Sin embargo, el vocablo de habla inglesa witch proviene de la etimología wise woman (mujer sabia). Y en español, si bien no hay consenso respecto a su origen, la versión más extendida supone que deriva de voluxa (que vuela). Los motivos de este cambio radical de la acepción podemos encontrarlos en la historia. Una mirada rápida sobre las razones que perpetraron el acecho de brujas en Europa indicaría que realizaban prácticas que contradecían las de la iglesia católica y debido a ello fueron juzgadas por la Inquisición. La herejía por mucho tiempo nos pareció argumento suficiente para comprender el fenómeno, a pesar de ello, el revisionismo feminista ha revelado otros fines que justificaron su destino a la hoguera.
Silvia Federici, escritora ítalo-estadounidense, en su libro Calibán y la bruja analiza a través de los registros de la época, cuáles fueron las operaciones ideológicas que se aplicaron sobre la figura de las brujas para favorecer su demonización. Estas fueron las principales:

Control de la natalidad
Se comenzó a difundir la idea de que las brujas a través de hechizos provocaban los abortos y la mortalidad infantil en la Edad Media. Según Federici, las brujas, poseían conocimientos sobre anticoncepción, pero asociarlas a la imagen del infanticidio, tan utilizada en los cuentos clásicos, era una actitud ideológica y forzada. Por aquellos tiempos existían muchas y diversas enfermedades que diezmaban la población.
Fueron catalogadas como promiscuas, libertinas y adúlteras. Cualquier práctica sexual alejada de la procreación y del vínculo matrimonial era considerada herética. Por ese motivo, en los juicios, la “mala reputación” era suficiente prueba de culpabilidad.
Las brujas, de acuerdo a los textos que impulsaban su cacería, no comparecían rápidamente ante la tortura, y discutían e insultaban a quiénes trataban de doblegarlas. Esta actitud se la consideró “rebelde” cuando en realidad no estaba relacionada con ningún objetivo político en particular sino con la personalidad femenina que se había desarrollado contra el poder feudal, en el campesinado años antes. Las mujeres estuvieron al frente de los movimientos heréticos (a partir del siglo I) en asociaciones femeninas que plantearon un desafío creciente a la autoridad masculina, y a la iglesia.

Así fue como a ellas, poderosas, sabias y rebeldes, se les adjudicó una infundada conexión y adoración por el demonio. La paranoia que se dio en los pueblos, gracias a las ejecuciones públicas de estas mujeres, logró que cualquier amistad femenina fuera considerada sospechosa.
Según la escritora Federici, los fundamentos, se disfrazaron de religiosos cuando en realidad eran político-económicos. El mundo estaba precisando un cambio. Al incipiente capitalismo, con basamento en la estructura social del patriarcado, no le era funcional una población decreciente por las hambrunas y las enfermedades. Fue necesario poner úteros al funcionamiento de la reproducción de la mano de obra futura en vistas de que una demografía grande representaba la riqueza de una nación. La eliminación de las brujas fundó las ideas tradicionales de familia, maternidad y trabajo que precisaba el mercado.
Recuperar los saberes de nuestras ancestras y el poder de aquella sabiduría es una deuda pendiente para toda la vida femenina.