Tantos años con miedo a quedarme embarazada y ahora el miedo es no hacerlo

La psicóloga Ángela Rodríguez nos ayuda a ponerle palabras y herramientas a esta experiencia cada vez más común.
Tantos años con miedo a quedarme embarazada y ahora el miedo es no hacerlo
Foto: Ángela Psicología Perinatal - Tantos años con miedo a quedarme embarazada y ahora el miedo es no hacerlo

Durante años, evitar un embarazo fue casi una disciplina. Todo giraba en torno a no quedarte embarazada: anticonceptivos, miedo, control del ciclo, excusas, visitas médicas rutinarias, pastillas sin pausa. Era casi automático. Nadie nos preguntaba si queríamos saber más, si entendíamos de verdad qué era un ciclo ovulatorio, cómo funcionaba nuestro cuerpo más allá de lo básico.

Pero cuando por fin llega ese momento en el que lo deseas —en el que te sientes preparada y lo decides con ilusión—, aparece una emoción inesperada: el miedo profundo a que no suceda.

No se habla de ello, pero es muy real. Me pasó. Y sé que no soy la única. En busca de respuestas (y de alivio), hablé con Ángela Rodríguez Aguilera, psicóloga sanitaria especializada en maternidad y fertilidad. Lo que compartió conmigo fue tan revelador como reconfortante. Y necesario. Porque este miedo tiene una raíz, y no, no es solo nuestra.

Lo que no sabíamos sobre nuestro cuerpo: años con la regla y aún así, sin respuestas

Nos pasamos años con la regla, lidiando con ella como si fuera un trámite más del mes. Un mal menor, una molestia mensual. Pero sin saber realmente qué pasaba dentro de nosotras. "Recibimos mucha más información sobre cómo evitar un embarazo que sobre cómo funciona nuestro ciclo y nuestra fertilidad", me decía Ángela. Y tiene toda la razón.

“Cuando decidimos buscar un embarazo, muchas veces es la primera vez que escuchamos hablar de conceptos como el moco cervical, la temperatura basal o la reserva ovárica”, añade. Y sí, duele un poco darte cuenta. Porque piensas: ¿cómo puede ser que después de años y años de revisiones ginecológicas, nadie me haya explicado esto?

Cuando por fin quieres ser madre, empiezas a descubrir información que sientes que deberías haber tenido desde hace décadas. Y entonces llega otra sensación incómoda: la culpa. Por no saber antes. Por no haberlo intentado antes. Por creer que llegas tarde. Pero como bien me dijo Ángela: “Esto no es casual. Es estructural. Es un vacío de información del que no podemos culparnos”.

Nos falta educación, sí. Pero también nos falta compasión con nosotras mismas, con nuestras decisiones pasadas, con todo lo que hicimos o no hicimos antes de este momento. Porque solemos mirar atrás con lupa, desde un juicio injusto: “si lo hubiera sabido antes, si lo hubiera intentado antes...”. Y como me recordó Ángela, “no es justo con nuestra versión pasada criticarla por una decisión que tomó sin saber lo que vendría después”.

Cuando aparece el miedo: no solo es físico, también es emocional y silencioso

Decidir buscar un embarazo debería ser un proceso ilusionante. Pero muchas veces no lo es. Es incertidumbre, es frustración, es ansiedad. Y sobre todo, es miedo. Un miedo que no siempre se puede contar. Que se vive muchas veces en secreto, porque parece que nadie quiere escucharlo.

“Nos enfocamos en tenerlo todo bajo control: cuerpo sano, ovulación localizada, relaciones bien cronometradas… Y si no llega, nos sentimos culpables, como si estuviéramos fallando”, explica Ángela. Esa exigencia se convierte en un diálogo interno agotador: ¿estoy haciendo algo mal? ¿mi cuerpo no funciona? ¿soy yo?

Ese miedo no es solo racional. Es físico. Se instala como un nudo en el estómago cada mes. Lo sientes en el silencio después de un test negativo. En ese momento exacto en el que llega la regla y, con ella, la sensación de fracaso. Y sin darte cuenta, pasas del deseo a la obsesión.

“La vivencia de la búsqueda puede convertirse en una fuente de sufrimiento si no le damos espacio a las emociones, si las invalidamos o silenciamos”, me dijo Ángela. Y en ese momento entendí que no solo tenía que cuidar mi cuerpo. También tenía que cuidar cómo me hablaba. Dejar de exigirme tanto. Acompañarme un poco más.

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Tantos años con miedo a quedarme embarazada y ahora el miedo es no hacerlo - Foto: iStock

La presión social no ayuda: expectativas, silencios y preguntas fuera de lugar

A veces parece que todas lo consiguen antes. Más rápido. Más fácil. Pero ¿y las que tardan? ¿Y las que no lo logran? De ellas se habla menos. Y ese silencio nos hace sentir fuera de lugar. Raras. Solas.

