El origen de la pintura en el mundo, recuerda Mario Garcés, jurista y escritor, tiene nombre de mujer. En el norte de España, con Ende y la ilustración de manuscritos, y en el mundo grecorromano. En el Mediterráneo, solo se necesitaban cuatro letras: Kora. Si una se remota a la Historia natural de Plinio el Viejo, en el siglo VII antes de Cristo, el arte nace en Corinto, allá en el Peloponeso. Kora fue hija de Butades, un alfarero. Se enamoró de un hoplita que debía ir a la guerra. Tras pasar una noche juntos, supo que al día siguiente la abandonaría. Cuando, a media noche, se despertó y observó al soldado, descubrió que su perfil se reflejaba en la pared gracias a la luz de las velas. Con un carboncillo, recorrió la silueta sobre la pared. La mitología asegura que el del amante de Kora es el primer retrato de la historia. A la mañana siguiente, cuando Butades encontró el dibujo en la pared, decidió darle forma. Lo rellenó de arenisca. Lo convirtió en un bajorrelieve.
Durante el Neoclasicismo, cuando a mediados del siglo XVIII los artistas miraron de nuevo a la cultura grecorromana, el mito de Kora fue consagrado a través de la pintura.
En España, es también, destaca Garcés, una mujer quien firma por primera vez en la historia occidental un obra pictórica. En el códice del Beato de Gerona, del siglo VIII, 284 páginas reúnen miniaturas ricas en policromía, abundantes en oro y plata. En total, 115 ilustraciones que representaban las palabras que no todos sabían leer. En las últimas páginas del libro, aparecen tres firmas. La primera de ella es de “Ende, pintora y servidora de Dios”. Una mujer.
El origen del manuscrito se asocia al monasterio (masculino, sin sección femenina) de San Salvador de Tábara, en Zamora, antes, reino de León. Para algunos historiadores, Ende fue una monja procedente de uno de los conventos aledaños. Otros aventuran la vida laica. Quizá Ende fue una viuda noble que pudo financiar el Beato de Gerona.
El seis de julio del año 975, en medio del supuesto oscurantismo del medievo, Ende firmó el códice con su nombre. Se la considera, por unanimidad historiográfica, la primera artista femenina en España y una de las primeras del mundo occidental. Sin embargo, en el Museo del Prado, la mayor pinacoteca española, de 8.000 obras expuestas solo la autoría de seis corresponde a mujeres. A tres: Sofonisba de Anguissola, Atermisia Gentileschi y Clara Peeters.