Tomar decisiones no es sencillo. Al menos, para todo el mundo. Mientras que algunos gozan de gran determinación, otros viven con la duda por bandera. Las decisiones son los actos de elegir entre diferentes opciones o alternativas para resolver una situación, alcanzar un objetivo o enfrentar un problema. De golpe, parece que la vida adulta significa tomar decisiones de "vida o muerte" en todo momento.
Decidirnos por una cosa u otra implica un proceso mental en el que se valoran diferentes factores, como la información disponible, las consecuencias posibles y las preferencias personales. Tomar decisiones es una parte fundamental de la vida diaria, desde las más simples hasta las más complejas, y pueden tener un impacto significativo en el curso de nuestra vida. El neurobiólogo Jack Lewis desengrana las claves de la toma de decisiones en su último libro, 'La ciencia del pecado' (27,50 euros en Almuzara Libros).
De acuerdo con el propio autor, 'La ciencia del pecado' es "una lectura que contiene valiosas lecciones orientadas a la introspección y análisis de nuestro propio comportamiento, con el objetivo explícito de mejorar nuestra salud, nuestra felicidad y nuestra productividad, ayudándonos a decir «no» más a menudo, especialmente en las situaciones más difíciles de resistir".
¿Por qué tomamos decisiones que sabemos que están mal?
El dilema entre la razón y la emoción
Nuestro cerebro a menudo se enfrenta a una lucha entre la razón, impulsada por el córtex prefrontal, y las emociones, controladas por áreas más primitivas como la amígdala. Esta batalla interna explica por qué, a pesar de saber que algo está mal, terminamos cediendo a nuestras tentaciones. Como afirma el libro, "el aumento de tamaño del córtex prefrontal, situado en la parte frontal del cerebro, detrás de nuestras abultadas frentes, empezó a dar soporte a un repertorio de comportamientos más amplio que el de otros animales de nuestro tamaño".
Este cambio "nos permitía pensar de forma más creativa, comunicarnos y cooperar entre nosotros de maneras más sofisticadas, predecir el futuro con mayor exactitud y, en última instancia, averiguar cómo adaptar el entorno a nuestra voluntad. Pero un cerebro más grande significaba una cabeza más grande, lo que planteaba un gran problema". Sin lugar a dudas, la complejidad abarca también lo desconocido.

La ciencia del pecado
La ciencia del pecado ¿Por qué hacemos cosas que sabemos que no deberíamos hacer?, Jack Lewis
El rol del córtex prefrontal y la tentación
El córtex prefrontal, esencial en la toma de decisiones, lucha de forma constante por mantener el control frente a impulsos más primitivos. Según el autor, "nuestros cerebros son máquinas biológicas astutamente evolucionadas que se esfuerzan por minimizar las sorpresas. Con el tiempo, consiguen anticiparse a lo que va a ocurrir, pero no es un sistema perfecto y las falsas alarmas son habituales".
Jack Lewis lo explica de forma relativamente sencilla. "El primer mecanismo que conviene tener en cuenta es la enorme capacidad del cerebro para advertir patrones en el mundo que nos rodea a partir de la información sensorial recibida. A continuación, el cerebro utiliza estos patrones para hacer predicciones y luego actualiza el modelo interno en función de si las expectativas se han cumplido o no. Cuando no funciona como se esperaba, el cerebro se pone a zumbar, corrigiendo el mecanismo que realiza las predicciones para que funcione mejor la próxima vez". Por otro lado, "si lo que ocurre coincide con lo que el modelo interno del cerebro predijo, en- de imponer códigos de conducta a gran escala. Incluso se ha argumentado convincentemente que la creencia en un dios o en varios dioses resulta inevitable para cualquier criatura con un cerebro como el nuestro".
"Si somos buenos detectando patrones, mejoramos nuestra capacidad de anticipar lo que puede ocurrir a continuación"
De forma resumida, detalla que "estos mecanismos de detección y predicción de patrones nos ayudan a predecir el futuro, no en el sentido de una clarividencia sobrenatural, sino en el sentido de que, si somos buenos detectando patrones, mejoramos nuestra capacidad de anticipar lo que puede ocurrir a continuación".