“En nuestro entorno se habla con naturalidad de quienes se quedaron embarazadas pronto, pero sobre las que lo tuvieron más difícil suele haber silencio. Eso genera incomprensión, rareza y mucha soledad”, advierte Ángela. Y tiene razón. Porque, además, ese silencio viene acompañado de presión externa: “¿y vosotros, para cuándo?”

Y si hablamos de edad, la cosa no mejora. “La fertilidad femenina empieza a disminuir a partir de los 35 años, y aunque existen tratamientos, no podemos olvidar que no tenemos el control total sobre el tiempo”, recuerda Ángela. Esa sensación de cuenta atrás nos persigue. Y ahí aparece la autoexigencia de nuevo: queremos hacerlo todo bien, sin margen de error, con el calendario en la mano y el corazón en la garganta.

“Cuidarnos y comunicarnos con la pareja se vuelve esencial para soltar la presión, la culpa y la exigencia que la búsqueda de embarazo puede generar”, recomienda. Pero no siempre es fácil. Porque este proceso no solo remueve cuerpos: remueve vínculos.

Tantos años con miedo a quedarme embarazada y ahora el miedo es no hacerlo
Tantos años con miedo a quedarme embarazada y ahora el miedo es no hacerlo - Foto: iStock

La ansiedad no causa infertilidad, pero sí afecta cómo lo vives

Hay un mito muy instalado: “si te relajas, llegará”. Como si el estrés fuera la causa única. Como si fuera tan fácil desconectar cuando todo tu mundo está puesto en ello.

“No se ha demostrado que el estrés provoque infertilidad, pero sí sabemos que la ansiedad afecta a la forma en la que vivimos la búsqueda. Puede generar insomnio, irritabilidad, pensamientos negativos, malestar físico, y nos hace más vulnerables emocionalmente”, explica Ángela. No es el estrés lo que bloquea el cuerpo. Es cómo te sientes dentro de ese cuerpo cada día.

Porque además de intentar quedarte embarazada, muchas veces sientes que también tienes que demostrar que lo llevas bien. Que lo sabes gestionar. Que no estás obsesionada. Y entonces, sin querer, vuelves a cargar con el peso de la culpa.

Necesitamos más información, más compasión y menos culpa

Nos cuesta hablar de lo que sentimos. Por miedo a parecer exageradas. Por miedo a no estar sufriendo “lo suficiente” como para tener derecho a compartirlo. A veces, incluso por vergüenza. Porque pensamos que ya deberíamos haberlo superado. Porque creemos que hay otras personas que lo están pasando peor.

Y ese silencio pesa. Nos atraviesa. Se instala. Nos enseñaron a medir el dolor por duración o por intensidad, pero no por lo que significa para cada una. Y eso nos hace daño. A todas.

“Hay que empezar por validar el malestar, sea el que sea. La tristeza, el miedo, el enfado… todas son emociones legítimas. No hace falta llevar años en tratamiento para sentir que duele”, insiste Ángela. Y sí, duele. Aunque no lo cuentes. Aunque no lo digas en voz alta. Aunque lo escondas detrás de frases que suenan bien, pero no son del todo ciertas.

“Invalidar nuestras emociones solo refuerza la soledad”, me dijo Ángela. Y es verdad. Por eso, si estás ahí —en ese punto entre la esperanza y el miedo— recuerda esto: lo que sientes importa. Aunque no lleves mucho tiempo en la búsqueda. Aunque no tengas un diagnóstico. Aunque no lo hayas contado. Si te duele, ya es suficiente para merecer apoyo.

Tantos años con miedo a quedarme embarazada y ahora el miedo es no hacerlo
Tantos años con miedo a quedarme embarazada y ahora el miedo es no hacerlo - Foto: iStock

Herramientas para sobrellevar la búsqueda sin perderte a ti misma

No hay fórmulas mágicas. Pero hay herramientas. Pequeños actos de autocuidado que, según Ángela —y ahora también según mi propia experiencia— pueden marcar la diferencia:

  • Apóyate en personas que te escuchen sin juzgar, sin minimizar lo que sientes.
  • Evita sobreinformarte o revisar compulsivamente apps de fertilidad. A veces, menos datos es más calma.
  • Practica actividades que te conecten contigo: yoga, escritura, cerámica, movimiento, lo que sea que te devuelva a ti.
  • No olvides otros proyectos vitales que también forman parte de tu identidad.
  • Cuida el vínculo de pareja sin que todo gire en torno al embarazo. Un café sin hablar del tema también puede sanar.
  • Y si lo necesitas, busca acompañamiento psicológico especializado. “Buscar ayuda profesional no es una derrota. Es una forma de cuidarse, de entenderse mejor y de estar menos sola”, concluye Ángela.

Y qué importante es recordar eso. No estás sola. No tienes que poder con todo. Y sí, lo que te pasa es importante.

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