Cuando caminas a lo largo de Kloof Road, en Clifton (Ciudad del Cabo), hay una casa que llama la atención con respecto a las demás. Muchos viandantes matutinos, runners y turistas se suelen parar para observarla. Algunos comentan. Las razones son varias, pero principalmente se asombran por su original aspecto.
Mientras que todas las mansiones vecinas siguen un patrón arquitectónico –son altas, blancas y a cada cual más grande y espectacular–, el arquitecto Jan-Heyn Vorster y su pareja, Pieter Bruwer, viven en una coqueta casa integrada a la perfección con la naturaleza de su alrededor.

"Está construida aprovechando al máximo la extensión del terreno y con un deseo principal: que la mayoría de las estancias tengan vistas al mar", nos cuentan.
El resultado de la casa es fruto de la experiencia
Jan-Heyn y Pieter vivieron durante dos años en una antigua casa de los años 40, antes de decidir reconstruirla. "La verdad es que la anterior no respondía muy bien a las necesidades del terreno, y resultaba muy engorrosa cuando llovía y teníamos que subir las escaleras desde el garaje con las bolsas de la compra”, apunta Jan-Heyn.
Además, añade que “viviendo ahí aprendimos mucho sobre la dirección del viento, las vistas, el sol y, en definitiva, sobre cómo diseñar sorteando todas las inclemencias".

Fue entonces cuando Jan-Heyn y su colega Pieter Malan comenzaron a diseñar la casa en su estudio de arquitectura, y se dieron cuenta de que las primeras decisiones estarían basadas en esas lecciones aprendidas sobre el viento y el tiempo.
"Comenzamos observando el terreno, y decidimos construir una especie de patio protegido por una estructura que miraría hacia el norte", continúa Jan-Heyn. Para equipar la casa con garaje tuvieron que cavar en la montaña y, encima de este, idearon una suite de invitados, que haría de link interno con la casa.

En ese mismo piso de abajo está la típica estancia de servicio (con lavadora, secadora...) y, como la casa es inteligente, el equipo que permite que las persianas se suban automáticamente cuando hay luz, también "se esconde" ahí.
Malan apunta que la planta baja está construida en buena parte con roca natural para que "la edificación resulte un elemento más del terreno, ¡parece que forma parte de la montaña! Además, según vamos subiendo pisos, es como si la casa se disipara”.
“Los elementos se vuelven más finos a medida que aumentamos en altura y, al llegar al piso más alto, los espacios se abren completamente. La casa se presta al disfrute de la naturaleza y de las espectaculares vistas", añade.

Un interior peculiar
Malan nos desvela que la casa "es un edificio 'verde'. Recolecta, por así decirlo, energía solar para calentar toda el agua doméstica. Así, hasta el suelo o la piscina pueden tener una temperatura agradable siempre que queramos.
Por dentro es compacta y muy práctica. Intentamos construir un hogar acogedor y sofisticado, con la idea de que vivir en él fuera una experiencia íntima, pero con estancias que también pudieran ser abiertas, es decir, si lo deseamos, podemos abrir puertas y ventanas para convertir las habitaciones en un espacio exterior, como si formaran parte del jardín.

La casa tiene tres habitaciones, un estudio que puede jugar el papel de cuarta habitación, cocina, comedor, salón y varios servicios".
Los muebles están elegidos en una paleta de colores neutros, blancos, negros, grises y azules, y materiales naturales como cuero, madera y acero, "una elección pensada para crear una sensación de calma y, algo que es muy importante, atemporalidad", concluye Jan-Heyn.