Estamos en la bahía de Vista Alegre de Ibiza, un puerto natural diseñado con calas de hermosas aguas cristalinas que se pierde en el horizonte hasta llegar a las costas de la cercana Formentera.
El arquitecto Fernando Corominas, asociado con el Grupo IFC en proyectos residenciales de pleno respeto del territorio, tuvo clara su inspiración para este proyecto: capturar la belleza de este lugar privilegiado y permitir la máxima penetración con el medio ambiente, reduciendo al máximo todas las posibles barreras visuales.

Una casa sin límites
Una premisa que se confirma en cada una de las estancias, desde las que se puede disfrutar de la belleza del océano, gracias a la ausencia de mampostería de muros perimetrales, que han sido reemplazados por grandes paneles de vidrio, hechos a medida.
Descansando suavemente sobre la colina, la villa en dos niveles se funde con el paisaje destacando el cuidado armónico que combina el blanco minimalista con muchos detalles de madera, creando una mayor simbiosis entre el interior y el exterior y una referencia a las edificaciones tradicionales de Ibiza.

Vista del salón desde la gran escultura circular diseñada por Fernando Castro Tornero. En primer plano, coffee table en madera, de Gunni & Trentino, con una pareja de sillas gemelas Lounge Chair de Charles & Ray Eames para Vitra; al igual que el sofá del fondo, de la colección Repos, de Antonio Citterio. Hay una zona de día con sofá Place, diseñado por Jasper Morrison para Vitra. Las ventanas de alta tecnología son una instalación de Vitrocsa.
Las líneas horizontales y verticales del pórtico, fabricado sobre la cubierta con tablas de madera de demolición, enmarcan y abrazan la casa, en un diálogo de continuidad con la composición escultórica de madera de la pared interior que separa la sala de estar de la cocina.
Además, los peldaños de la escalera están en suspensión, hasta contagiar a todos los muebles –parte diseñados para la casa y otros, piezas clásicas del diseño actual– combinados con naturalidad.

La gran escultura circular divide el salón del comedor, presidido por una mesa de madera sin tratar de la serie Fauteuil Direction de Jean Prouvé para Vitra, creada en 1951. El suelo es un microcemento cuya tonalidad fue especialmente diseñada para la casa.

Un majestuoso pórtico en tablas de madera de demolición cubre la peculiar arquitectura ibicenca. Los volúmenes esenciales del patio sirven para ocultar su alma tecnológica: elaborados fotosensores digitales que controlan luces, cortinas y atenuadores. Tecnología que convive con la vocación eco de la casa.
Esta atmósfera brutal e impactante cautiva a cualquier persona que entra en Sa Calma, con el idioma de un lujo acogedor basado en pocos elementos y, sin embargo, capaz de proporcionar una comodidad esencial e indispensable.

Nada se interpone entre la construcción y el ideal de una vida al aire libre: a partir del microcemento de los suelos, especialmente diseñado y desarrollado ad hoc para la casa, junto con los acabados de las paredes.
Todo lo anterior ayuda a la creación de un espacio abstracto y conceptual que hace hincapié en la pureza de puertas y ventanas, síntesis perfecta de diseño y tecnología.
Avanzar por la casa es ir descubriendo un progresivo sentimiento generalizado de confort sensorial coronado por el rigor plácido del jardín mediterráneo, la piscina infinita, suspendida sobre el mar, y el empinado camino hacia la bajada al mar.