A la manera de un gran diseñador –o un legislador severo–, Carlos II de Inglaterra inventó el chaleco el 7 de octubre de 1666. Se trataba de una nueva prenda masculina que, según su ley suntuaria, debía llevarse bajo la chaqueta pero quedando a la vista; de ahí que al principio llegara hasta la rodilla. En cuanto a las mangas, o más bien, su ausencia, no se observaba nada todavía. Era el chaleco en sus albores una suerte de larga sobrecamisa.
¿Su objetivo? Que la nobleza hiciese gala de ahorro, como muestra de respeto hacia los damnificados por la epidemia de peste negra y el Gran Incendio de Londres. Estas desgracias coincidieron con la más extravagante moda cortesana francesa, y era preciso frenar su influencia. De este modo, la función original del chaleco fue cubrir todo lo posible los trajes para desalentar ostentaciones entre los hombres.
Sin embargo, pronto se popularizaron en seda de colores brillantes, inspirados en los ropajes que la 'jet-set' inglesa adquiría en Persia, así como en la vestimenta sármata, un estilo coetáneo de la nobleza polaco-lituana caracterizado por largas prendas de colores.
A principios del siglo XVIII, el nuevo traje masculino de tres piezas se confeccionaba con idéntico tejido, y las pecheras del chaleco se solapaban, unidas por doble botonadura. Tan pronto como se le añadieron bolsillos, su principal función se convirtió en guardar el reloj. Sin embargo, hubo que esperar hasta mediados de este siglo para eliminarle las mangas, tan engorrosas al coincidir con las de la camisa, la chaqueta y el abrigo. Los faldones también se transformaron, acortándose poco a poco, hasta que en 1790 la mayoría de chalecos llegaban por la cintura.
Aun así, este traje de tres piezas resultaba muy serio en conjunto, de forma que el chaleco se empezó a confeccionar con motivos, estampados o colores en contraste. Además, se dejó sin hacer el cuello para que asomara bien la elaborada camisa, y a principios del siglo XIX se popularizaron los bordados y brocados: todos los detalles que completan al caballero del romanticismo.
La prenda resultó tan sensacional que se convirtió en un icono para los dandis. Llegaban a usar varios a la vez (todos ultradecorados), desabotonando los superiores para exhibir los que quedaban debajo. Claro que estos chalecos convivían con piezas más sencillas para equilibrar el resultado.
A raíz de la revolución francesa, el sentimiento antiaristocrático cala en Francia y otros países europeos, con un nuevo rechazo de la suntuosidad estética gala. Se restó importancia al chaleco ajustándolo y acortándolo aún más, quedando en segundo plano de importancia respecto a la levita. Y aunque casi se consideraba una prenda interior, alcanzó su cota de popularidad más alta gracias a la segunda ola de dandismo de principios del siglo XIX.
El chaleco adquirió un nuevo rol como prenda básica moldeadora de la silueta masculina; algo así como una faja estilosa ahora que los hombres soñaban con una cintura de avispa. A partir de 1820, los más pudientes lo cambiaron directamente por el corsé –el príncipe Alberto, marido de la reina Victoria de Inglaterra, fue el máximo exponente de esta tendencia–. Claro que después la invirtió el rey Eduardo VII con su generosa cintura.
Con la celebridad del reloj de pulsera y de una moda masculina más sencilla, el chaleco perdió protagonismo, hasta que a finales de los 50, se acabó polarizando tanto como los hombres, vistiendo por igual a ejecutivos e intelectuales tanto como a integrantes de tribus urbanas, y más tarde y sobre todo, a los hippies.
Aprovechando la confusión, la pieza saltó al armario femenino. Esta temporada, las grandes firmas lo articulan en esa dualidad de oficina –Burberry, Louis Vuitton, Max Mara, Gucci– y subcultura –Saint Laurent, Celine, Armani–. Decide qué bando ocupas.
Blanco y negro
Las pinzas delanteras y los dos botones con efecto carey blanco lo convierten en una opción perfecta para, con sus pantalones compañeros, bautizos y comuniones. 39,95 €.

A la cintura
Este se cruza y se anuda. Con un cinturón. 39,95 €.

Limpio
Uno de los más formales. Sin solapas ni cierres a la vista y de corte holgado. 29,95 €.

Raya diplomática
De raya diplomática y trabilla ajustable. Su escote en U permite llevarlo también sobre la piel. 39,95 €.

Redondo
Los bolsillos son falsos y el escote redondo. Cierra al frente y tiene un precio de 25,95 €.