Los pecados capitales como instintos primarios
Los llamados "pecados capitales" (la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza) son una manifestación de nuestros instintos básicos. Por ejemplo, la gula solía ser necesaria para la supervivencia, pero en la actualidad puede conducir a la obesidad. El libro explica que "la gula permitió que nuestros antepasados cazadores-recolectores sobrevivieran a períodos de escasez de alimentos, pero ahora la lacra de la obesidad atenta contra nuestra calidad de vida e inlucso nos está matando en masa".
"Si todo el mundo se resistiera a esas siete tentaciones concretas, habría menos fricciones sociales, más cooperación y, por tanto, todos saldríamos ganando"
Al igual que ocurre con la gula, los otros pecados capitales "nacieron" como instintos y se convirtieron en conceptos más oscuros. "Los pecados capitales pueden considerarse los extremos de siete categorías muy comunes de comportamiento humano que tienden a provocar enfrentamientos entre las personas. Si todo el mundo se resistiera a esas siete tentaciones concretas, habría menos fricciones sociales, más cooperación y, por tanto, todos saldríamos ganando", recalca Lewis.

Cómo el cerebro nos impulsa a comportamientos dañinos
La neuroplasticidad y las rutinas perjudiciales
La neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para adaptarse, puede ser un arma de doble filo, reforzando tanto hábitos positivos como negativos. La neuroplasticidad "describe el proceso por el cual cualquier cosa que hagamos de forma regular e intensiva, y que mantengamos durante largos períodos de tiempo, induce cambios físicos en el tejido de nuestro cerebro", describe el experto. "Estos cambios nos permiten realizar las actividades que hemos estado practicando con mayor eficacia la próxima vez". Pese a que las rutinas ayudan a perfeccionar procesos, también pueden guiarnos a comportamientos dañinos, como los cotilleos infundados.
El impacto del entorno en nuestras decisiones
Queramos o no, el entorno moldea constantemente nuestras decisiones. En palabras del autor, "los entornos en los que habitamos moldean nuestros cerebros, y esos cerebros adquieren habilidades que nos permiten volver a moldear el entorno, y estos nuevos entornos moldean aún más nuestros cerebros, y así sucesivamente".
Aunque nos consideremos ejemplares individuales, la sociedad afecta gran influencia en nosotros. "Podría decirse que la característica más increíble del cerebro humano es su fenomenal capacidad para adaptarse a las presiones de cualquier entorno en el que se encuentre, ya sea natural o construido", cita el profesional, que ofrece gran parte de responsabilidad de nuestras decisiones a las características de nuestro entorno. "Nuestra capacidad para dar sentido al mundo implica miles de predicciones sobre lo que veremos, oiremos, tocaremos, oleremos y saborearemos a continuación, en cualquier entorno en el que pasemos nuestro tiempo y tengamos amplia experiencia", remata en su explicación.
De la evolución a los hábitos modernos: el legado biológico
Muchos de nuestros hábitos modernos tienen raíces evolutivas y de eso no hay dudas. Por ejemplo, comportamientos como la avaricia o la ira, útiles para la supervivencia en el pasado, ahora pueden ser perjudiciales, tal y como ocurre con la ya citada gula. "La humanidad surgió a través de un proceso mucho más gradual. El principal avance en nuestra comprensión consistió en darnos cuenta de que el modelo de los organismos biológicos (el ADN) se transmite de padres a hijos, y cuando este material genético se copia, combina y transmite de una generación a la siguiente, inevitablemente se cometen pequeños errores. Por lo general, estos errores no afectan a las perspectivas de supervivencia del organismo, pero a veces sí", subraya Lewis. Por este motivo, es muy complicado huir del legado biológico.

Las claves para entender y evitar elecciones negativas
Estrategias prácticas basadas en neurociencia
Comprender y evitar las malas decisiones no es tarea sencilla. Sin embargo, la neurociencia nos ofrece estrategias prácticas que pueden mejorar nuestras elecciones. Una de las más efectivas es reconocer y desafiar los patrones de comportamiento automático que, en muchas ocasiones, nos llevan a tomar decisiones impulsivas y perjudiciales. Al ser conscientes de estos patrones, podemos evitar caer en los mismos errores repetidamente y tomar decisiones más reflexivas. Así, el conocimiento de cómo funciona el cerebro puede ayudarnos a dirigir nuestras elecciones hacia resultados más positivos y satisfactorios, incrementando nuestra capacidad para tomar decisiones acertadas.
