Ni un día tranquilo en La Promesa. Desde la cacería de la semana pasada, la cual terminó de la peor forma posible, el palacio se ha convertido en un ir y venir de médicos tratando de curar a los malheridos. Bueno, mejor dicho, tratando de curar a Curro, porque de Feliciano han pasado bastante. Normal que ahora esté a punto de morir.
Hoy es el día D para el señorito Curro. Abel y Jana están más nerviosos que nunca. La vida de Curro pende de un hilo y ellos son los encargados de sostenerlo. Pero justo cuando están a punto de empezar, Teresa aparece con malas noticias: Feliciano está empeorando rápidamente. Abel promete visitarlo después de la operación de Curro, pero Teresa no está segura de que eso sea suficiente y decide tomar cartas en el asunto.
Además, La Marquesa y Lorenzo saben que se están jugando mucho si la operación de Curro tiene éxito, especialmente si Rómulo sigue investigando el accidente de caza. Vera logra esquivar las preguntas de la Duquesa, pero queda claro que la doncella guarda un secreto.
Después de librarse de la Duquesa, Vera tiene un gesto muy amable con Lope, demostrando que su interés va más allá de la amistad. El extraño comportamiento de Candela finalmente cobra sentido cuando tiene un gesto inesperado con Simona. La mujer ha traído hasta palacio a Virtudes, la hija de Simona.
Al día siguiente, tras la operación, Curro no despierta y Abel teme haber exagerado con el éter. La situación es angustiosa para todos, excepto para Cruz y Lorenzo, que ven una oportunidad tras el fracaso de su plan en la caza. Cruz presiona a Pelayo para que vuelva a proponerle matrimonio a Catalina.
Gracias a los trucos de Candela, Simona finalmente se reúne con su hija Virtudes, con quien no se ha visto desde hace mucho tiempo. Vera sigue siendo un misterio, especialmente cuando descubren que tiene una gran cantidad de dinero escondido en el desván. La situación de Feliciano es crítica, como confirma el médico que Teresa ha conseguido. Al joven no le queda mucho tiempo de vida.
