El equipo de Max Mara se inspiró para esta colección en el dadaísmo, esa contracorriente artística y de pensamiento que vio la luz en mitad del caos de la I Guerra Mundial. Zurich sirvió de belén gracias a las múltiples acepciones de la palabra paraíso que representa Suiza y de allí salieron nombres tan representativos como el de Marcel Duchamp, Man Ray, Tristan Tzara o Hugo Ball, uno de los fundadores del movimiento.

Todo se gestó en un café donde se realizaban interpretaciones poéticas y musicales, es decir, un lugar que permitía viajar a todos los que se sentían encerrados a pesar de estar en libertad. El dadaísmo es el antítodo y a la vez antídoto para actuar en el plano de la realidad. Sus adeptos se pronuncian contra la belleza eterna y canónica, se recrean en lo cotidiano y lo accesible. Ven y valoran la imperfección contra la perfección y critican con humor especialmente a las tendencias occidentales.
El acolchado nos traslada al momento que estamos viviendo. Tenemos un problema, hace frío y queremos protegernos, así que optamos por una prenda versátil que lo consiga y que no pese demasiado, con el cambio climático es probable pasar por al menos tres estaciones en un mismo día, así que quizás la tengamos que llevar en la mano. Aunque también en su versión chaleco, otra tendencia que llevamos viendo ya un tiempo, tiene un punto irónico, porque a los pobres brazos les aplicamos eso de "si te he visto no me acuerdo".

El acolchado en diferentes prendas, que además hemos visto en pasarela en su formato más oversize y exagerado, nos convierte a las mujeres en el boggart de muchos hombres. Cuerpos que se pierden, al margen de su forma y volumen, en el espesor de un tejido que además de abrigarnos nos arropa y acomoda durante los interminables viajes en transporte público en el camino de ida y vuelta al trabajo.