Cada vez más personas están adoptando la práctica de combinar diferentes tipos de champús para cuidar su cabello de manera más eficaz. Aunque muchos tendemos a usar un solo producto durante un largo período de tiempo por comodidad o por la familiaridad que tenemos con él, alternar entre champús con propiedades distintas está ganando popularidad debido a sus múltiples beneficios. Esta tendencia responde a la necesidad de abordar diversas necesidades capilares de forma equilibrada, como la hidratación, el control de la grasa, la reparación de daños o el fortalecimiento. Usar solo un producto puede hacer que el cabello se acostumbre a él, lo que, con el tiempo, podría reducir su eficacia.
¿Cuáles son los beneficios de alternar champús?
Alternar diferentes tipos de champús ofrece una serie de ventajas que mejoran tanto la salud del cuero cabelludo como la calidad del cabello. Uno de los principales beneficios es la posibilidad de tratar una variedad de problemas capilares al mismo tiempo. Por ejemplo, el uso combinado de champús hidratantes y purificantes puede equilibrar la hidratación del cabello, mientras controla la acumulación de grasa en el cuero cabelludo. Es especialmente útil para quienes tienen cabello mixto o sufren cambios en la producción de grasa por el clima o factores hormonales.

Otro gran beneficio de esta práctica es que previene que el cabello se acostumbre a un solo champú. Cuando utilizamos el mismo producto de forma continua, el cabello puede llegar a habituarse a sus componentes. Esto provoca que el champú deje de tener el mismo efecto, reduciendo su eficacia.
Cambiar de champú de vez en cuando asegura que nuestra melena reciba una variedad de ingredientes activos que trabajan de manera complementaria, evitando que el cuero cabelludo o el cabello pierdan sensibilidad ante un solo producto. Además, al combinar champús con diferentes propiedades, se puede obtener una limpieza más profunda y completa.
¿Qué tipos de champús combinar según tu tipo de cabello?
El tipo de cabello juega un papel fundamental a la hora de elegir qué champús combinar. Está claro que lo primero que tienes que hacer es conocer tu pelo e identificar sus necesidades para tratarlas desde la raíz (nunca mejor dicho). Una vez lo haya hecho, escoge la rutina que mejor se adapte a ti:

- Cabello graso o con tendencia a la caspa:
- Champú purificante + Champú suave: El champú purificante ayuda a eliminar el exceso de grasa y limpiar el cuero cabelludo profundamente, mientras que el champú suave equilibra el cuero cabelludo sin resecarlo, evitando la sobreproducción de grasa.
- Cabello seco o dañado:
- Champú hidratante + Champú reparador: Los champús hidratantes aportan la humedad que el cabello necesita para evitar la sequedad, mientras que los champús reparadores ayudan a fortalecer y restaurar la estructura capilar dañada.
- Cabello rizado o encrespado:
- Champú hidratante + Champú para rizos: Los champús hidratantes mantienen la humedad necesaria para los rizos, mientras que los productos específicos para rizos ayudan a definirlos y reducir el frizz, favoreciendo su elasticidad y manejabilidad.
- Cabello normal:
- Champú equilibrante + Champú de uso frecuente: Un champú equilibrante mantiene la salud general del cabello, mientras que el champú de uso frecuente proporciona una limpieza ligera, ideal para quienes no requieren un tratamiento intensivo.
- Cabello mixto (con raíces grasas y puntas secas):
- Champú purificante (para las raíces) + Champú hidratante (para las puntas): Alternar entre un champú purificante en las raíces para controlar la grasa y un champú hidratante en las puntas para restaurar la humedad de las zonas secas proporciona un cuidado específico para este tipo de cabello.
- Cuero cabelludo sensible o irritado:
- Champú calmante + Champú de uso frecuente: El champú calmante ayuda a reducir la irritación y la inflamación del cuero cabelludo, mientras que el champú de uso frecuente ofrece una limpieza suave y ligera, ideal para no agredir el cuero cabelludo sensible.
¿Con qué frecuencia es recomendable lavarse el pelo?
La frecuencia de lavado también debe adaptarse a las características de cada tipo de cabello. Para el cabello graso, lo más recomendable es lavarlo entre 2 y 3 veces por semana, alternando entre un champú purificante y otro más suave para evitar la resequedad. En los cabellos secos o rizados, lo ideal es espaciar los lavados a cada 3 o 4 días, utilizando champús hidratantes que ayuden a mantener la humedad y evitar que el cabello se reseque. Los cabellos normales pueden beneficiarse de un champú equilibrante de uso frecuente, aunque también es útil incorporar un tratamiento ocasional para reforzar su salud.
