Lola Rodríguez pasó los primeros años de su vida sumida en una confusión abrumadora para una persona de su edad. Ella sabía que era distinta, pero no tenía palabras para nombrar su diferencia. A los 4 años les dijo a sus padres que, aunque el resto del mundo la veía como un niño, ella no se sentía como tal. Un buen día, cuando solo tenía 10 años, allá por el año 2007, vio en las noticias que la activista Carla Antonelli iba a empezar una huelga de hambre para sacar adelante la Ley de Identidad de Género que daría a los transexuales el derecho a cambiar su nombre y su sexo sin necesidad de pasar por el quirófano.
"Transexual", esa era la palabra mágica, la que ponía nombre a la indefinida inquietud de Lola. "Fue como si hubiera vivido toda mi vida en una jaula y me hubieran liberado. No tenía miedo a nada", cuenta. Transexualidad: situación que se produce por la diferencia entre el sexo asignado por otros a la persona al nacer y la identidad sexual que la persona siente y manifiesta. A Lola le quedaban por delante muchas batallas: el cambio de nombre en el Registro Civil, los medicamentos bloqueadores para evitar la pubertad primero, los estrógenos después... las luchó apoyándose en el amor de sus padres. Ahora tiene 17 años, va al instituto, le encanta bailar y quiere estudiar Psicología para ayudar a los niños a entender y a nombrar lo que les sucede.
En la actualidad existe la Ley 4/2023, de 28 de febrero, para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI.
Portadas y campañas
El año pasado, Lola fue la primera menor transexual en convertirse en candidata a reina del carnaval de Tenerife. La noticia se hizo un hueco en decenas de medios. "Disfruté muchísimo de la experiencia, lo hice para desmontar prejuicios. Es una alegría tremenda poder vivirlo con normalidad", dice Lola. Y asegura que "el fin de la transfobia empieza con la educación, cuando a un niño de 6 años se le explica que existen niñas con pene y niños con vulva".El pasado año ha sido el de la visibilidad transexual. No solo por el bombazo informativo de la reasignación de sexo de Caitlyn Jenner y su portada en Vanity Fair, seguido por millones de personas, sino por la presencia creciente, imparable, evidente de hombres y mujeres transexuales en las películas y las series, en las alfombras rojas y en los photocalls, en los parlamentos y organismos públicos, en las pasarelas y en las campañas de moda.
Los almacenes Barneys realizaron un emotivo vídeo promocional con personas trans, la marca & Other Stories les ha hecho protagonistas de una campaña, la modelo trans Lea T. es la imagen de Redken, la cineasta Lana Wachowski ha protagonizado la campaña de Marc Jacobs y usted tiene en sus manos una revista cuya portada protagoniza una modelo transexual, Andreja Pejic. Estos hombres y mujeres se han convertido en estandartes de la diversidad. Puro marketing, puede ser, pero todos estos referentes, que se multiplican y que en muchos casos se arriesgan, son tan importantes que pueden sacar a un niño de su jaula psicológica y emocional como sucedió con la valiente y lúcida Lola.
Con la ley en la mano

Y seguimos hablando de leyes. En España hay jurisprudencia sobre transexualidad desde 1987. Veníamos de la oscuridad más absoluta, de los años en los que la denominación era "travesti" y te jugabas la cárcel y el pellejo por una cirugía de reasignación de sexo. Pero maduramos rápido. En el siglo XXI, nuestro país se convirtió en pionero en la materia, cuenta Carla. "Con aquella ley de 2007 fuimos los primeros del mundo que eliminamos la obligación de una cirugía genital para cambiar de sexo. Inglaterra había hecho algo parecido un año antes pero dependías del criterio de un jurado médico. Aquí cientos de transexuales pudieron tener su DNI acorde a su identidad. Antes, muchos se habían operado para dejar atrás esos documentos de identidad de la vergüenza".
A día de hoy, un aspecto fundamental de esa ley ha quedado obsoleto: es necesario aportar un certificado de 'disforia de género' realizado por un profesional de la medicina o la psicología clínica, lo cual contribuye a la idea de que la transexualidad no es una condición más del ser humano, sino una enfermedad. En los últimos años, en España se han sucedido varias leyes integrales de transexualidad en diversas comunidades autónomas: Navarra, País Vasco, Andalucía, Canarias y, recientemente, Madrid. No solo contemplan aspectos sanitarios y administrativos, sino también integración laboral y protección a los menores transexuales. La ley andaluza fue la primera en Europa en despatologizar la transexualidad. Dejar de tratar esta condición como una enfermedad es otro de los caballos de batalla del colectivo.
"Hay que entender aquella ley española de 2007 en su contexto –continúa Antonelli–. Incluso a día de hoy, la OMS no ha despatologizado la transexualidad, hay titulares engañosos que reflejan que la transexualidad ha dejado de ser una enfermedad mental. Es una verdad a medias, dejó de contemplarse como un trastorno mental, pero seguimos mencionados en los mismos manuales de psiquiatría bajo la denominación de personas que sufren 'disforia de género', que es el disgusto de sentirse transexual. Es absurdo, habrá personas que sientan desazón y personas que no. Este periplo es el mismo que pasaron las personas homosexuales".
