No hay periodista en España que se haya sumergido a tal profundidad en la realidad de este lejano y convulso territorio como lo ha hecho Bernabé (Barcelona, 1972). En Crónica de un fracaso (Debate, 2023), la actual reportera del diario Ara vuelve la vista atrás para desgranar en primera persona todo lo presenciado durante la última década.
En estas páginas también hay espacio para reflexionar sobre las consecuencias psicológicas de los conflictos y del ser testigo del horror, para después contarlo y denunciarlo.
¿Qué has querido trasladar al público con esta crónica?
Intento mostrar la evolución de Afganistán durante los últimos años, porque cuando los talibanes volvieron al poder en el año 2021 fue una sorpresa para todo el mundo y parecía que se hubieran hecho fuertes de la noche a la mañana.
En el libro trato de mostrar que no fue así, se siguió una evolución, pero Afganistán ya no tenía ningún interés informativo. También intento evidenciar la hipocresía de la comunidad internacional y en concreto, de la Unión Europea, que dice una cosa, pero después en la práctica y fuera de las fronteras europeas hace otra, al menos, en Afganistán.

Y después, a nivel personal, muestro mi evolución como periodista. Y que a pesar de que yo fui la única establecida en este país durante muchos años y fui reconocida con premios, la precariedad laboral hace imposible un periodismo de calidad.
En este libro criticas la idealización de la situación de las mujeres durante la presencia de tropas internacionales.
Cuando regresaron los talibanes, los medios de comunicación hablaban de los muchos derechos que iban a perder las mujeres. Es cierto, sin duda, que las afganas han perdido derechos actualmente.
Las mujeres han sido despedidas de sus trabajos, las niñas no pueden estudiar a partir de los 12 años, la universidad también está prohibida para ellas. Pero eso no significa que tuvieran todos los derechos garantizados cuando había presencia internacional.
Las afganas siempre han estado supeditadas a una figura masculina, a su padre, su hermano, su marido, quienes siempre han decidido por sus vidas.
Como consecuencia, relatas, el número de suicidios femeninos superó al masculino.
Las mujeres intentaban acabar con su vida para huir de una situación de malos tratos o de un matrimonio forzado. La mayoría de matrimonios, por no decir casi todos, son matrimonios concertados entre familias. Son los padres quienes se ponen de acuerdo para concertar un enlace entre sus hijos.
Muchas veces los novios tan siquiera se conocen antes de la boda, ni han visto una fotografía. Además, es tradición que el hombre pague una gran cantidad de dinero por la mujer. Es como si comprara una propiedad. La situación es de total sumisión al hombre.
¿Qué diagnóstico haces de la situación de las mujeres?
Es un diagnóstico tremendo. Niñas que a partir de los 12 años no pueden estudiar y se tienen que quedar en casa cuando los niños sí que pueden hacerlo. Mujeres que tal vez consigan un trabajo de limpieza, pero difícilmente logren uno cualificado. Incluso se cuestiona la presencia de mujeres en parques públicos.
Por otro lado, la vestimenta de las afganas también ha cambiado radicalmente. Ahora todas las mujeres visten una especie de túnica hasta los pies que les tapa las formas del cuerpo. El pañuelo (en la cabeza) siempre lo han llevado.
Y no han impuesto el burka porque supongo que a nivel internacional está muy mal visto, pero sí que han impuesto que lleven mascarillas cuando no hay ningún brote de coronavirus en Afganistán y los afganos no la llevan.
No es que el país se esté radicalizando, es que la gente se ha transformado porque no quiere tener problemas con los talibanes.
Me sorprendió leer que hay niñas que disfrutan de su libertad al disfrazarse de niños. ¿Qué implica la práctica bacha posh?
Este término significa vestir a una niña como un niño y en Afganistán muchas familias recurren a esta práctica cuando solamente tienen hijas y quieren tener un hijo. Creen que disfrazando a una hija de hijo Dios se apiadará de ellos y en el siguiente embarazo tendrán un hijo.
En Afganistán, tener un hijo es muy importante porque cuando el hombre se casa, se queda a vivir en la casa de los padres. En un país en el que no existe la jubilación, tener un hijo te garantiza el sustento en el futuro cuando los padres sean mayores.
En el libro comparto la historia de una muy buena amiga afgana que solamente tenía hijas y su marido insistía en que se volviera a quedar embarazada a pesar de que ella no quería. Optaron por esta práctica y disfrazaron a su hija pequeña de hijo.
Le cortaron el pelo y le cambiaron el nombre. El marido estaba encantado con su hijo ficticio y la niña también estaba encantada porque podía hacer recados, salir a la calle, jugar a la pelota... cosas que sus hermanas no podían hacer. Todo ello demuestra la gran diferencia entre sexos incluso antes de la llegada de los talibanes al poder.

También compartes tu depresión. ¿Es complejo visibilizar la salud mental de los corresponsales en zonas de conflicto?
Quieras o no, todos somos humanos, y estar en situaciones totalmente dramáticas te acaba afectando. Puedes llegar a sufrir una depresión, como me ocurrió a mí. Pero los periodistas no deberíamos ser los protagonistas de la historia.
Por otra parte, aunque ahora se habla más de las enfermedades mentales y de la importancia de visibilizarlas, creo que continúan siendo un tabú. Y sigue existiendo un estigma, que es básicamente el temor a que se cuestionen tus capacidades si dices que sufres una enfermedad mental.
¿Qué pedirías hoy a la comunidad internacional?
En primer lugar, que Afganistán esté en la agenda internacional porque ya ni se habla. Al menos que se intente negociar unos mínimos con los talibanes. Otra cosa que podemos hacer es dar protección internacional a todos los afganos encerrados en campos de refugiados. Es algo que podemos hacer y que depende solamente de nosotros.