Cuando el termómetro sube, las texturas se aligeran, los días parecen mucho más largos y los perfumes también se transforman. En estos meses de calor, las fragancias afrutadas se convierten en una especie de código estival compartido por todas las amantes de la perfumería que ansiamos frescura, pero sin renunciar a la personalidad.
El universo olfativo de las frutas va mucho más allá del clásico olor a chicle o a zumo tropical. En realidad, hay perfumes que huelen a fruta con los que recibir mil halagos este verano, y no todos tienen una composición sencilla. Un ejemplo exquisito (y bastante adictivo, aviso) es Flamenco de Ramon Monegal, una joya olfativa que me ha conquistado por su carácter camaleónico: funciona de día y de noche, y no se rinde aunque el calor apriete.
En lo personal, la frambuesa me fascina. Es una de esas frutas que despiertan sentidos, tanto en la mesa como en la piel. Su aroma tiene algo juguetón, sofisticado y ligeramente ácido que la hace muy versátil. Y sí, también muy veraniega. Este verano, Flamenco ha sido mi fichaje estelar: es uno de esos perfumes frescos de verano que una editora de belleza tiene fichados.
Un perfume afrutado firmado por un perfumista español que poco tiene de común
La frambuesa, una nota dulce y ligeramente ácida
No es casualidad que muchos perfumes la incluyan entre sus notas principales: la frambuesa se utiliza desde hace décadas como ingrediente olfativo por su carácter jugoso, chispeante y con ese punto dulce que no empalaga. De hecho, su toque ácido la convierte en el contrapunto ideal para notas florales y amaderadas. Es habitual verla combinada con rosa, jazmín, ámbar o maderas secas como el cedro o el ciprés.

Además, la frambuesa aporta un efecto de frescor afrutado que nunca pasa de moda. Entre las notas frutales, es de las más elegantes y menos artificiales. Una de esas materias primas que, aunque parezca simple, tiene infinitas capas. En Flamenco, su uso no es anecdótico: es el alma de la fragancia y le da ese toque casi adictivo que te hace volver a la muñeca para olerla otra vez (culpable).
Flamenco de Ramon Monegal, un aroma con mucha personalidad
Esta fragancia no es tímida. Tiene fuerza, estructura y una duración que sorprende incluso en días de 35 grados. En la salida, la frambuesa se entrelaza con manzana, flor de azahar y violeta, creando un inicio chispeante pero equilibrado. A medida que avanza, aparecen flores intensas como el jazmín, la rosa o el iris, aportando un corazón romántico y envolvente.

Como buen perfume español con temperamento, su fondo es seco, resinado y elegante: ciprés, pino, cedro y ámbar completan una base con carácter, que fija la fragancia durante horas sin volverse opresiva. Es uno de esos perfumes más frescos y seductores para disfrutar de un largo y cálido verano, sin sacrificar ni un ápice de sofisticación.
Entre los muchos motivos por los que Flamenco se ha ganado un sitio en mi colección, destaco tres: su frescura refinada, su duración sorprendente y su carácter luminoso, casi radiante. El frasco de 50 ml cuesta 190 euros, una inversión consciente para las que disfrutamos del perfume como una forma de expresión personal. Flamenco no pretende gustar a todo el mundo, y eso, fragrance lover, es precisamente lo que lo hace especial.
Otras composiciones en las que reina la frambuesa
Silver Saffron de Une Nuit Nomade

Este 2024 llegó otra propuesta afrutada que merece mención aparte: Silver Saffron de Une Nuit Nomade. Mucho más especiada y misteriosa que Flamenco, esta creación de Jérôme Di Marino mezcla frambuesa con iris, azafrán, papiro y mirra. El resultado es un perfume con textura y profundidad, que no renuncia a la frescura inicial pero evoluciona hacia un terreno más íntimo. Silver Saffron cuesta 165 euros por 50 ml.