Sin embargo, hay que recordar que en la actualidad ya contamos con una ley mucho más completa; la Ley 4/2023, de 28 de febrero, para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, más completa que la que se estaba aplicando en aquél momento.
Testigo del cambio

Otro país pionero, esta vez por lo completo de su ley sobre transexualidad que incluso incluye cuotas de contratación de transexuales para las empresas, es Argentina. De allá viene Topacio Fresh, galerista arriesgada al frente de la Fresh Gallery, íntima de Alaska y Mario y habitual de su reality, personaje inquieto de la cultura madrileña y mujer transexual. Ella está orgullosa de las leyes de su patria, pero reconoce que la aceptación social no se corresponde con esta jurisprudencia tan abierta. En el caso de España, su tierra de adopción, los cambios en la calle han sido rápidos y positivos. Ella ha vivido la adecuación de toda la sociedad española a la presencia de transexuales en todos los ámbitos de la vida.
"Cuando llegué a España, los periodistas, por ejemplo, no estaban acostumbrados a tratarnos con el lenguaje adecuado. Pero hubo un esfuerzo de información para no herir con las palabras. Poco a poco, los transexuales salimos del estereotipo, de la crónica negra vinculada con la prostitución". Para ella, lo más importante del gran outing de personajes públicos es que muestran la diversidad del colectivo.
"El interés despertado por el caso de Caitlyn Jenner pasará y los medios cambiarán el foco a otro tema pero, mientras tanto la gente que la vio a ella, a las bailarinas transexuales en los conciertos de Miley, que se interesó por la historia de la actriz Laverne Cox o incluso que vio su personaje en Orange is the New Black, descubrirá una sensibilidad que no sentía. Confío en que hayan visto personas tras los personajes", dice Topacio. "Por supuesto, hay un cuestionamiento sobre si esta es una aproximación frívola al tema, pero es que la frivolidad también existe. Entiendo la transexualidad como algo natural, por lo tanto entiendo que haya referentes frívolos, políticos, culturales...", concluye.
Hablan los niños
Lucía es la niña transexual de más corta edad que consigue cambiar su nombre en el DNI, solo tiene 4 años. Hay quien dirá que a los 3 años los niños también creen que pueden volar y que quizá convenga esperar unos años para escuchar su criterio, pero la identidad sexual se desarrolla entre los 2 y los 4 años. Hay una gran diferencia entre tener un amigo invisible y sentirse de un sexo diferente al asignado al nacer por los médicos a la vista de los genitales. Frecuentemente, estos niños y niñas tienen una relación tan negativa con su cuerpo que incluso les incomoda bañarse o ir a la piscina. También es corriente que usen un nombre correspondiente a su sexo sentido.
Para completar el trámite que convirtió legalmente a Luken en Lucía, su familia tuvo que presentar ante un juzgado de Guipúzcoa informes que corroborasen que "padecía" una disforia de género. Este diagnóstico también es necesario para que en la pubertad, los niños tengan acceso a los medicamentos bloqueadores que impedirán que desarrollen características sexuales con las que no se identifican. "Los derechos de los niños transexuales dependen de la comunidad autónoma en que hayan nacido o de que sus familias tengan acceso a la sanidad privada. Si niegas a un menor trans el acceso a estos recursos, pones en peligro su salud mental y física.
El riesgo de suicidio entre este colectivo es diez veces mayor al del resto de la población. Si hay literatura médica al respecto, si ya sabemos que hay riesgos, ¿por qué no se facilita todo el proceso? A la hora de tratar a menores trans, ¿nos estamos basando en preceptos científicos y médicos o morales y políticos?". Lo dice Isidro García, gerente de la Fundación Daniela, una organización sin ánimo de lucro dedicada a acabar con la discriminación de niños y adolescentes transexuales. Ellos ofrecen ayuda y asesoramiento a familias, formación a personal médico y colaboran con la Universidad Complutense en un estudio sobre transexualidad, entre otras actividades.Una de ellas es un campamento, basado en otros existentes en Estados Unidos, para niños trans en el que trabajan monitores de la misma condición. Allí hacen deporte, pintan camisetas y hacen gymkanas, como en cualquier campamento infantil, solo que en este conviven con niños y niñas con sus mismas vivencias y dudas. Se divierten liberados de la discriminación.
"Una de las situaciones que más les incomoda es presentarse en público en traje de baño –cuenta Isidro–. La piscina es un reto. En nuestra experiencia del año pasado vimos cómo a medida que los días iban pasando los niños iban ganando confianza". Las familias cuentan con nuevos recursos, niños y adultos transexuales o no, disponen de referentes, las leyes y la sociedad entera absorben la diversidad. Isidro cuenta una anécdota para acabar: "La Fundación Daniela se llama así por una niña. Cuando tenía 8 años se enteró de que una adolescente había cambiado su nombre legalmente y su madre le dijo que ella también podría hacerlo a los 18 años. Daniela contestó: 'Entonces, hasta que cumpla los 18, ¿no voy a existir?'". Hasta una niña puede entenderlo, de lo que hablamos aquí es de algo tan fundamental para el ser humano como el derecho a la identidad".