El poder de la meditación y el mindfulness
Prácticas como la meditación y el mindfulness tienen un impacto positivo en nuestra capacidad para tomar decisiones. Estas actividades ayudan a fortalecer el córtex prefrontal, la parte del cerebro que se encarga de la toma de decisiones, el control de impulsos y la planificación a largo plazo. Esto permite que podamos resistir mejor las tentaciones y actuar de manera más racional y menos impulsiva.
"Se ha comprobado que las intervenciones de mindfulness tienen una utilidad práctica considerable para mejorar la autorregulación de las tendencias agresivas, incluso en personas con discapacidad intelectual", expone Lewis. A lo que suma que "estas prácticas meditativas, a pesar de ser viejas noticias para el budismo, son el fenómeno más cercano que tenemos a una auténtica panacea, ya que proporcionan una amplia gama de beneficios resistentes a la tentación que empiezan a dar dividendos a lo largo del viaje, no solo cuando se llega al destino final".
Reconocer patrones para frenar la impulsividad
El reconocimiento de patrones de comportamiento es esencial para frenar la impulsividad y evitar decisiones de las que os podamos arrepentir en un futuro. Identificar cuándo estamos cayendo en viejos hábitos negativos nos permite hacer un alto en el camino y modificar nuestra forma de pensar antes de actuar . De esta manera, desarrollar la capacidad para detectar patrones y reconocer las señales de advertencia nos ofrece una poderosa herramienta para cambiar nuestras conductas y tomar decisiones más conscientes.
Cómo mejorar nuestras decisiones: el enfoque científico
Tecnología y herramientas para el autocontrol
Las tecnologías modernas, como aplicaciones y dispositivos para monitorizar hábitos y comportamientos, están demostrando ser una ayuda invaluable en el proceso de autocontrol. Estas herramientas permiten hacer un seguimiento detallado de nuestras acciones y ofrecer retroalimentación en tiempo real, lo que facilita la toma de decisiones más informadas.
Como se menciona en el libro, "decir que la ciencia del cerebro ha avanzado a pasos agigantados en el último siglo sería quedarse corto. Lo creamos o no, los rápidos avances logrados a lo largo del siglo XX en la comprensión de cómo el cerebro humano hace lo que hace tienen una enorme deuda de gratitud con la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Si se hubieran evitado milagrosamente, aún estaríamos esperando varias ideas nuevas y revolucionarias derivadas directamente de las guerras".
El experto argumenta que "las ideas teóricas y los descubrimientos tecnológicos resultantes inspiraron nuevas herramientas que se utilizan a diario en todo el mundo para sondear las profundidades del cerebro humano sin tener que abrir el cráneo. En un siglo hemos pasado de un estado de ignorancia casi total a que la práctica de aumentar el cerebro humano con componentes artificiales que permiten ver a los ciegos, oír a los sordos y recuperar el control del movimiento".

Importancia de las relaciones sociales en la regulación del comportamiento
Las relaciones sociales juegan un papel fundamental en la regulación de nuestro comportamiento y la toma de decisiones, sea más o menos correcta. Las interacciones con amigos, familiares y seres cercanos pueden actuar como un sistema de apoyo que nos ayuda a tomar decisiones más acertadas y equilibradas. Tal como lo afirma el autor, "el hecho es que las personas que consiguen forjar relaciones íntimas, duraderas y cooperativas obtienen beneficios psicológicos y físicos como resultado directo. Incluso viven más".
Por el contrario, "quienes se distancian de familiares, amigos y compañeros de trabajo acaban sintiéndose muy aislados. Esto no solo es triste, sino que les hace más vulnerables a diversos problemas de salud, como las enfermedades cardíacas y el cáncer". De este modo, rodearnos de personas que nos apoyen y que compartan valores similares puede ser una fuente de motivación que nos impulse a tomar decisiones más saludables y conscientes.
Aprender de los errores para un cambio sostenido
Una de las estrategias más efectivas para mejorar nuestras decisiones a largo plazo es aprender de los errores cometidos. El proceso de ensayo y error nos permite ajustar nuestras elecciones y comportamientos de manera gradual, ayudándonos a perfeccionar nuestras habilidades y a adoptar nuevas formas de pensar. Nuestros cerebros, a través del ensayo y error, perfeccionan habilidades y moldean comportamientos más eficaces, lo que significa que cada experiencia, incluso las equivocaciones, ofrece una oportunidad para crecer y mejorar nuestra capacidad de tomar decisiones más inteligentes en el futuro.