La figura de Francisco José de Goya y Lucientes se completa en casa. Pero hay, señala Mario Garcés, pocas trazas de la suya. La sequía sentimental del pintor zaragozano contrasta con la proliferación de su obra. Josefa Bayeu y sus hijos, Leocadia Zorrilla, a la que conoció a los 59 años de edad, cuando vivió en la Quinta del Sordo. También estaban la condesa de Chinchón. Y la madre de la condesa de Chinchón. O la duquesa de Pontejos. En los últimos años, un nombre se ha incorporado al listado sentimental de Francisco de Goya. Uno masculino. Martín Zapater y Clavería, zaragozano nacido a mediados del siglo XVIII, compartió con el autor de la ciudad. En la constitución de sus instituciones se incrustaba su nombre .
Con el apoyo de Zapater, se conformó la Real Sociedad Económica de Amigos del País aragonesa. La afinidad zaragozana se imprimió en las cartas. Entre el año 1775 y 1799, los lugares comunes y las aficiones compartidas de los dos aragoneses se grabaron en el papel. Las referencias de caza, toros y música se sucedían. Charlaban sobre seguiriyas y los números de la lotería. Y de mujeres. Lo hacían, puntualiza Garcés, con cierto tono pícaro. Solo en una ocasión, indica el jurista, Goya se refiere a su esposa en tono solemne. “La casa, el hogar”, escribió, “es la sepultura de las mujeres”.
En el año 1790, la correspondencia entre los zaragozanos cambió de rumbo. El lazo afectivo, explica Garcés, se espesó. Con “tuyo y retuyo, tu Paco Goya” firmaba el pintor. Entre epístolas, se salteaban frases como “el que te ama más de lo que piensas” o “me arrebataría irme contigo porque es tanto lo que me gusta. Ven, que ya he compuesto el cuarto donde hemos de vivir juntos y dormir. Ay, mío de mi alma, no creyera la amistad pudiera llegar al período que estoy experimentando. Martín mío, con tus cartas me prevarico”.
A finales de la década, una carta, apunta Garcés, resulta “especialmente significativa”. Pese a que no se conserva la correspondencia de Zapater, de la respuesta del pintor se puede inferir la previa. De la contestación, se intuye que Zapater había mandado, dibujado, un pene en su misiva. En su respuesta, Goya dibujó un corazón con “las arterias henchidas”, símbolo, anota Garcés, del amor romántico . Al final del texto, el pintor trazó dibujos de genitales masculinos y femeninos. Incluyó una nota: “Toma lo que ahora no puedo darte”.