud resolutiva ante él.
"Las habilidades sociales se aprenden junto a los demás y seguro que alguna vez fallaremos o desearemos haber actuado de otra forma. Tolerar la frustración y aceptar el error propio y de los demás es lo más importante. Cuanto más te relacionas, más oportunidades de aprender tienes también en este sentido", añade Sonia.
Una de las lecciones más útiles es la de tomarse la vida como un reto y no querer tirar la toalla ante situaciones difíciles. "Los niños deben comprender que las cosas no siempre salen en el primer intento y que deben volverlo a intentar una y otra vez", refuerza Álava.
El colegio y su círculo de amigos son lugares en los que los pequeños pondrán en práctica sus competencias sociales. Pero si hay un entorno propicio para aprenderlas y practicarlas es la familia. "Es un ambiente en el que se puede fomentar el trabajo en equipo en actividades como poner la mesa o recoger la habitación. El niño debe aprender que sus progenitores no son súbditos y que las tareas deben compartirse", manifiesta Silvia.
La negociación es otra de las habilidades adecuadas para fomentar entre hermanos, por ejemplo cuando se trata de ver una película o realizar una determinada actividad. "Si el tutor interfiere no estamos dejando que ellos aprendan", continúa Silvia que resalta la importancia de desarrollar estas capacidades desde la infancia ya que no tienen las mismas consecuencias que cuando somos mayores.
Existen ciertas pautas básicas para que los vástagos las integren con éxito. "Los padres deben ser un modelo para el niño. Él imita lo que hace el adulto, por esto es tan importante fijarnos en las conductas que le mostramos. Pero además, debemos observar con él, ver cómo actúan otros niños y analizarlo juntos", indica Sonia.
La especialista recomienda que el progenitor actúe como un guía externo al conflicto: "Ahora cuando lleguemos al parque le puedes decir a tu amigo qué es lo que no te ha gustado, pidiendo que no lo vuelva a hacer". Tras ello es muy importante reforzar el comportamiento con frases como "he visto cómo has resuelto el problema con Pedro, os sentiréis muy contentos los dos".
También en familia
El colegio y su círculo de amigos son lugares en los que los pequeños pondrán en práctica sus competencias sociales. Pero si hay un entorno propicio para aprenderlas y practicarlas es la familia. "Es un ambiente en el que se puede fomentar el trabajo en equipo en actividades como poner la mesa o recoger la habitación. El niño debe aprender que sus progenitores no son súbditos y que las tareas deben compartirse", manifiesta Silvia.
La negociación es otra de las habilidades adecuadas para fomentar entre hermanos, por ejemplo cuando se trata de ver una película o realizar una determinada actividad. "Si el tutor interfiere no estamos dejando que ellos aprendan", continúa Silvia que resalta la importancia de desarrollar estas capacidades desde la infancia ya que no tienen las mismas consecuencias que cuando somos mayores.
Existen ciertas pautas básicas para que los vástagos las integren con éxito. "Los padres deben ser un modelo para el niño. Él imita lo que hace el adulto, por esto es tan importante fijarnos en las conductas que le mostramos. Pero además, debemos observar con él, ver cómo actúan otros niños y analizarlo juntos", indica Sonia.
Habilidades 3.0

El 80 % de las relaciones que los niños establecen se mantendrán en parte gracias a redes sociales como Facebook y a aplicaciones como WhatsApp, según indica el estudio de la Universidad de Brigham Young. Aunque las nuevas generaciones son nativas digitales, para comunicarse de forma eficiente y eficaz a través de estas herramientas se necesitan ciertas reglas.
"Hay una parte muy positiva, las redes sociales permiten un inicio fácil de la interacción social, pues ayudan a muchos niños tímidos a comenzar a relacionarse y esto, les anima para continuar con este comportamiento", explica Sonia.
La experta habla de algunas circunstancias que pueden surgir en torno a ellas y terminar con los beneficios sociales de las mismas. En concreto, cuando la mencionada capacidad no se generaliza o se centra únicamente en los ámbitos digitales.
Para actuar en estos entornos existe un código social basado en un principio universal: Nunca obres con los demás lo que no quieras que obren contigo. "Se puede publicar un tuit o mensaje en el tablón de Facebook, pensando que solo llegará a nuestros amigos, sin ser conscientes de la difusión exponencial que podría tener", advierten desde red.es.
El problema del entorno digital es que el usuario se desvincula de la moralidad porque siente que las consecuencias de sus actos no son inmediatas ni reales. ¿La fórmula inequívoca para el comportamiento en estos entornos? Utilizar mismas etiquetas de comportamiento social que en la vida real.